Israel vive un clima de enconada polarización, sin precedentes desde las fechas previas al asesinato del primer ministro Isaac Rabin en 1995. El acuerdo entre ocho partidos de la oposición para formar un nuevo Gobierno, que se dispone a recibir la confianza de la Kneset (Parlamento) en los próximos días, ha generado una ola de amenazas contra miembros de la nueva coalición desde las filas de grupos extremistas, supuestamente alentados por dirigentes de la derecha y prominentes rabinos. El director del Shin Bet (servicio de seguridad interior), Nadav Agraman, ha advertido en un inusual mensaje público de que “el discurso de incitación a la violencia, sobre todo en las redes sociales, puede llevar a algunos individuos a cometer acciones con resultado mortal”, según las investigaciones de sus agentes, y ha reclamado a los líderes políticos que rebajen el tono de sus intervenciones y llamen a la contención a sus partidarios.
El primer ministro en funciones, Benjamín Netanyahu, a punto de ser apeado del poder tras 12 años consecutivos en el cargo, se ha apresurado este domingo a acusar recibo del mensaje lanzado en la noche del sábado por el responsable de los servicios de seguridad. “Condenamos la incitación a la violencia venga de donde venga, a pesar de que el otro bando (la oposición) no lo condene”, proclamó en una reunión del grupo parlamentario de su partido, el conservador Likud. “Pero no se puede entender que cuando la crítica política viene de la derecha se hable de incitación a la violencia, y cuando viene de la izquierda sea libertad de expresión”, cuestionó veladamente al director del Shin Ben.
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Aunque Netanyahu citó en la Kneset amenazas contra él y su familia proferidas durante manifestaciones de la oposición a lo largo del último año, los principales objetivos de la actual campaña de intimidación son dirigentes de la derecha que se han sumado al pacto de coalición alternativa. Han ardido imágenes del llamado a ser nuevo jefe del Gobierno, el ultranacionalista Naftali Bennet, y de su número dos, la exministra Ayelet Shaked, quien también ha sufrido repetidos escraches junto con otros diputados de su grupo. Ha recibido amenazas de muerte anónimas la familia de Gideon Saar, exdirigente del Likud y ahora previsible ministro en el nuevo Gobierno de unidad de la oposición. Y otra integrante de la coalición opositora, la diputada de Meretz (izquierda pacifista) Tamar Zandberg, ha visto cómo se llegaba a publicar una esquela con su nombre.
El experto en seguridad Hezi Kalo, que fue director del servicio de inteligencia del Shin Bet, declaraba este domingo a la radio estatal israelí que la actual atmósfera de tensión política le recuerda a la que hace un cuarto de siglo se respiraba en Israel cuando un extremista judío mató a tiros al mandatario laborista Isaac Rabin, quien había suscrito los Acuerdos de Oslo con los palestinos. “Hay que actuar antes; no debemos esperar a que se produzca un derramamiento de sangre”, alertó.
Algunos de los principales rabinos vinculados a grupos de la extrema derecha israelí lanzaron en la noche del sábado un manifiesto conjunto dirigido a sus adeptos para “impedir por todos los medios” la formación de un Gobierno alternativo, en el que por primera vez desde 2013 no estarán representados los partidos ultraortodoxos judíos. Uno de los firmantes, el rabino nacionalista Chaim Druckman, aclaró tras la advertencia del Shin Bet que las acciones para frustrar el nacimiento de la nueva coalición deben situarse “dentro de parámetros democráticos”.
Un “peligroso gobierno izquierdista”
Según desvela la prensa hebrea, los servicios de seguridad de Israel se están planteando además cómo contrarrestar un escenario de violencia generalizada en caso de que grupos radicales traten de revivir en la sede de la Kneset en Jerusalén hechos como los que se produjeron el pasado 6 de enero en Washington. Entonces, un asalto al Capitolio consumado por partidarios del republicano Donald Trump intentó impedir por la fuerza que el Congreso Estados Unidos ratificara la elección como presidente del demócrata Joe Biden.
Netanyahu no ha recurrido hasta el momento a las incendiarias proclamas de su estrecho aliado estadounidense –”¡caminaremos hasta el Capitolio!”, arengó Trump en un discurso pronunciado ante la Casa Blanca el mismo 6 de enero–, pero sigue enviando a sus partidarios mensajes que arrojan sombras sobre la legitimidad del nuevo Gobierno de amplia coalición. “Estamos siendo testigos de la decepción electoral en la historia del Estado de Israel”, dijo en la Kneset a los diputados del Likud. “Mucha gente cree, con razón, que ha sido engañada”, argumentó el todavía primer ministro para condenar el trasvase de votos del bloque de la derecha a una coalición con el centroizquierda, “y nadie puede imponerle silencio” para protestar contra un “peligroso gobierno izquierdista, respaldado por quienes apoyan al terrorismo (en alusión a los diputados árabes)”.
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