Luna García, psicóloga ponferradina de 28 años afincada en Madrid, tuvo durante la pandemia una de las peores citas que recuerda. En una cita acordada en la aplicación de ligues Tinder se topó con un chico que lucía una mascarilla mugrienta. “¡Vas a una cita! ¿Qué haces con una mascarilla sucia? La traía hecha un desastre, rota, como de lado. Ya empezó mal la cosa”, cuenta a ICON Luna, que prefiere no dar su nombre auténtico. “Estuvo todo el rato hablando él, encima de cosas aburridísimas. No había por dónde cogerlo. Cuando le digo que me marcho, va y me suelta que le parecí muy especial en la aplicación, pero que en persona se había dado cuenta de que era corriente y no hablaba. Al final, ambos ganamos una discusión con un desconocido”, recuerda. “Y le dije que tenía la mascarilla sucia”.
A un problema más rocambolesco con el cubrebocas, si cabe, se enfrentó la murciana de 27 años Raquel Guerra, que también prefiere usar pseudónimo. Había echado el ojo a un hombre que acudía a su mismo gimnasio, pero no se atrevía a hablarle. Hasta que lo encontró en Tinder. O no. “Como siempre le veía con la mascarilla, no estaba segura de si era él. Intenté sonsacarle, con mensajes tipo ‘Qué bien te quedaba la camiseta verde hoy’ y solo me respondía: ‘jaja’. No sabía si es que creía estar siguiéndome una broma o si era él de verdad, porque no hablaba nada. Quedamos cuando se podía ir sin mascarilla en exteriores, pero, según me voy acercando, digo: ‘Hostias, no es él’. Aborto misión, paso de largo y, entonces, me vuelve la imagen y me doy cuenta de que en realidad sí es él. Con una ropa distinta a la del gimnasio, claro, por eso en mi cabeza no cuadraba. No me giré porque pensé que sería incómodo explicarlo. No ha vuelto a ir al gimnasio. Igual está de vacaciones”.
Luna y Raquel son solo dos de las muchas personas en todo el mundo que hicieron que Tinder tuviera en 2020 el año más activo de su historia, según informan fuentes de la aplicación a ICON. Un crecimiento que se ha mantenido en 2021: en febrero de este año, había un 19% más de mensajes al día que en el mismo mes de 2020, justo antes del confinamiento domiciliario por la expansión del coronavirus en España. Desde la empresa aseguran que cada usuario, de media, ha hecho durante la pandemia un 11% más de deslizamientos en la pantalla para ver otros perfiles (lo que en la jerga de la aplicación se denomina swipe) y cosechado un 42% más de coincidencias (matches en el idioma Tinder, la expresión para denominar que dos personas mutuamente han marcado que se gustan). El 29 de marzo, casi al inicio de nuestra cuarentena, Tinder superó por primera vez los 3.000 millones de swipes en un solo día a nivel mundial, récord que, a lo largo del año, batió 130 veces más.
Pese al excedente, sin embargo, el virus y las restricciones han dificultado llevar a término muchas citas en este tiempo. “Anteriormente me era muy fácil quedar con alguien, pero sí que he notado que el previo de hablar por chat ahora es más largo”, reconoce Luna García, que añade que, en sus citas de 2020 —después del confinamiento— y 2021, siempre ha quedado, por precaución, en exteriores. Tinder lo ha observado en sus cifras: aunque es habitual que, con el desarrollo de las conversaciones, las personas se den el teléfono o el perfil de Instagram, los chats en la plataforma ahora son un 32% más largos. Una explicación alternativa puede encontrarse en otro dato: según Tinder, el 60% de quienes se abrieron un perfil el año pasado no lo hicieron necesariamente con aspiración de encontrar pareja, sino porque “se sentían solos y querían relacionarse con otros”.
Quedar sí, pero tras la vacuna
La periodista riojana de 26 años Lucía Ramos, que pasó el 2020 en Madrid y actualmente trabaja en París, no siente que el coronavirus haya complicado tanto las citas: “El covid ha cambiado el mundo, pero las cosas siguen como antes, se folla igual”, zanja a ICON. La mecánica de los encuentros se ha visto también inevitablemente afectada por las circunstancias. Para Lucía, la mascarilla era “el escollo inicial”. “Cuando tuve mi primera cita, yo me preguntaba cómo hacer para ver la cara sin la mascarilla. De normal, es horrible no saber si te va a gustar alguien en persona, pero es que la mascarilla lo complica aún más. ¿Qué le dices? ¿’Bájatela, por si no me gusta tu cara’?”, razona. Luna García coincide: “Los saludos eran raros, estás en un limbo porque, en una cita de Tinder, obviamente todo el mundo sabe a lo que va. Y antes de la pandemia podía surgir el beso de manera natural, pero ahora, al ponerte la mascarilla al salir del bar, hay una barrera. Es un momento incómodo y difícil de sortear, todo se vuelve más lento”.
Esto, incluso, ha cancelado posibles historias de amor abruptamente, como parece ser el caso de la escritora canaria Jessica Martínez, de 24 años, que prefiere usar un nombre inventado. “El chico me sacó a bailar salsa, entonces yo, al levantarme de la mesa, me puse la mascarilla. Sé que lo normal era que ahí hubiera habido un beso. Igual fui cortarrollos, pero me la puse por responsabilidad. Al día siguiente, él se mudaba a Barcelona y tampoco me gusta invitar a nadie a casa en la primera cita”, narra a ICON.
