Arnau París ha sido muchas cosas en su vida. Ayudante de fontanero, trabajador del sector financiero, vendedor de grifos y, desde este martes, ganador de la novena edición de MasterChef España. El barcelonés de 32 años logró imponerse en la última ronda de la novena edición del programa de La 1 con un menú dividido en dos partes: Origen, una coca de recapte con crema de pimiento y caballa inspirado en sus cuatro abuelos payeses, y Bosque, un carpaccio de carabineros con una salsa chili crab. La crema catalana sirvió de postre para esta comida ganadora. Además del título, el catalán se lleva 100.000 euros, un contrato para imprimir su libro de cocina y, junto a los otros dos finalistas, la posibilidad de cursar un máster en Ciencias Gastronómicas del Basque Culinary Center.
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“Conseguir un sueño y que se haga realidad es un cambio de vida”, dice el ganador por teléfono, quien afirma que ahora podrá dejar a un lado el comercio de grifos para dedicarse de lleno a la gastronomía. “Hay poca gente a la que le pasa esto y menos si ya tienes una carrera. Nunca haces ese cambio, ya sea por miedo, por inestabilidad o por lo que sea. Aunque gane menos, sea más incierto, tenga que currar más horas, da igual si es lo que me apasiona”.
El barcelonés sobresalió entre el resto de concursantes por su actitud positiva y apasionada que repetidamente ha descrito como su “espíritu guerrero”, algo que él ha considerado esencial para encarar el reto que representa el programa. “Lo esencial es la fortaleza mental, y saber recibir muchos golpes y malas valoraciones”, señala París. “Aunque Jordi [Cruz] te diga que lo que hiciste es comida para gatos, tú tienes que volver a tope. Esa es la forma en que se gana MasterChef”.
“Hay un momento concreto en que me vine abajo, que fue durante la prueba de eliminación del quinto programa”, rememora el catalán sobre una de las varias eliminatorias que tuvo que enfrentar a lo largo de las 13 semanas del concurso. “Allí tuve que despertar al guerrero, al espíritu vikingo. Llegué mal, hice un mal cocinado, el segundo fue terrible también y casi me voy, pero sigues allí y sigues luchando”.
Aceite de oliva, vino y sofrito
Un momento clave en su recorrido en el programa fue tener al chef Dabiz Muñoz como juez invitado en la final. París había comentado en la primera entrega que Muñoz era todo un referente para él. “Es como si un fan del Barça recibe una invitación de armar una pachanga con Messi”, afirma el barcelonés entre risas.
La gastronomía es compartir
No obstante, el hijo de una familia de productores de vino y aceite de Lleida no olvida sus raíces. “Mola mucho la vanguardia, la técnica, la fusión, pero yo me puedo tirar ocho horas haciendo un sofrito con fuego de leña”, indica París, quien comenta que ha participado en jornadas gastronómicas en Lleida en las que la gente puede disfrutar de su comida en el lugar de donde procede su materia prima. “¿Qué más proximidad que comer bajo el olivo de donde viene tu aceite?”.
“La gastronomía es compartir”, resalta el barcelonés, quien recuerda las comidas en la casa de su familia en Lleida. “Era un momento de comunión y eso es lo que hay que recuperar”, apunta con nostalgia París, quien argumenta que hace falta “mirar hacia atrás para seguir hacia adelante, ser más conscientes y sinceros y buscar el origen de las cosas”.
“Para mí la cocina tiene que ser sincera. Si quiero comer un chuletón, que sea el mejor chuletón que me pueda conseguir y si quiero comer algo instantáneo, que al menos sea sincero”. El ganador de MasterChef pone como ejemplo las ensaladas de los restaurantes de comida rápida: “Si te comes una ensalada que lleva tres salsas, cosas fritas y un pollo rebozado, no puedes decir que comiste algo saludable. Comer guarrerías no lo critico, pero busca la mejor guarrería que puedes conseguir”, concluye.
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