El año 2019 ha quedado marcado en la historia de la lírica española. Pasará a los anales como el año en que el Teatro Real de Madrid entró definitivamente en la liga internacional de la ópera tras ser reconocido este lunes como mejor compañía del mundo en los International Opera Awards, considerados los Oscar del género, por la calidad de las producciones que estrenó durante esa temporada. Es la culminación de un proyecto que partió de la nada cuando el coliseo fue reinaugurado en 1997, tras setenta años cerrado en los que prácticamente había desaparecido la tradición operística en la ciudad, con un camino por delante que se antojaba muy largo para recuperarla.
No ha sido tan largo: han bastado poco más de dos décadas para la remontada. Ya en la edición de 2018 el Real estuvo entre los finalistas que optaron al premio gordo de los International Opera Awards por su programación en 2017. Entonces se lo llevó la Ópera Estatal de Baviera, pero a cambio el teatro madrileño consiguió el galardón a la mejor producción por Billy Bud, de Benjamin Britten, firmada por el mismo equipo artístico que ha puesto en pie la obra que precisamente se representaba este lunes en el coliseo mientras se celebraba la gala de entrega de los premios y que está siendo una de las más celebradas de esta temporada: Peter Grimes, también de Britten, con dirección musical de Ivor Bolton y puesta en escena de Deborah Warner.
Ignacio García-Belenguer, director general del Teatro Real, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, presidente del Patronato del Teatro Real, y Joan Matabosch, director artístico, valoran el galardón. En la foto, un momento de la representación de ‘Capriccio’.
Varios son los factores que han disparado el prestigio internacional del Teatro Real en los últimos años. Por un lado, el empeño en consolidar unos cuerpos estables de calidad. “No lo habríamos conseguido si no tuviéramos una buena orquesta, un buen coro, unos buenos técnicos, un buen espacio, un público agradecido. Todo es esencial”, declaraba a este diario el director general de la institución, Ignacio García-Belenguer, tras conocer la concesión del premio. Joan Matabosch, director artístico, subrayaba algo parecido: “La gran calidad de nuestros cuerpos estables ha sido clave para conseguir este premio. Esto lo están reconociendo los propios International Opera Awards, pues el coro estuvo nominado en su categoría hace dos años y la orquesta ha sido finalista este año. Al margen de que te den o no el premio, la candidatura ya pone en evidencia que estás jugando en la gran liga internacional de la ópera”.
Proyección internacional
La política de programación ha sido también clave. “Estoy convencido”, dice Matabosch, “de que buena parte del reconocimiento tiene que ver con la valentía de presentar un cartel lleno de novedades: nuestras últimas temporadas tienen alrededor de un 60% de estéticas y títulos nuevos. Y el otro aspecto fundamental creo que ha sido nuestra potencia como centro de producción internacional. Nuestras colaboraciones con grandes casas de otros países nos han dado un impulso espectacular. En concreto, en 2019 encontramos ejemplos importantes de coproducciones internacionales lideradas y estrenadas aquí. Por ejemplo, fue el año en el que presentamos el excepcional montaje de Capriccio, que era una coproducción con la Ópera de Zúrich. Otro fue Idomeneo, que hicimos con la Ópera de Toronto y la Ópera de Roma y que se va a ver en todo el mundo. Y también fue el año de Falstaff, en coproducción con La Monnaie de Bruselas, la Ópera de Burdeos y la de Tokio”.
Todo esto se ha visto reflejado en los International Opera Awards no solo por la concesión del premio a la mejor compañía, sino también porque varios de los ganadores en otras categorías han participado de alguna manera en las últimas temporadas del coliseo madrileño. Por ejemplo, el tenor español Xabier Anduaga, distinguido con el galardón al mejor cantante joven, premio que compartió con la mezzo rusa Vasilisa Berzhanskaya, está ensayando en estos momentos una nueva producción del Real, Viva la mamma, de Donizetti, cuyo estreno está previsto el 2 de junio. En este mismo montaje participa Carlos Álvarez, que quedó finalista en el apartado de mejor voz masculina. Perdió frente al mexicano Javier Camarena, que en 2019 cantó en dos obras del Real (L’elisir d’amore e Il Pirata). Y Robert Carsen, distinguido como mejor director por Oceane, es otro habitual: en 2019 dirigió Idomeneo, ré di Creta y suya es también la puesta en escena de la tetralogía wagneriana El anillo del nibelungo que el coliseo emprendió en 2019 con El oro del Rin, continuó en 2020 con La valquiria, ha seguido este año con Siegried y culminará en 2022 con El ocaso de los dioses.
La política de coproducción internacional que tan buenos resultados dio en 2019 se ha mantenido esta temporada a pesar de la coyuntura de la pandemia. “Hemos tenido, por ejemplo, una nueva producción de Rusalka que luego se va a hacer en la Ópera de Dresde, en el Liceo de Barcelona y en Les Arts de Valencia. Y el ejemplo muy importante del Peter Grimes, que hemos estrenado hace unas semanas, una macrocoproducción gestada aquí y que luego se va a hacer nada menos que en la Ópera de París, el Covent Garden de Londres y la Ópera de Roma”, subraya Matabosch.
