Dados los temores iniciales que despertaba la toma talibán de Kabul y las amenazas que había recibido, a Ankara no le disgustan las primeras declaraciones emitidas por el nuevo régimen de Afganistán. “Nos tomamos de forma positiva los mensajes dados por los talibanes hasta el momento”, ha afirmado el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, quien ha reconocido que hay contactos con representantes del movimiento fundamentalista. Estos contactos se dirigen a garantizar la continuidad tanto de sus legaciones diplomáticas como de su contingente militar, de unos 600 soldados, destacado en el aeropuerto de Kabul.
A principios de verano, el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan se ofreció a hacer el trabajo que ningún otro miembro de la OTAN quería hacer: gestionar la seguridad del aeropuerto internacional Hamid Karzai de la capital afgana a medida que las fuerzas estadounidenses se retiraban del país (hasta ahora, Turquía gestionaba la seguridad del aeródromo militar, pero el plan incluye gestionar toda la infraestructura). La medida iba destinada a congraciarse con la Administración de Joe Biden -muy crítica con Ankara- pese a ser muy impopular en Turquía y a que los propios talibanes advirtieron a los turcos de que, si continuaba su “ocupación”, consideraría a sus tropas un objetivo legítimo de sus ataques. “La continuidad de la ocupación provocará resentimiento y hostilidad en nuestro país contra los representantes turcos”, amenazó el grupo en un comunicado a mediados de julio. Con todo, la rápida caída del Gobierno afgano y la toma de Kabul por los talibanes ha llevado a ambas partes a replantear su relación.
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Entre medias ha habido intercambios de mensajes públicos y privados como el lanzado por Erdogan a finales del mes pasado, en el que ofrecía entrevistarse con algún representante de los talibanes: “Si han mantenido negociaciones con EE UU, los talibanes deberían sentirse más cómodos negociando con Turquía, porque Turquía no tiene nada que contradiga sus creencias”. Estas declaraciones levantaron una gran polvareda en el país -a fin de cuentas Turquía sigue siendo oficialmente un país laico y el nuevo régimen de Afganistán es un emirato regido por la sharia– pero lograron el efecto de ablandar la posición talibán sobre la presencia turca. Entrevistado esta semana por la televisión turca A-Haber, el portavoz y dirigente talibán Suhail Shaheen afirmó que su movimiento no supone ninguna amenaza: “Turquía es un gran país islámico y hermano. Queremos tener unas buenas relaciones con Turquía en el futuro y trabajar juntos en materia de ayuda y cooperación económica”.
Estos mensajes han calmado la inquietud de los militares turcos, aunque sobre sus planes de gestionar el aeropuerto de Kabul siguen pendientes varios interrogantes. “Hay un caos total en el aeropuerto, el orden ha sido completamente alterado. Llegados a este punto, el proceso de toma de control del aeropuerto por parte de los soldados turcos se ha abandonado automáticamente”, dijo un alto funcionario turco a la agencia Reuters este martes, si bien también añadió que “en el caso de que los talibanes lo pidan, Turquía podría proveer seguridad y apoyo técnico”.
Ningún dirigente turco ha confirmado este cambio de planes, aunque horas después el jefe de la diplomacia turca matizó que “es pronto para decir que Turquía ha abandonado su misión de proteger el aeropuerto de Kabul”. Çavusoglu explicó que las tropas turcas se están centrando en garantizar la seguridad de las evacuaciones, incluyendo la ayuda a los ciudadanos de “otros países hermanos”. “Nosotros íbamos a ser los encargados de la seguridad del aeropuerto, aún no está claro cómo se realizará esto en el futuro. Eso ya lo hablaremos, ahora lo importante es que el país se calme”, dijo.
Además, Devlet Bahçeli, socio principal de Erdogan en la coalición de facto que gobierna Turquía, explicó que, aunque los cónsules turcos en Herat y Mazar-i-Sharif están trabajando desde la Embajada turca en Kabul, “no hay razones de fuerza mayor para que se retire la presencia diplomática de Afganistán”.
Sin embargo, la oposición ha exigido la retirada “inmediata” de los militares y policías desplegados en Kabul. “No sacrifiquemos a nuestros soldados por [los intereses] de otros que han huido sin mirar atrás”, criticó el líder del centroizquierda, Kemal Kiliçdaroglu, que pidió centrarse en detener la eventual ola de refugiados que se prevé llegue a territorio turco. De igual modo se expresó la líder nacionalista Meral Aksener, para quien la presencia de los militares turcos en Kabul es solo “un esfuerzo para contentar a EE UU”.
Abdullah Agar, exmiembro de las fuerzas especiales del Ejército turco y actualmente profesor de la Universidad de Bahçesehir, reconoce que se trata de una misión “delicada” y que lo será más en caso de que el contingente sufra bajas. “Hay que explicarla muy bien a la sociedad, porque toda misión en el extranjero entraña riesgos”, explica en entrevista con EL PAÍS. “Nuestro destacamento tiene capacidad de defenderse, pero es mayormente una fuerza de gestión no operacional. Por eso es imprescindible llegar a un acuerdo con los talibanes, de otra manera dará igual cuántos militares despleguemos”. A pesar de los retos que supone, este analista militar es partidario de la continuidad de la presencia turca: “Hay que mantener abierto el aeropuerto de Kabul porque ese será el enlace de Afganistán con el mundo exterior. Si cae completamente bajo control de los talibanes, entonces se cerrará esta última ventana”.
En cambio, otros expertos en seguridad citados por la prensa local creen que la misión turca es demasiado arriesgada y los intereses turcos, escasos, además de considerar que puede servir para blanquear a un régimen fundamentalista como el talibán. La politóloga turca Nuray Mert cree “equivocado” leer el acercamiento entre el Gobierno turco y los talibanes en términos de “islamismo”. Más bien, opina: “Turquía busca utilizarlo para convertirse en una fuerza regional y mostrar su propia utilidad a sus aliados occidentales. Ahora bien, queda por ver si lo conseguirá”.
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