Unos grilletes frustraron la discreta y acomodada vida de Robert Mark en la urbanización gaditana de Sotogrande justo cuando estaba esperando un pedido de 1.000 kilos de cocaína desde el Caribe. Si había alguien a ese lado del Estrecho de Gibraltar que estaba capacitado para dar el salto del hachís local a la coca sudamericana, era este exmilitar inglés con coartada de hombre de negocios y envidiable agenda de contactos en Europa. La encarnación de “la combinación perfecta de logística e inversión”, según lo ha definido Marcos Frías, jefe de la Brigada Central del Crimen Organizado de la Policía Nacional este miércoles en una rueda de prensa en el Puerto de Cádiz. Pero eso no lo ha librado de ser uno de los 15 detenidos de la Operación Candado que ha desmontado a una mafia de, al menos, 14 años de trayectoria.
Para cuando el buque Fulmar de Vigilancia Aduanera abordó en las inmediaciones de las Azores al velero Windwhisper el pasado 13 de junio, Robert Mark B., exsubmarinista de la Royal Navy inglesa, de 64 años, llevaba ya en prisión desde hacía casi un mes. A bordo del barco de bandera inglesa y más de 12 metros de eslora viajaban tres hombres y una tonelada de hachís envasada al vacío en paquetes y camuflada dentro de mochilas. Este miércoles al mediodía, los petates grises repletos de cocaína se acumulaban en la proa del Fulmar, a la espera de que una grúa pluma los desembarcase en el puerto de Cádiz. Poco antes, los tres tripulantes de nacionalidad inglesa partían detenidos, rumbo a los calabozos de la comisaría provincial.
Para los agentes del Grupo de Respuesta Especializada al Crimen Organizado (GRECO) y el Grupo 50 de la Comisaría General de la Policía Judicial no cabe duda de que el porte de cocaína estaba organizado por Robert Mark. El velero partió de un lugar que Frías no ha especificado, entre las islas caribeñas de Martinica y Curazao. La zona y la mercancía eran nuevas para un narco de vida discreta que había desarrollado toda su carrera delictiva con transportes de hachís desde África. “[Robert Mark] lo hizo como respuesta para paliar las pérdidas que había sufrido anteriormente en dos alijos de hachís”, apunta el jefe de la Brigada Central. Fueron los dos duros golpes que Vigilancia Aduanera y la policía asestaron a la mafia en agosto y noviembre de 2020 y con los que perdieron 600 y 1.000 kilos de hachís, respectivamente.
Dar el salto del hachís a la cocaína no es tarea sencilla. El valor de la mercancía —1.980 euros el kilo de la primera, frente a más de 30.000 euros por el mismo peso de la segunda, según estimaciones del Ministerio del Interior— y las diferentes rutas y mafias de distribución dificultan la mudanza. Pero la mafia de Robert Mark ya había demostrado tener músculo para dar el salto. A su cargo tenía una tripulación de marineros curtidos en navegaciones difíciles. A eso sumaba una agenda de contactos que ya le había permitido encontrar inversores para financiar sin problemas sus viajes de hachís desde Marruecos, como un empresario de heladerías del Campo de Gibraltar que apostó por diversificar sus ingresos por la vía ilegal. Todo ello camuflado tras un perfil bajo de falso empresario inglés dedicado a los negocios náuticos que le hacía pasar como uno más en ese círculo cerrado y exclusivo que es la urbanización de Sotogrande (San Roque, Cádiz).
“Podía hacer cualquier operación transoceánica, si quería”, resume Frías. Y así fue como Robert Mark se embarcó en la idea de pasarse a la cocaína. Para ello contó con la financiación de dos ingleses, uno de ellos con origen irlandés y libanés, “con mucho dinero y que eran casi intocables en Marbella”, explica uno de los investigadores del caso. “Demuestra el trasvase constante de dinero y mercancía que se produce entre el Campo de Gibraltar y la Costa del Sol”, apunta el jefe de la Brigada Central. Para Frías el caso de Robert Mark es paradigmático también de la capacidad de las mafias más poderosas “de reponerse inmediatamente, porque tienen una capacidad patrimonial muy importante”.
De hecho, el exmilitar llevaba al menos 14 años en el negocio del hachís con un perfil tan bajo y discreto que, pese a conocerlo, a los agentes les costaba encontrar el hilo que desmadejase el modus operandi de una organización también capaz de exportar la mercancía a terceros países como el Reino Unido o Ucrania, otra excepción en el proceder de las mafias locales, que solo suelen encargarse del paso del estrecho de Gibraltar.
Robert Mark solía enmascarar sus portes de droga desde África en veleros que estaban implicados en maniobras de compraventa legales, actividad tapadera de su empresa de náutica. Eso hacía que las embarcaciones estuviesen a nombre de terceras personas no implicadas en el negocio ilegal, lo que ha complicado el rastreo a la Fiscalía Antidroga del Campo de Gibraltar y el Juzgado de Instrucción número 1 de San Roque (Cádiz), encargados de dirigir una investigación que ha durado más de diez meses.
Con el abordaje “limpio” del pasado 13 de junio en alta mar, los investigadores dan por “totalmente desmantelada” a la organización del británico, según ha asegurado Frías. Además del propio cabecilla, buena parte de los 15 detenidos —de los que más de la mitad son británicos y el resto españoles y marroquíes— han entrado a prisión provisional. Pero el cerco policial contra el narco en Cádiz no cesa, con varias redadas policiales a la semana. Aún no se había terminado de desembarcar la cocaína que Robert Mark nunca llegó a recibir cuando el jefe de la Udyco Central de la Policía Nacional, Santos Bernal, advertía: “Ya tenemos otra operación en curso. En breve, daremos más detalles”.
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