Cómo lidiar con la intensidad emocional de los adolescentes


Los adolescentes están en un momento vital de exploración (y de explosión), transitando dos etapas que, de una a otra, hay un abismo. Tratan de saber quién son y es natural que se produzca una separación emocional e, incluso por momentos, física con el seno familiar. La psicóloga y orientadora Natalia Redondo afirma que la adolescencia se trata de un momento en el que el cerebro está en pleno desarrollo y las conexiones entre la parte más emocional y la parte más racional aún están creándose: “Por ello, tienen dificultades para reconocer sus emociones, se sienten inseguros, con problemas de autoestima y este estrés se traduce en sentimientos y sensaciones intensas. Lo que hace difícil su manejo porque no tienen suficientes herramientas”.

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El profesor de literatura José Luis Merino nos invita a reflexionar: “En esta época todos vivimos intensamente, creer que solo lo hacen los adolescentes es no mirarse al espejo. Expresar las emociones genera likes en redes sociales y quizá sea la semilla de esta exteriorización extrema de las emociones en las nuevas generaciones”. Para Merino si hace no tanto el término medio era el modelo ideal, “ahora parece que si uno no ha tenido el peor día del mundo o el mejor día de la historia lo que haya vivido no le interesa a nadie”.

Es una etapa de cambio, y no solo para los propios adolescentes, también para los progenitores que les acompañamos. “Lo primero que necesitamos como padres es comprender qué está pasando y en qué momento vital se encuentran. Es un periodo en el que se redefinen los roles”, asegura Natalia Redondo. Los adolescentes necesitan explorar su alrededor, buscan la novedad y esto hace que se vinculen con su grupo de iguales y se alejen de la familia y del entorno. “Los padres tenemos que asumir los nuevos roles y a su vez no dejarnos llevar por las emociones negativas que esto nos produce. Es algo natural y que, por cierto, no solo sucede en la especie humana”, afirma Redondo que considera que también es el momento en el que aprenden a tomar sus propias decisiones, a ser autónomos y a gestionar la independencia. La orientadora nos recomienda “ponernos en su lugar y pensar que también nosotros no supimos qué decisiones tomar y metimos la pata en más de alguna ocasión, pero se aprende probando”.

Para la psicóloga Marta Segrelles hay veces que la familia no validamos la importancia de las emociones o los sentimientos de los adolescentes: “Nos parecen reacciones exageradas, pero es que ellos no manejan las capacidades que tenemos los adultos, por eso es importante guiarlos y enseñarles cómo, observarles desde la curiosidad y el respeto y preguntarles: ¿puedo hacer algo por ti?”. Los chicos y chicas están tratando de encontrarse y saber quien son, por eso es esencial mostrar interés, “que mantengamos una actitud curiosa por saber quién son, cuáles son sus gustos, con qué se divierten, las inquietudes y qué les preocupa… Y sobre todo si nos cuentan lo que consideren intentar no juzgarlos”. Segrelles asegura que en psicología a menudo se trata la adolescencia como un segundo nacimiento “ya que de niños queremos la aceptación de los padres y de adolescentes del grupo de iguales”.

Jose Luis Merino señala: “Como docente y como padre creo que es importante dejar espacio. Si alguien está frustrado no hay que ir corriendo a consolarlo, sino dejar que lo procese. Y después sentarse a hablar”. Por ejemplo, cuando el profesor recibe una mala contestación en clase les pide que vayan al baño y se laven la cara. “Cuando salen del aula y vuelven a entrar la cosa suele ir mucho mejor”. Todos necesitamos un margen y ellos más aún.

Los chicos y chicas pueden tener miles de seguidores y cientos de comentarios pero sentirse profundamente solos: “Sus besties —mejores amigos— el día menos pensado publican una captura de pantalla de una conversación privada y arruinan su vida social; además muchos padres están de 8 a 8 en la oficina y por eso los apuntan a un sinfín de actividades”. Así que, la soledad es un sentir común en esta etapa. Para el profesor Merino de lo que más faltos están es de alguien que se siente cara a cara con ellos “y sin mirar el reloj les diga qué te pasa, cuéntame, no voy a juzgarte ni se lo voy a contar a nadie”. Asegura que “si eres un docente cercano a los adolescentes muchas veces te van a contar larguísimos dramas que en una semana habrán olvidado por completo”, pero considera que ese tiempo no es un tiempo mal invertido, “ya que lo que ellos están viviendo en ese momento es un auténtico drama y tú eras el único que estaba ahí. Pero también, pueden contarte verdaderos problemas familiares en los que hay que pedir inmediatamente ayuda e intervenir”. Por eso, escuchar y no dar la espalda es siempre la opción correcta.

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