Nuestras colaboraciones con grandes casas de otros países nos han dado un impulso espectacular
Joan Matabosch, director artístico del Real
A la internacionalización ha contribuido igualmente la presencia constante de grandes voces de la lírica mundial, aunque este no ha sido el factor más decisivo, según Matabosch: “No hay duda de que contar con grandísimos cantantes es un elemento fundamental para un teatro lírico. Sobre todo porque además la tradición de la ópera en España a lo largo del siglo XX ha sido contar con grandes voces. Eso no ha faltado nunca en los teatros españoles ni siquiera en las épocas en las que no había nada más. Pero lo que está dando un plus al Real es que ya no hay solo eso. Lo hay, pero la temporada no es bajo ningún concepto un desfile de grandes voces. Están ahí en función de un discurso artístico mucho más ambicioso que las integra. Y esa es la gran diferencia de lo que es la ópera en España en este momento frente a lo que era hace dos o tres décadas”.
Los grandes estrenos de 2019
El premio como mejor compañía reconoce de manera general la calidad de la programación del Teatro Real en 2019, pero especialmente sus producciones de estreno: Idomeneo, ré di Creta, de Mozart, con Ivor Bolton en la dirección musical y puesta en escena de Robert Carsen; el estreno absoluto de Je suis narcissiste, de Raquel García-Tomás, con libreto de Helena Tornero, dirección musical de Vinicius Kattah y puesta en escena de Marta Pazos; Falstaff, de Verdi, con dirección musical de Daniele Rustioni y escena de Laurent Pelly; Capriccio, de Richard Strauss, con la batuta de Asher Fish y dirección de escena de Christof Loy, e Il Pirata, de Bellini, con Maurizio Benini al frente de la orquesta y puesta en escena de Emilio Sagi. A estas hay que sumar varias producciones invitadas y reposiciones: El oro del Rin, de Wagner; La Calisto, de Cavalli; Dido & Aeneas, de Purcell; Il Trovatore, de Verdi, y L’elisir d’amore, de Donizetti.
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El año empezó con El oro del Rin, la producción con la que el Real inició su proyecto de ofrecer durante cuatro temporadas consecutivas El anillo del nibelungo reconstruyendo la puesta en escena concebida por el director Robert Carsen y el escenógrafo Patrick Kinmonth para la Ópera de Colonia (Alemania) hace dos décadas. Un montaje que con el paso del tiempo se ha convertido en “mítico”, según Matabosch, repuesto varias veces en distintos escenarios del mundo, entre ellos el Liceu de Barcelona entre 2013 y 2016. En Madrid se puso al frente de la orquesta el director Pablo Heras-Casado. La propuesta escénica es unitaria para toda la tetralogía: Carsen hace una interpretación ecologista del ciclo recreando un mundo decadente, inhóspito, contaminado y arrasado, como espejo del proceso de autodestrucción de los dioses que desarrolla Wagner a lo largo de las cuatro obras.
En febrero se estrenó el primer montaje de 2019 gestado íntegramente en el Teatro Real, Idomeneo, rè di Creta, de Mozart, en coproducción con las óperas de Toronto y Roma, con dirección musical de Ivor Bolton y de nuevo puesta en escena de Robert Carsen, una propuesta pacifista que trasladaba las luchas homéricas entre griegos y troyanos que relata el libreto original a una isla del Mediterráneo en la actualidad, en la que confluyen soldados, deportados, refugiados y víctimas de guerra, todos frente a una valla que recuerda a las que se alzan hoy en las fronteras europeas para evitar la entrada de inmigrantes.
Un mes después se presentó otra producción propia del coliseo, el estreno absoluto Je suis narcissiste, de la compositora española Raquel García-Tomás, puesto en pie en colaboración con el teatro Español de Madrid. Con dirección musical de Vinicius Kattah y puesta en escena de Marta Pazos, fue una de las grandes sorpresas del año, por la que García-Tomás fue galardonada al año siguiente con el Premio Nacional de Música y que mereció calurosos elogios de la crítica, hasta el punto de que también ha sido finalista en los International Opera Awards en la categoría de mejor estreno absoluto, aunque finalmente el premio se lo llevó Oceane, del compositor Detlev Glanert, estrenado en la Deutsche Oper de Berlín. Una pieza bufa sobre el narcisismo envuelta en una estética colorida e irreverente y cargada de humor negro.
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Falstaff, de Verdi, se estrenó en abril con dirección musical de Daniele Rustioni y dirección de escena de Laurent Pelly, en coproducción con La Monnaie de Bruselas y las óperas de Burdeos y Tokio. Un montaje festivo y a la vez oscuro, calificado de brillante por la crítica, protagonizado por un Falstaff orondo y hedonista, a medio camino entre un mendigo y un mitómano.
