La abstención récord en las regionales de Francia pone en alerta a los partidos políticos


La democracia francesa se despertó el lunes con una resaca monumental. Nunca, en tiempos modernos, se habían movilizado tan pocos ciudadanos en unas elecciones como en la primera vuelta de las regionales del 20 de junio. Dos de cada tres franceses con derecho a voto, más de 30 millones, se quedaron en casa o salieron a disfrutar del tiempo soleado sin mascarilla, que desde la semana pasada ya no es obligatoria en el exterior en este país. La segunda vuelta se celebra el próximo domingo día 27.

El primer ministro, Jean Castex, escribió en la red social Twitter: “Hacer ganar a la abstención es hacer perder a la democracia. Debemos combatirla colectivamente, todos. No es una manera de hablar, sino una exigencia republicana. Hoy hago un llamamiento solemne a nuestros conciudadanos, a todas y todos: el domingo próximo, ¡voten!” El presidente, Emmanuel Macron, no se ha pronunciado.

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La reacción oscila entre dos actitudes. La primera, alarmista sobre el estado de una sociedad que no se molesta en ejercer sus derechos. La segunda tiende a relativizar un abstencionismo que puede explicarse por las circunstancias específicas de esta convocatoria: los poderes de las regiones, escasos y poco conocidos, o la impresión, para una mayoría, de que no se decidía nada transcendente en las urnas.

Brice Teinturier, director general del instituto demoscópico Ipsos en Francia, lo explicó así en la cadena de radio France Inter: “Estoy convencido de que se trata de una elección en la que, para los franceses, no hay nada importante en juego, y en un país que no está en cólera, y esto ha sido lo decisivo”.

La apreciación de Teinturier va contra la idea de que Francia es una olla a presión social y política a punto de estallar cuando sale de más de un año de confinamientos y restricciones por la pandemia. Pero es cierto que, tras el desconfinamiento, este es un momento, también, de alivio y optimismo, con la vacunación avanzando a todo ritmo y la perspectiva de un verano en libertad. Por eso, no se puede deducir que la abstención masiva se repetirá en las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2022, donde los franceses sí tienen claro lo que está juego. Y por eso tampoco se puede extrapolar el resultado del domingo a la convocatoria del año próximo.

El tono de alerta, sin embargo, es predominante entre los dirigentes políticos y los comentaristas. En un artículo de portada, el director de Le Figaro, Alexis Brézet, habla, en referencia a la abstención, de “una disidencia cívica” y de “una verdadera secesión democrática”, la expresión de un descontento que, hace dos años, se manifestó en la revuelta de los chalecos amarillos.

La abstención del 66,7% es un récord en la V República fundada en 1958. Solo la supera el referéndum en 2000 en el que se decidió acortar el mandato presidencial de siete a cinco años. Los datos son aún peores entre los jóvenes. Un 87% de los electores de entre 18 y 24 años, y un 83% entre los 25 y los 34 años prefirieron no votar.

La cuestión es cómo persuadir a los millones de abstencionistas para que acudan a las urnas. En estos comicios, muchos candidatos eran desconocidos, sus campañas habían pasado inadvertidas y los temas de discusión trataban a menudo de cuestiones nacionales como la inseguridad, que no es competencia regional.

“No hay una varita mágica”, declaró Stanislas Guerini, delegado general de La República en marcha (LREM), el partido de Macron. “Pero pienso que debemos dotarnos de todos los medios: deseo que se ponga en marcha el voto por Internet en el próximo quinquenio [presidencial]”.

Macron fue el gran perdedor en la primera vuelta de las elecciones: su movimiento, poco implantado en el territorio es la quinta fuerza política en Francia, con poco más del 10% de votos y no tiene opción de gobernar ninguna región. La otra perdedora es Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN). Según todos los sondeos publicados antes de las regionales, será la principal rival de Macron en 2022.

“Nuestros electores no se han desplazado”, dijo Le Pen en la noche electoral. “Les llamo a despertarse”. Un dato llamativo de estas elecciones es que el campo abstencionista se nutre en gran parte de simpatizantes la extrema derecha. Un 73% de los votantes de la jefa del RN en las presidenciales de 2017 renunciaron a participar esta vez, según un sondeo de Ipsos. El voto antisistema, esta vez, no ha sido para Le Pen.


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