Dos semanas atrás acabó la carrera del GP de España de milagro. Sin fuerzas. No había manera de parar la moto para entrar en las curvas. Fabio Quartararo había estado liderando toda la carrera durante 14 maravillosas vueltas, pero empezó a ver cómo sus rivales le adelantaban sin piedad. Supo antes que nadie que tendría que volver a pasar por el quirófano. Le atenazaba el síndrome compartimental. Ese mal que afecta a los antebrazos de la mayoría de los pilotos de motos, que en algún momento u otro asumen que una operación quirúrgica aliviará su dolor. Aunque el piloto francés ya se había operado con anterioridad de la misma dolencia en el mismo brazo –las fascias que envuelven los músculos son muy rígidas y comprimen la zona como consecuencia de una serie de esfuerzos repetitivos de alta intensidad—, entendió que no le quedaba otra que volver al hospital.
Y volvió, los doctores abrieron esas fascias, liberaron los músculos del antebrazo derecho de Quartararo, volvieron a cerrar y el de Niza, liberado también, llegó al Le Mans dispuesto a disfrutar del GP de Francia, su carrera. Y allí, en el famoso y popular circuito de las 24 horas, adonde le cuesta entrar cada día de tanta gente como se agolpa a las puertas del recinto para atraparle en un selfie o conseguir un autógrafo, volvió a la pole position. Rapidísimo, el joven piloto del equipo Yamaha, logró 11 días después de ser intervenido ser otro sábado más el piloto más veloz de la parrilla.
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La de Le Mans es la tercera pole consecutiva para Quartararo, que animó la sesión en los últimos segundos con una vuelta al límite (1m 32,6s) cuando el contador ya estaba a cero. Se sucedían las vueltas rápidas en los compases finales de la Q2, que se disputó en un asfalto mojado sobre el que ya no llovía más. Así que la pista, tímidamente asomaba el sol y soplaba el viento, se iba secando poco a poco, lo que permitía que la pelea contra el crono fuera cada vez un poquito más fácil. O, como mínimo, más rentable. Que nada tenía de fácil correr a 300 km/h en una pista que presentaba zonas secas, otras húmedas y algunos parches de agua peligrosos. De uno de ellos dio buena cuenta Pol Espargaró, que se fue al suelo en los últimos segundos y cuando acariciaba la primera línea de la parrilla.
Rodaba Espargaró por los suelos al tiempo que Maverick Viñales resurgía de entre las catacumbas para marcar una vuelta en 1m 32,681s. Mejoraron también Morbidelli y Zarco, que en un plisplás devolvieron a Marc Márquez a la realidad: el de Honda se había colocado el primero a falta de tres minutos, pero todavía debía aguantar la sacudida final de sus rivales. Y acabó, finalmente, sexto. Una posición magnífica y un buen tiempo para haberse pasado nueve meses fuera de juego. Él sabe que todavía no está a la altura. Y también sus rivales.
Por eso se atreven con todo. Como se atrevió Quartararo. Con una vuelta final en que lo apostó todo. “Había algunos parches de agua. Y notaba que me faltaba afinar alguna cosita en la moto, peor he pensado que era la última vuelta, así que iba a todo o nada”. Y salió bien. Le arrebató la pole a su compañero Viñales, segundo a solo 81 milésimas. Tercero saldrá Jack Miller, ganador de la última carrera en Jerez.
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