Pasado y presente pueden convivir en armonía en la CDMX

El pasado puede convivir en armonía con el presente, con espacios a manera de museos subterráneos, que muestren la historia de esta ciudad, señaló el arqueólogo Raúl Barrera en su conferencia El Huei Tzompantli, el Templo de Ehécatl, el Juego de Pelota y el Calmécac.

“Esta ciudad se reconstruye, hay una superposición de capas del pasado, de Tenochtitlán, de la ciudad de virreinal, de épocas posteriores y hay evidencias de la destrucción de la ciudad en diferentes momentos, ya sea por inundaciones o por sismos, pero es una ciudad que se reconstruye constantemente”, expresó.

Barrera participó en la tercera entrega del ciclo En busca de Tenochtitlán y Tlatelolco, organizado por El Colegio Nacional y coordinado por Eduardo Matos Moctezuma, para conmemorar los 500 años de la caída de Tenochtitlán que se cumplen este viernes 13.

La ponencia de Barrera, supervisor del Programa de Arqueología Urbana del INAH, se transmitió en vivo el 11 de agosto y puede verse en las plataformas digitales de la institución.

En el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dijo, existe interés por crear un museo subterráneo para que la sociedad pueda conocer el Huei Tzompantli, el Templo de Ehécatl y el juego de pelota, que forman parte del recinto sagrado del Templo Mayor.

 

Destacó que se trata de un gran esfuerzo el que están desarrollando tanto los investigadores del INAH, como otros especialistas, ingenieros, encargados de solucionar la manera de cimentar y soportar los edificios actuales.

“En la arqueología urbana, de rescate y salvamento, nosotros tenemos la necesidad de trabajar de la mano de especialistas para no correr riesgos, con mucho análisis para la toma de decisiones; en el templo de Ehécatl lo que había que hacer era respetar los basamentos, protegerlos. Se logró, pero el siguiente paso es resolver cómo se va a lograr la ampliación de un hotel”.

“Se encontraron las soluciones y va a quedar un museo subterráneo, al que la gente podrá visitar para conocer su pasado, poder acercarse y ver la magnitud de lo que era Tenochtitlán y de su espacio sagrado”, explicó.

Durante su participación, Barrera habló de cuatro grandes hallazgos asociados al recinto sagrado de Tenochtitlán: el Huei Tzompantli, el templo de Ehécatl, el juego de pelota y el Calmécac, resultado de los trabajos del Programa de Arqueología Urbana, surgido en 1991 como parte del Proyecto Templo Mayor, si bien en la primera temporada de investigaciones se excavó casi la totalidad del Templo Mayor.

 

“Sin embargo, de esa manera surge la necesidad de continuar con los estudios, con la protección del patrimonio arqueológico que se encuentra asociado a un área del centro histórico, en el que colaboran especialistas de diversos ámbitos, porque nuestra labor es dentro de una zona urbana, por lo que requerimos el asesoramiento de diferentes especialistas”.

En Guatemala 24, en 2015, se inició un proyecto de salvamento arqueológico. Narró que los propietarios del inmueble tenían el propósito de rehabilitar el edificio histórico, pero requerían la intervención arqueológica, debido a que el Centro Histórico es Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO, por lo que todos los edificios están protegidos.

Al iniciar los trabajos de exploración, ya se estimaba que podían encontrar ahí el Huei Tzompantli, un lugar en el que eran exhibidos los cráneos de los sacrificados.

“Ya contábamos con una cierta configuración de los edificios o basamentos prehispánicos que pueden existir en el subsuelo del Centro Histórico”.

En el lugar, fueron hallados alrededor de 11 mil fragmentos de cráneos humanos, con lo cual decidieron ampliar las excavaciones hasta hallar el límite Este de la plataforma.

“Lo relevante no es la plataforma arquitectónica, sino la empalizada de madera: los postes de hasta cinco metros de altura, con travesaños y los cráneos, que eran sus dones hacia su dios de la guerra”, señala Barrera.

“Encontramos un muro hecho de cráneos humanos, construido en diferentes momentos ocupacionales, etapas constructivas. Tiene la forma de un cilindro, con casi cinco metros de espesor y una altura de un metro con 80 centímetros”.

 

El Templo de Ehécatl-Quetzalcóatl se halló en Guatemala 16, en cuyo trabajo de exploración se ha contado con todo el apoyo de los propietarios, mientras por parte del INAH, se han mantenido al pendiente en este esfuerzo conjunto para proteger el patrimonio arqueológico.

En 2010, los investigadores se dieron cuenta de que habían encontrado el Templo de Ehécatl, el dios del viento, un templo referido por las fuentes históricas, aunque no se había visto a nivel arqueológico; incluso, se creía que estaba bajo la Catedral Metropolitana.

“Se trata del edificio más prominente dedicado al dios del viento: un edificio rectangular, con vista hacia el adoratorio de Tláloc, en el Templo Mayor, pero la parte posterior tiene adosado un muro circular de 18 metros de diámetro: en total fueron cuatro cuerpos, los cuales fueron destruidos por la conquista. Demolieron los edificios y con las mismas piedras van a construir las casas virreinales”.

En el mismo predio, fueron localizados también los vestigios del juego de pelota.

 

Barrera destacó la importancia de proteger los vestigios mesoamericanos ante las dificultades para seguir los trabajos dentro de los edificios, porque la ciudad tiene que ser funcional, sin dejar de mostrar ciertos elementos de ese pasado.

“Nos hemos dado cuenta de que el pasado puede convivir con el presente, se puede encontrar una armonía y tener espacios a manera de museos subterráneos, que muestren ese pasado, esta ciudad. Incluso, vestigios de la época virreinal, porque son parte de nosotros, son parte del pasado de la ciudad”.

Barrera también habló de otro vestigio localizado en 2007, el Calmécac, un colegio donde estudiaban los hijos de la nobleza, de los funcionarios de Tenochtitlan: allí eran preparados los futuros sacerdotes y gobernantes.



 

El Calmécac fue hallado durante el desarrollo de un proyecto de salvamento arqueológico en el Centro Cultural de España, donde se construiría un nuevo edificio, hacia la calle de Donceles.

“Ya tenían el proyecto de obra y lo que hallamos fueron pisos de estuco y desplantes de columnas, y una banqueta interna a manera de aposentos. Vimos la necesidad de continuar con esta excavación y proteger los vestigios”, explicó.

“Encontramos una serie de esculturas, entre ellas el fragmento de un águila con un recipiente en la espalda, donde eran colocadas ofrendas: lo interesante es que tiene un numeral que se asocia con los festejos de Quetzalcóatl, el dios patrono del Calmécac”.

El Programa de Arqueología Urbana tiene tres objetivos fundamentales: la investigación –la intervención física en cada uno de esos inmuebles–, la protección del patrimonio y la difusión a través de las pláticas.

“Como una forma de regresar a la ciudadanía ese pasado y, con ello, que tengan la posibilidad de disfrutarlo”, concluyó.


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