El Perú que espera a Pedro Castillo


Una tarde de finales de mayo, en un barrio de casas destartaladas y calles polvorientas del norte de Lima, se oía una voz a través de unos altavoces: “En costa, sierra y selva, Castillo presidente”. Los vecinos y los perros callejeros, encandilados por la musiquilla, se fueron congregando en una gran explanada. De repente, apareció un hombre vestido de agricultor, con un sombrero de palma y los brazos extendidos. Su presencia electrificó a los presentes.

El candidato Pedro Castillo, un profesor rural con un discurso populista de izquierdas, convirtió sus mítines en las zonas más olvidadas del país en verdaderos acontecimientos. Ahora, después de un recuento de un mes que ha tenido en vilo a toda Latinoamérica, Castillo será el presidente de Perú. En [la] costa, [la] sierra y [la] selva. El miércoles se enfundará la banda presidencial en medio de una crisis económica y con el desafío de coser un país dividido tras las denuncias de fraude electoral de su rival, la derechista Keiko Fujimori. No hay pruebas de ese engaño, pero la desconfianza y el rencor que ha despertado esa acusación no se ha evaporado tras la decisión del tribunal electoral de declarar ganador a Castillo. Estos son los retos que enfrenta como presidente este maestro de escuela de 51 años.

Congreso

Desde ahí tendrá la oportunidad de gobernar el país, pero también de encontrar su tumba. Fujimori podría aglutinar a otras fuerzas para aplicarle la “incapacidad moral permanente”, una figura legal con la que se deshicieron anteriormente de dos presidentes, Pedro Pablo Kuczynski en 2018, y Martín Vizcarra en 2020. No hay una definición estricta del término, por lo que se utiliza para ejecutar mociones de censura encubiertas. La bancada de Perú Libre, el partido en el que Castillo es invitado, tiene 37 escaños —la primera fuerza, seguida por 24 del fujimorista Fuerza Popular— pero no tiene mayoría. Eso quiere decir que todas sus decisiones tendrán que ser consensuadas.

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Algunos de los congresistas de Perú Libre son más afines a Vladimir Cerrón, el dueño del partido, que a Castillo. Cerrón es un exgobernador que fue apartado del cargo por corrupción. Su sueño era ser presidente, pero la justicia le cerró el paso. Por sus opiniones extremistas, su dogmatismo y aprecio hacia el castrismo o el chavismo, es un aliado incómodo para el profesor de escuela. La convivencia entre ambos no será sencilla. Cerrón pretende influir en las decisiones presidenciales con sus congresistas aliados. Lejos de mantenerse en un segundo plano, como le ha insinuado la gente de Castillo que sería conveniente, utiliza su cuenta de Twitter como un mazo. El enemigo puede que se oculte en casa. O fuera.

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En ese plano aparece Rafael López Aliaga, el líder del ultraderechista Renovación Popular. Numerario del Opus Dei, insiste en que hubo un fraude electoral. Su agresividad ha ayudado a tensionar la situación. En una ocasión pidió la “muerte para los comunistas”, en alusión a Castillo. En paralelo, los abogados de Fujimori recaban firmas para un proyecto de ley que impida al nuevo presidente modificar la Constitución y llamar a una Asamblea Constituyente, una de sus principales promesas electorales. Castillo cree que la actual Carta Magna está anticuada y favorece a la oligarquía del país. Opina que habría que redactar una nueva, como en Chile. Sus críticos alegan que podría ser un instrumento para hacer saltar por los aires el marco actual e imponer un sistema autoritario, como ocurrió en Venezuela. Castillo, si quiere sobrevivir, tendrá que hacer política de altura en el Congreso.