Ninguno de los usuarios entrevistados dice haberse encontrado en Tinder ni en ninguna otra aplicación de citas con nadie que les pusiera requisitos previos relacionados con el virus, como una prueba PCR reciente o estar vacunados, aunque sí saben de gente a la que le ha sucedido. “Una amiga estuvo estresadísima porque la persona con la que quería quedar prefería que no se viesen hasta que los dos estuvieran vacunados, dado que sus padres eran población de riesgo. Al final sí quedaron, pero guardando distancia de un metro y medio. Y ahora ambos están inmunizados y son pareja”, cuenta uno de los consultados. “La gente que tiene las dos dosis es un partidazo, compensa tirársela”, apunta riendo Raquel Guerra, que admite que, aunque sí se interesa por la vacuna, no la considera una condición obligatoria para tener una cita. Sí que procura, al igual que la mayoría, quedar en exteriores.
El poliamor en los tiempos del covid
Y a más contactos, lógicamente, la posibilidad de contagio crece. Esa experiencia la ha vivido de cerca Samuel Paredes, investigador tinerfeño de 32 años residente en Budapest que, por razones profesionales, tampoco quiere dar su nombre real. “Sigo un régimen de poliamor y anarquía relacional, no busco un rollo monogámico, de modo que utilizo estas aplicaciones muy a menudo”, indica a ICON. Aunque Samuel no está seguro de haber pasado el coronavirus, puesto que no ha tenido síntomas, sí ha visto cómo una de las chicas con las que quedaba enfermó. “En el poliamor es fácil haber tenido contacto íntimo con más gente. Entonces hay que avisar a todo el mundo. La persona está apurada, claro, porque tiene que contactar a muchos, no solo a la familia o a los amigos, también a los ligues. De pronto tiene que informar a todo Dios”, relata.
La presencia del virus se ha convertido en parte de la normalidad cotidiana, también en las apps de citas. Javier Narváez, grafista madrileño de 24 años, cuenta a ICON que las bromas de “PCR y nos liamos” han sido, en este tiempo, algo bastante habitual en las descripciones de los perfiles, además de las fotos con mascarilla. Raquel Guerra, por su parte, dado que tenía reparos en compartir imágenes personales en el perfil, subió una serie de fotos con el tapabocas colocado en distintas partes del rostro: “Era una broma, tipo puzle, algo así como ‘reconstruye la cara a partir de las partes sin mascarilla’”.
Fuentes de Tinder también cuentan que temas como “la escasez de papel higiénico” pasaron, durante el confinamiento, a formar parte de los perfiles, que, en el caso de la llamada Generación Z (nacidos entre finales de los 90 y principios de los 2000), llegaron a ser actualizados el triple de veces que antes de la pandemia, frecuentemente con asuntos relativos a la actualidad. La compañía también desvela que, entre este sector de población en España, las menciones a “patinar” se han multiplicado, a su vez, por tres y que, entre febrero y marzo de 2021, el sintagma “paseo por El Retiro” se ha escrito en un 50% más de ocasiones, lo que sugiere un detrimento de otras opciones que antes eran más habituales para quedar, como podrían ser los bares.
El restaurante y las expectativas
Bumble, aplicación de citas que salió a bolsa este año y fue fundada por una exvicepresidenta de marketing de Tinder, inauguró el pasado 24 de julio en Nueva York un restaurante propio, diseñado como lugar ideal al que acudir para sus citas. Jessica Martínez, usuaria de esta aplicación, duda de que fuera a acudir a un restaurante de ese tipo: “A cenar no se queda ni de coña. Hay que quedar en algún sitio donde, si la cosa se pone mal, puedas pirarte. No me apetece ver por primera vez a una persona con la comida chorreando por la boca”. “Tener citas en restaurantes es de gente que se cree que vive en Friends”, dictamina, por su parte, Lucía Ramos. Sin embargo, Jessica sí que cree que, sea en un bar o un restaurante, ver cómo la otra persona trata a los camareros sirve de indicador sobre cómo es realmente: “Si no mira a la cara al pedir o no es mínimamente amable, tengo claro que no me va a gustar”.
El madrileño de 24 años Javier Narváez confiesa no haber tenido éxito en la aplicación de citas desde el inicio de la pandemia, aunque no lo vincula directamente al virus. “Partamos de la base de que yo no sé ligar. Y la mitad de la gente que dice que sabe ligar, tampoco”, sostiene. Narváez dice haber sido quien abría las conversaciones con los matches “el 95 o 98% de las veces”. En los datos facilitados por Tinder, la compañía destaca el comportamiento de los usuarios de la Generación Z, que en un 40%, según informes propios, entran para “conocer gente nueva y distinta”. También asegura que esta generación es más dada a que los encuentros se circunscriban al ámbito digital, para el que la plataforma lanzó la modalidad videochat. A falta de vacuna con pauta completa, restaurante apañado o, sencillamente, ganas, muchos aspirantes de la generación Z a ser pareja se siguen viendo, como todos hemos aprendido a hacer desde hace año y medio, a través de una pantalla. Con la inmunidad tal vez llegue, también, el amor.
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