A Luis Enrique Martínez, seleccionador de España, le va a pasar en esta Eurocopa lo que le ha sucedido a todos los seleccionadores nacionales de fútbol en anteriores Eurocopas y Mundiales -incluso a quienes, como Luis Aragonés o Vicente del Bosque, acabaron levantando títulos históricos-: que, haga lo que haga y tome la decisión que tome, se va a enfrentar a la crítica y la opinión de casi 47 millones de personas convertidas de repente en seleccionadoras. Todas, al parecer, más expertas y con más conocimientos que él. Todas, al parecer, con la razón absoluta en su poder; una razón que el bueno de Luis Enrique, como tantos otros antecesores, perdió en el momento en el que aceptó el cargo de seleccionador nacional.
Salvando las distancias, ocurre algo parecido con la maternidad y la paternidad. Sobre todo, cuando se es madre o padre primerizo. De repente cada decisión respecto a la crianza y la educación de un hijo se somete al veredicto y la opinión de un sinfín de “seleccionadores nacionales”. Todos, al parecer, saben mejor que los padres qué necesita su hijo o cómo cuidarlo. Podríamos decir que en España hay casi 47 millones de seleccionadores nacionales y casi 47 millones de padres y madres. Casi 47 millones de personas que saben a ciencia cierta que es mejor apostar por Gerard Moreno en vez de por Morata, del mismo modo en que saben a ciencia cierta que es mejor que una madre no coja a su hijo en brazos “porque se malacostumbra”.
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“Esa necesidad de opinar y de ponerse en el lugar de se siente desde que tenemos cuatro años y empezamos a desarrollar el juego simbólico, ese juego en el que nos imaginamos siendo padres, médicos o policías siempre exitosos; esa necesidad queda latente a lo largo de la vida. Nos imaginamos estando en el lugar de y pensando qué haríamos para gestionar la situación con éxito. También muchas veces, lo que sucede, es que tenemos la necesidad de ayudar al otro, de protegerlo, y eso es lo que nos lleva a aconsejar, recomendar o, incluso, como hacen muchas abuelas, a coger al niño o niña y hacerlo ellas mismas”, explica Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien de Madrid, especializados en educación emocional.
Menos benevolente se muestra Elisa Ramos Gil, especializada en psicología Infantojuvenil, Atención Temprana y Neuropsicología, para quien “vivimos en una sociedad en la que cuesta menos decir nuestra opinión sin tener en cuenta a la persona a la que se la decimos que, simplemente, callarnos; una sociedad en la que se ha dejado de lado la educación emocional, la enseñanza de las habilidades sociales y, como consecuencia, hay una falta de empatía muy grande hacia los demás”. Para Ramos Gil, la maternidad y la paternidad son materias en las que todos creemos ser expertos y todos opinamos “sin tener en cuenta lo que se sufre, la incertidumbre que generan los comentarios y el desgaste que ocasiona adaptarse al nuevo rol de padre o madre”.
¿Hasta qué punto pueden llegar a afectar esos consejos a unos padres primerizos? ¿Les pueden generar dudas? “En la mayor parte de los casos generan muchas dudas, quizá más dudas de las que solucionan. Eso provoca un fenómeno curioso, y es que tanto consejo no pedido lleva a muchas madres y padres a caer en el cambio constante de decisión y de acción, de forma que esos cambios son tan rápidos que no dan tiempo a que lo correcto de sus frutos, lo que aumenta aún más la inseguridad. Los consejos hechos sin empatía generan mucha frustración en quien los recibe. Los consejos a destiempo generan inseguridad. Los consejos continuados, estrés”, responde Sonia Martínez.
Para Elisa Ramos Gil, por su parte, el problema es que coinciden dos factores: por un lado, que los padres y madres primerizos están llenos de dudas y miedos; por otro, que los consejos no solicitados se hacen muchas veces con un tono que ralla la imposición. “La mezcla de estos dos aspectos puede ser una bomba para cualquier padre o madre primerizo, ya que puede generar más dudas, inseguridad, miedos y cuestionamientos de los que ya se tienen. Es más, si estos consejos no solicitados son constantes, pueden incluso hacer que las madres y los padres eduquen a sus hijos según las expectativas de los demás”, afirma.