Otro gran éxito fue Capriccio, de Richard Strauss, levantado en coproducción con la Ópera de Zúrich. Se estrenó en mayo con Asher Fisch al frente de la orquesta y dirección de escena de Christof Loy. Es una de las obras más singulares de Strauss y poco frecuente en los escenarios fuera de Alemania, por lo que la apuesta supuso un verdadero acontecimiento internacional. Fue además recibida con entusiasmo por el público madrileño.
El último estreno en 2019 fue Il pirata, otra obra también poco frecuente por el desafío vocal que supone la partitura de Bellini para los cantantes. Lo superaron con éxito el tenor Javier Camarena y la soprano Sonya Yoncheva, que arrancaron encendidos aplausos cada noche en el patio de butacas. Con dirección musical de Maurizio Benini y una espectacular puesta en escena de Emilio Sagi, el montaje fue gestado enteramente en el Real en coproducción con la Scala de Milán.
De Manuel de Falla a Benjamin Britten: hitos del Teatro Real
El 11 de octubre de 1997 el Teatro Real reabrió sus puertas tras unas costosas obras de rehabilitación que lo dotaron de las más modernas tecnologías. Más allá de la fachada y la estructura original, poco quedaba ya del viejo coliseo inaugurado en 1850, que cerró como teatro de ópera en 1925 y reabrió entre 1960 y 1988 únicamente como sala de conciertos. La primera producción que se pudo ver tras la rehabilitación fue un programa doble formado por La vida breve y El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla, con dirección musical de Luis Antonio García Navarro y dirección de escena de Francisco Nieva.
Desde entonces hasta ahora, la institución ha recorrido un camino plagado de dificultades, sobre todo durante la primera década, como recuerda Gregorio Marañón y Bertrán de Lis, presidente del patronato del Teatro Real: “Los primeros tiempos fueron difíciles por su dependencia extrema del poder político. Cada vez que cambiaba el Gobierno, se modificaban todos los equipos y eso impedía el desarrollo de un proyecto coherente. En diez años hubo seis cambios. Eso por suerte se superó a partir de 2008, cuando se estableció un nuevo estatuto para darle más autonomía, lo que le dio la estabilidad y profesionalización necesarias para empezar a crecer”.
Otro momento de inflexión llegó en 2010 con el nombramiento como director artístico de Gerard Mortier (1943-2014), una figura de renombre internacional que permitió al Real empezar a abrirse al exterior y atraer a figuras de gran prestigio. En 2013 fue relevado por Joan Matabosch, que había colaborado con Mortier en sus últimos meses y que dio continuidad a su proyecto, con algunas novedades como la designación de un responsable musical (Ivor Bolton) y dos directores invitados principales (Pablo Heras-Casado y Nicola Luisotti) para dar más estabilidad artística al proyecto.
Según Matabosch, una de sus prioridades desde que sucedió hace ocho años a Mortier ha sido saldar algunas de las lagunas culturales históricas más acuciantes del repertorio del Teatro Real: “Hemos estrenado Moses und Aron, de Schönberg, Die Soldaten, de Zimmermann; Der Kaiser von Atlantis, de Ullmann; Bomarzo, de Ginastera; Dead Man Walking, de Heggie; Street Scene, de Weill; Capriccio, de Strauss; Death in Venice, Billy Budd y Gloriana, de Britten, aparte de diversas óperas de los siglos XVII y XVIII inéditas en Madrid (de Händel y Cavalli) y estrenos o reposiciones de Mauricio Sotelo, Elena Mendoza, Tomás Marco, Alfredo Aracil, Raquel García-Tomás, Joan Magrané, Fabián Panisello, Juan José Colomer, Germán Alonso, Jesús Torres, Charles Wuorinen, Wolfgang Rihm, Katia Saariaho, George Benjamin y Steve Reich, entre otros”.
Sin embargo, continúa Matabosch, “quizá sea el éxito de algunas de las recientes coproducciones del Teatro Real lo que ha contribuido a proyectarlo con más fuerza en el circuito operístico internacional. Desde luego, el reciente Peter Grimes, pero también Rusalka, Il Pirata, Faust y muy especialmente la Turandot que Robert Wilson estrenó aquí en 2018 y que ya forma parte de los repertorios de París, Toronto y el Teatro Nacional de Lituania; el Falstaff que dirigió Laurent Pelly, y el sensacional Capriccio de Christof Loy”.
Como colofón a esta trayectoria ascendente, el Real ha destacado este año por ser uno de los pocos teatros del mundo que ha permanecido abierto esta temporada, lo que le valió también una mención especial en la gala de entrega de los International Opera Awards. “Es el reconocimiento del empuje que hemos podido dar a otras instituciones por el hecho de haber sido el año pasado los primeros en reabrir después del confinamiento y luego permanecer abiertos mientras otros cerraban”, sostiene García-Belenguer.
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