Imagínese su vida aquí

En marzo Brit Bennett fue portada de la revista Time en su selección de las personas más influyentes del año.
En marzo Brit Bennett fue portada de la revista Time en su selección de las personas más influyentes del año.TIME

Un pueblo extraño:

Las gemelas protagonistas de La mitad evanescente (Penguin Random House) de Brit Bennett nacen en Mallard: “Un pueblo que, como cualquier otro, era más una idea que un lugar”. La idea la concibió Alphonse Decuir en 1848, mientras estaba en los campos de caña de azúcar que había heredado del padre, que en su día fue su amo. Con el padre ahora difunto, el hijo —ahora liberto— deseó construir en aquellas hectáreas de tierra algo que perdurara por los siglos de los siglos: un pueblo para hombres como él que nunca serían aceptados como blancos, pero se negaban a ser tratados como negros. Un tercer lugar. Su madre, que en paz descansara, aborrecía la piel clara de su hijo; cuando él era niño, lo empujaba hacia el sol rogándole que se oscureciera. Tal vez fue eso lo que lo indujo a soñar por primera vez con el pueblo: la claridad de la piel, como cualquier cosa heredada a un gran coste, era un don solitario. Se había casado con una mulata de piel aún más clara que la suya. Entonces estaba embarazada de su primer hijo y él imaginó a los hijos de los hijos de sus hijos de piel aún más clara, como una taza de café diluido gradualmente con leche: un negro más perfecto. Cada generación de piel más clara que la anterior.

Pronto la idea y el lugar pasaron a ser inseparables, y Mallard se extendió. Las personas de color murmuraban al respecto. Se preguntaban qué pasaba allí. Los blancos ni siquiera podían creer que existiera”.

“Cuando se construyó Santa Catalina, en 1938, la diócesis envió a un joven sacerdote de Dublín que, al llegar, pensó que se había extraviado ¿No había dicho el obispo que los vecinos de Mallard eran gente de color? En ese caso, ¿quiénes eran esas personas que iban de aquí para allá? ¿De tez clara, rubios y pelirrojos, los más oscuros no más morenos que un griego? ¿Era eso lo que se consideraba gente de color en Estados Unidos? ¿Las personas a las que los blancos querían segregar? En ese caso, ¿cómo los distinguían?”

Si el fundador del lugar —hijo de amo y esclava— Alphonse Decuir hubiera podido pasearse por el pueblo que en otro tiempo imaginó, “se habría emocionado al ver a sus tataranietas gemelas, piel de color nívea, ojos castaños y cabello ondulado. Se habría maravillado de que el hijo fuera un poco más perfecto que los padres ¿Qué podía haber más extraordinario?”, se pregunta Bennett.

Portada de la versión española de La mitad evanescente.
Portada de la versión española de La mitad evanescente.

Una ciudad para encontrar trabajo:

“Nada más llegar a Nueva Orleans encontraron un trabajo en la sala de escurridores de la lavandería Dixie, donde doblaban sábanas y fundas de almohada por dos dólares al día. Al principio, el olor a ropa limpia le recordaba tanto su casa a Desiree que casi lloraba. El resto de la ciudad era inmundo: adoquines salpicados de orina, cubos de basura a rebosar en las calles. Incluso el agua potable tenía un sabor metálico: era por el río Mississippi, decía Mae, su supervisora de turno. A saber qué le echarán”.

Un barrio residencial de Los Ángeles:

Observando a la población blanca una de las protagonistas descubre la libertad de mostrarse.

“Había trabajado en el catering de una fiesta para un agente inmobiliario que había vendido casas a Burt Reynolds y a Raquel Welch. Se había paseado por la casa, admirando los largos sofás blancos, las encimeras de mármol y los gigantescos ventanales que se fundían con la vista de la playa. No imaginaba lo que era vivir en un sitio así: suspendida de un acantilado, expuesta a la vista de todos a través de un cristal. Pero quizá los ricos no sentían la necesidad de esconderse. Quizá la riqueza era la libertad de mostrarse”

Tras ese descubrimiento, imagina la continuación de esa historia. “En el siglo siguiente los ricos abandonarían las ciudades, se encerrarían detrás de verjas gigantescas como señores medievales tras sus fosos”.

La convivencia interracial. Los negros:

“Su casa hablaba otro idioma, el de la decoración palaciega: “el suelo del salón adornado con una alfombra blanca de piel, una lámpara de pie con la pantalla dorada, el jarrón revestido de un mosaico de azulejos en la repisa de chimenea”. Una casa era sencilla era un rasgo distintivo del buen gusto. “Solo la clase baja vivía así, con muebles cubiertos de oro, cachivaches por todas partes. En el largo sofá de piel, tres mujeres de color bebían vino y escuchaban a Aretha Franklin”

Los blancos:

“Dale Johansen preguntó de qué demonios servía tener una asociación de propietarios si no era para impedir que ocurrieran cosas así [la llegada de una familia negra]. Tom Pearson, resuelto a superar la bravata de Dale con la suya, amenazó con dejar de pagar sus cuotas si la asociación no empezaba a cumplir con su cometido. Incluso las mujeres se alteraron, o quizá fueron las que más se alteraron. No vociferaban como los hombres, pero cada una había realizado algún sacrificio al casarse con un hombre que podía permitirse una casa en la nueva urbanización más cara del condado de Los Ángeles y esperaba los beneficios de esa inversión. Cath Johansen preguntó cómo esperaban mantener así la seguridad del vecindario y Betsy Roberts, estudiante de económicas en Bryn Mawr antes de casarse, se lamentó de que el valor de sus propiedades caería en picado”.

Y la casa piloto del vecindario:

Cuya publicidad rezaba : “Imagínense su vida aquí. Imagínense quiénes podrían llegar a ser”.


Source link