Economía

La pandemia ha golpeado de manera brutal a Perú. En este momento registra el mayor número de muertes per cápita de todo el mundo. La economía se redujo 11 puntos porcentuales y la pobreza se incrementó en un 10%. Se calcula que el 30% de la población, 3,3 millones de personas, no puede cubrir sus necesidades básicas. El presidente saliente, Francisco Sagasti, dice que Perú ha enfrentado la pandemia con un problema de evasión fiscal y baja recaudación (14,1% del PIB). “Va a haber que tomar decisiones muy complejas frente a gran cantidad de demandas justas en salud, educación, transporte, cuestiones sociales: no va a haber recursos. El próximo Gobierno y los siguientes tendrán que hacer esfuerzos sostenidos ante esas demandas”, explica Sagasti a EL PAÍS.

El mandatario apunta que la Administración de Castillo tendrá que hacer lo posible para mantener el ritmo de crecimiento que logró el Gobierno de transición, aunque resaltó que crece más el PIB que el empleo, y que si bien han subido los precios internacionales de los metales —de los que se beneficia el sector exportador— también hay un incremento en los precios de venta de los alimentos. El probable nuevo ministro de Economía, Pedro Francke, dijo en una entrevista con este periódico que una forma de incrementar el presupuesto público era aprobar un nuevo impuesto a los beneficios de las mineras, disparados por la demanda internacional. La negociación con los gremios empresariales mineros, que apoyaron sin medias tintas la candidatura de Fujimori, no resultará sencilla.

Pandemia

La pandemia ha puesto de manifiesto muchos de los defectos de la infraestructura sanitaria. Los hospitales se colapsaron y mucha gente murió desasistida en su casa. No había respiradores ni oxígeno. Los peruanos acudieron desesperados a la sanidad privada, de donde salieron con facturas millonarias. Una tercera ola podría truncar el inicio del Gobierno de Castillo.

La atención médica no ha mejorado en este tiempo, si acaso ha ido a peor. Además, la vacunación no va demasiado rápida. Solo el 16% de la población objetivo se ha vacunado con dos dosis. En cambio, el porcentaje en las regiones —fuera de Lima— es menor al 12%. Sagasti ha pedido que Castillo mantenga al mismo equipo que dirige el proceso, de lo contrario se podrían perder tres o cuatro meses. El ministro de Salud saliente, Óscar Ugarte, asegura que “ya están contratadas y pagadas” 78 millones de vacunas de aquí al mes de enero. Existe otro nuevo obstáculo: el Colegio Médico del Perú exige al Gobierno una tercera dosis, y se suma a los mensajes de influentes y políticos que critican la vacuna de Sinopharm, una de las tres que el Estado administra. Castillo, que hizo campaña en medio de aglomeraciones pese a que estaba prohibido, tendrá que hacer frente a la gestión de la pandemia, cuando él ya se veía como el mandatario que comandaría la recuperación.

Pedro Castillo despierta dudas en el plano internacional. En parte porque es un misterio. Desde hace un mes apenas ha hablado en público. Pocos se atreven a pronosticar el rumbo que cogerá su Gobierno. Estados Unidos y Europa tardaron tres semanas en decir que las elecciones habían sido justas y limpias, pese a las evidencias. El analista internacional Óscar Vidarte remarca que Castillo tendrá que responder a las señales de acercamiento que ha ido enviando el Gobierno de Joe Biden desde EE UU, que además ha donado recientemente vacunas a Perú.

Biden ha mandado señales de que busca en Castillo más un aliado que un enemigo y de querer alejarlo de las posiciones antiamericanas de otros dirigentes de la región. Vidarte añade que la nueva Administración también tiene que seguir aprovechando su relación con China: “Son socios comerciales fundamentales para la inversión”. Para el especialista, hay una crisis del multilateralismo en América Latina: “La región es un caos, la Alianza del Pacífico es de lo poco que funciona. El Grupo de Lima (que impulsó Estados Unidos y del que Pedro Pablo Kuczynski fue un animador) tendería a debilitarse, y el nuevo Gobierno debería tender más al diálogo y a la no injerencia respecto de Venezuela”.

Ahí entrará en juego el equilibrio de poder entre Cerrón y Castillo. Un reto más para un profesor de escuela que llega al poder después de tres meses de campaña y disputa electoral agotadora. En realidad, eso solo era el principio. Ahora comienza de verdad su andadura. En costa, sierra y selva.


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