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Dice un chiste sobre vascos que el distanciamiento social que nos ha impuesto la pandemia a ellos no les ha separado, sino que les ha obligado a acercarse hasta límites que desconocían en su particular y antigua normalidad. De acercamientos sabíamos, y mucho, en otra normalidad, la de Ryanair, compañía emblemática que siempre era noticia por reducir un poco más las distancias, los tamaños, el equipaje permitido o el espacio entre asientos para meter más pasajeros. Ese era nuestro mundo europeo hasta antes de ayer. Nos reíamos con tonterías y devorábamos noticias como que la aviadora irlandesa reducía la distancia entre filas de 76,20 centímetros a 71,12 por fila en algún avión para calzar más clientes, o el cambio de proveedor de asientos y la reubicación de aseos en otros para optimizar el espacio. Cualquier anuncio de estos irlandeses que revolucionaron el turismo europeo al tirar los precios era, curiosamente, éxito de audiencias seguro. El mundo de ayer.
Ryanair ha sido noticia esta semana, sin embargo, por algo mucho más desconcertante aún, y es el desvío y secuestro de uno de sus aviones en pleno territorio europeo. Sabíamos que los rusos pueden envenenar a espías en Reino Unido o volar un avión comercial procedente de Holanda sobre territorio ucranio. Ahora, mientras apenas aspirábamos a reanudar planes de vacaciones gracias a la vacunación y a seguir nuestra vida tranquilos, ya sabemos además que uno puede tomar un avión en un país de la UE (Grecia) para volar a otro (Lituania) en una compañía de un tercero (Irlanda) y resultar secuestrado por un dictador que no es de la UE, pero sí de Europa (Lukashenko).
La noticia nos ha sacudido con la normalidad con la que nos están sacudiendo las noticias extrañas desde que ya nada es normal. Miremos cuántos mitos se rompen a la vez con ella: 1. Ryanair ya no es noticia por cobrarte por llevar el bolso o pretender que vueles de pie, sino por sufrir un secuestro. 2. Ya no solo debemos preocuparnos por el pasaporte vacunal para viajar, sino por qué espacios aéreos y qué países vamos a sobrevolar; Lukashenko debe estar temblando ante el anuncio de que las compañías evitarán el suyo. 3. A la UE no solo se la humilla negando un sillón a la presidenta de la Comisión en una cumbre en la que está invitada, sino también bajando un avión cualquiera a tierra. Y 4. El pobre periodista detenido por el que se montó todo esto no escribe en un diario o un medio convencional, sino en un canal de Telegram.
¿No son demasiados símbolos caídos a la vez? ¿Acaso alguien leerá esto?
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