Diez días después de la ola de protestas que sacudieron Cuba, el Gobierno sigue sin dar una cifra oficial de detenidos, aunque diversas fuentes aseguran que son centenares, en su mayoría jóvenes. Poco a poco algunos de los arrestados el 11 y 12 de julio han ido saliendo a la calle, unos con medidas de reclusión domiciliaria y pendientes de juicio y otros sin cargos. Varios han dado testimonio de lo sucedido y denunciado abusos policiales y violencia desmedida en las calles y en las comisarías. Durante las protestas del maleconazo, en 1994, cientos de personas fueron llevadas a juicio sumario y recibieron condenas de hasta un año de cárcel por desorden público, y se espera que algo similar suceda ahora.
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Los incidentes de este verano fueron mucho mayores que los de 1994, ceñidos a La Habana. En esta ocasión fue una verdadera ola de manifestaciones la que estremeció ciudades y pueblos en todo el país, en las que participaron miles de personas. Aunque internet sigue cortado o funcionando mal, poco a poco han circulado vídeos en las redes sociales que documentan las protestas, la mayoría pacíficas, pero también otras que derivaron en disturbios y saqueos de tiendas. Las autoridades aseguran que fueron más de 50 los establecimientos vandalizados, y advierte de que los autores serán juzgados con todo rigor.
En uno de estos vídeos, filmados por los propios manifestantes con sus teléfonos móviles, puede verse cómo un comandante histórico, Ramiro Valdés, que fuera dos veces ministro del Interior, fue abucheado y obligado a retirarse en medio de gritos de “libertad” en la localidad oriental de Palma Soriano. En el pueblo matancero de Cárdenas, epicentro de la pandemia en estos momentos, la gente volcó coches de policía y hasta el vehículo del secretario del Partido Comunista, algo absolutamente inédito.
Hay un denominador común en la mayoría de las filmaciones difundidas, y es la dureza de la respuesta policial y de civiles afines armados con palos, unas escenas de violencia contra los manifestantes que han estremecido a muchos cubanos. Junto a ello, han comenzado a aparecer los primeros testimonios de jóvenes detenidos que ya han sido puestos en libertad. Gran impacto tuvo en las redes sociales el relato de Leonardo Romero Negrín, un estudiante universitario de 22 años que fue arrestado el 11 de julio frente al Capitolio, donde la protesta fue mayor.
Romero cuenta que salió en defensa de un antiguo alumno suyo al que estaba pateando la policía por filmar con su móvil. “Me cogieron varios oficiales, me hicieron una llave, me dieron golpes, pero no fue ahí donde me golpearon de verdad. Me llevaron a la estación de Dragones, que está exactamente a una cuadra, y cuando entramos me tiraron en el piso y entre cuatro personas me cayeron a patadas por todas partes. Me cubrí la cara con los antebrazos y siguieron dándome patadas, por eso tengo un antebrazo hinchado, un médico lo vio. También una costilla me duele, no llegó a fracturarse, pero me duele, y el médico lo vio”.
Romero Negrín ya fue detenido el pasado 30 de abril por manifestarse en la calle Obispo con un cartel que decía “Socialismo sí, represión no”, y estaba bajo una medida cautelar, por eso, dice en un artículo publicado en el medio digital La Joven Cuba, evitó participar en la protesta, pero aun así fue arrestado. En la comisaría, asegura el estudiante, fue llevado a un patiecito. “Un oficial fue con una tabla de madera blanca y una cámara en la otra mano, que era de un periodista estatal que estaba ahí y lo vio todo. No quiero involucrarlo, pero es un periodista de Alma Mater que vio exactamente todo lo que me hicieron. El oficial me dio varios tablazos por las piernas, todavía tengo las cicatrices. Cuando iba a salir de allí vino otro oficial, el 03912 de la estación de Dragones, y le dijo a dos personas que me aguantaran, me cogió con las dos manos por el pelo y me dijo: ‘¡Por mercenario!’ Me dio un cabezazo en la nariz, casi me desmayé, y siguieron dándome golpes antes de trasladarme a la estación de Zanja”.
Su testimonio, al que se suma el de otros jóvenes que han denunciado hechos similares, ha tenido gran impacto en las redes sociales. El historiador y ensayista Julio César Guanche dijo que es imprescindible “que se reconozcan los abusos que se hayan cometido y una declaración oficial los califique de modo urgente de inaceptables”. Guanche pidió “procesar solo a personas que hayan cometido delitos graves sobre otras personas o bienes, teniendo en cuenta la gravedad de las consecuencias y el contexto en el que se produjo”. También pidió “revisar la actuación policial con sanción firme para casos de excesos, con información precisa sobre los detenidos y retirada de cargos para todos los manifestantes pacíficos”.
El exdiplomático cubano Carlos Alzugaray señaló que “a estas alturas todavía no hay una cifra oficial de detenidos ni una información de cuántas manifestaciones se produjeron, y cuántas fueron pacíficas”, mientras la revista Alma Mater, institucional y dirigida a los universitarios, hizo público un comunicado en el que informó de que se había puesto en contacto con Negrín y otro estudiante detenido para documentar sus casos. “Manifestamos nuestra disposición de continuar investigando y hacer público cualquier caso de uso excesivo de la fuerza durante la actuación de la policía, el pasado 11 de julio contra personas que se manifestaron pacíficamente”, dice la revista. Otro hito más.
La conmoción provocada por las imágenes y testimonios es considerable, y el propio presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ya reconoció que “habría que pedir disculpas” si se cometieron excesos contra inocentes, pero insistió en considerar a la mayoría de los manifestantes como delincuentes, mercenarios y “confundidos”. Y acusó a EE UU de estar detrás de lo sucedido y de manipular las redes sociales para dar una imagen de ingobernabilidad en la isla.
Las calles hoy siguen llenas de policía y no se conoce de más incidentes; ahora la atención está en los presos y los procesos que vendrán. Romero, que dice haber visto a más de un centenar de detenidos durante los cinco días que estuvo preso, está en arresto domiciliario a la espera de un juicio por desorden público.
Cierto tono de autocrítica en el discurso oficial
Basta poner el noticiero de la televisión cubana para darse cuenta del impacto de lo sucedido. El lunes, unos periodistas entrevistaban en el aeropuerto a viajeros llegando cargados de medicinas y alimentos que ahora no pagan aranceles, una primera medida anunciada tras la protesta en la dirección de demostrar que el Gobierno se mueve para aliviar las penurias, la base del malestar ciudadano que provocó que miles de personas se echaran a la calle el 11 de julio. En otro reportaje, la televisión oficial se hacía eco de la ayuda humanitaria recogida por la población y el sector privado para paliar la situación de emergencia en Matanzas, otro de los detonantes de las manifestaciones. Hasta ahora, asumiendo que es el Estado el responsable absoluto en esta materia, las autoridades han sido muy celosas en evitar que se hagan campañas populares para promover este tipo de solidaridad, o las han dificultado por exceso de burocracia —algo que ha indignado a mucha gente—, pero ahora la línea es facilitarla.
En el discurso oficial se ha impuesto un cierto tono de autocrítica, admitiendo que la situación de descontento tiene causas objetivas y reconociendo errores internos, más allá de que el embargo estadounidense sigue siendo considerado el causante principal del agravamiento de la crisis. Todo el mundo espera que lo ocurrido sirva para acelerar reformas mil veces anunciadas pero hasta ahora pospuestas, como la legalización de las pymes.
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