En ese sentido, desde su experiencia como madre, pero también desde sus conocimientos como psicóloga, Ramos Gil aconseja a padres y madres que lleguen a un acuerdo muy claro sobre cómo quieren criar y educar a sus hijos, que piensen en sus razones para hacerlo así y que acepten que a su alrededor no todo el mundo tiene que estar de acuerdo con ellos, pero sí que al menos deben respetar sus elecciones: “En mis sesiones lo digo de una forma muy simbólica que les ayuda a verlo más fácilmente. Les pido que agarren su opinión, que la tengan clara y que no la suelten. Es lo que han decidido, así que lo están haciendo bien”.
Asertividad como solución
Consejos los hay de muchos tipos y para muchos aspectos de la crianza y la educación. Algunos, por ejemplo, se refieren a temas con menos trascendencia y son más fáciles de relativizar por quien los recibe. Otros, sin embargo, afectan a decisiones muy personales (dar el pecho, hacer colecho, etc.) y pueden generar un mayor malestar en madres y padres, sobre todo entre las primeras, que en una sociedad que todavía arrastra muchos tics machistas son el blanco fácil de la crítica, las responsables de todos los males futuros que se auguran a los niños si duermen con sus padres o todavía toman teta a los tres años.
“En esos consejos -y en todos los consejos en general- dar respuesta es muy importante. Muchas veces no lo hacemos por evitar conflictos, pero realmente lo único que provoca esto es que aumente la distancia con la persona que ofrece el consejo o que se empieza a crear una bola de nieve que termine en un conflicto mayor en el futuro”, reflexiona Sonia Martínez, que aconseja optar por respuestas asertivas como “Gracias, sé que me quieres ayudar, pero por el momento continuaré haciéndolo así” o “Estoy segura de que esto que me dices te sirvió a ti, pero no creo me ayude, gracias de todos modos”. “Este tipo de respuestas ayudan a comunicar y a entenderse mejor sin caer en el conflicto”, recomienda la directora de los Centros Crece Bien.
De la misma opinión es Elisa Ramos Gil, que aconseja para responder a los consejos no deseados una técnica conocida como el disco rayado. “Para los consejos impertinentes es lo mejor”, afirma. Según la experta, cuando alguien insiste a una madre, por ejemplo, con que tiene que dejar de dar el pecho a su hijo porque le crea dependencia, la madre debe responder de manera calmada y sin mostrarse afectada que gracias por el consejo, pero que ella hará lo que considere mejor. “Si la persona insiste, contestamos otra vez lo mismo. El objetivo es repetir una y otra vez lo mismo de manera diferente hasta que la persona se canse y vea que su opinión no es importante. Esto, por supuesto, requiere paciencia, seguridad en lo que has decidido y mucha calma”, añade.
En todo caso, y más allá de responder, Sonia Martínez recomienda por último relativizar y ver con perspectiva unos consejos que, en su opinión, muchas veces vienen de personas que solo quieren ayudarnos, aunque no siempre sepan cómo hacerlo o no siempre elijan el mejor modo para comunicarlo. “A mí me gusta ver los consejos como los colores al vestir: algunos te pueden sentar bien y otros no, depende del momento, las circunstancias y las personas. Lo bueno que tiene es que puedes probarlos a ver qué tal funcionan y también elegir cuáles pruebas y cuáles no. En todo caso, nunca está de más mirar los consejos y recomendaciones como
Consejos para “aconsejadores”
Sonia Martínez, directora de los Centros Crece Bien de Madrid, ofrece una serie de consejos para “aconsejadores”, para todos aquellos que, cuando ven a unos padres con su hijo, no pueden dejar a un lado a la madre o al padre que llevan dentro. Son los siguientes:
- Antes de aconsejar u opinar, piensa si es el mejor momento para hacerlo, si la madre o el padre están tranquilos y pueden escucharte.
- Antes de lanzarte, pregúntales si necesitan ayuda o si quieren que les digas algo por si les sirve.
- Los consejos, mejor en forma de pregunta. Por ejemplo: “¿Has probado a dormir al niño de tal manera?”
- Habla siempre desde tu experiencia, que no tiene por qué ser la misma que la de otros padres. Habla siempre desde lo que te pudo ayudar a ti, por si les pudiera ayudar a ellos.
- Mantén en todo momento una actitud de respeto y confianza hacia la persona que está cuidando de un niño o niña. Lo que más necesita esa persona es que le den seguridad y tranquilidad. De esta manera serás un gran apoyo.
- Si puedes reforzar, aplaudir o reafirmar lo que los padres y madres hacen bien, eso será un gran potenciador de su seguridad. Así que fíjate en lo que hacen bien para decírselo y no en lo que en tu opinión hacen mal para corregirlo.
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