El primero de los tres debates electorales que verán los alemanes en la televisión antes de las elecciones del 26 de septiembre empezó con una pregunta un poco rara, que los tres candidatos se negaron a responder. Los moderadores les preguntaron por qué sus adversarios no serían buenos cancilleres. Todos se excusaron para no hablar mal del contrario, algo que en cierto modo mantuvieron durante el resto del debate. No hubo ataques personales, ni se recordaron unos a otros sus tropiezos durante la campaña ni las miserias previas, como el papel del ministro de Finanzas, el socialdemócrata Olaf Scholz, en el fiasco de Wirecard.
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Hubo respeto en el tú a tú (usted a usted, en este caso) pero no faltaron los ataques sobre lo que han hecho, o no han hecho, los tres partidos que quieren colocar a su candidato en el puesto que ahora ocupa Angela Merkel. Annalena Baerbock, la líder de los Verdes, fue la más incisiva. Situada en el atril central, entre los dos hombres, Scholz y el conservador Armin Laschet, repartió a lado y lado, muchas veces señalándoles con las manos pero casi siempre con una sonrisa en la cara. Hubo muchos reproches, pero quizá el más repetido fue la inacción de ambos partidos, que gobiernan en coalición, ante la crisis climática. Una de las frases más punzantes, dirigida a Laschet, fue: “Claramente usted no tiene ningún plan”.
Los ecologistas están en la oposición, y ligeramente por detrás de la CSU-CDU y el SPD en las encuestas, así que Baerbock hizo lo que se esperaba de ella: arremeter contra los dos representantes del establishment y situarse como la opción de cambio y de futuro para Alemania. Lo consiguió sin parecer agresiva. Parecía que estaba regañando a esos dos señores que, pudiendo hacer algo desde sus puestos de responsabilidad, habían decidido bajar los brazos. Ese al menos era el relato. El receptor de la mayoría de las collejas fue Laschet, al que por momentos se vio nervioso y que hizo amago de enfadarse en alguna de las discusiones.
Scholz, que lidera los sondeos de popularidad personal y que ha dado la vuelta a la intención de voto para su partido, superando a la CDU de Merkel en las encuestas por primera vez en 15 años, salió bastante indemne de los ataques y no cometió errores. Su rostro imperturbable y su tono de voz monocorde le vinieron muy bien para pasar desapercibido, que era lo que pretendía. Fue el político experimentado, serio -¿aburrido?- y con fama de buen gestor que no se mete en el barro y que se limita a contestar lo que le preguntan sin hacer aspavientos. Una encuesta rápida de Forsa nada más acabar el debate le dio como ganador. Así lo indicaron el 36% de los encuestados. Al 30% les convenció Baerbock y al 25%, Laschet.
Los tres candidatos coincidieron en muchas cosas. Por ejemplo, en que las mascarillas tiene que seguir siendo obligatorias en interiores, en que la vacuna no debe ser obligatoria para ninguna profesión y en que la prioridad para el otoño es que las escuelas sigan abiertas. Los moderadores empezaron el debate por los dos temas de actualidad, la crisis de Afganistán y la del coronavirus. Sobre la segunda, Baerbock dijo que las personas no vacunadas no podían tener los mismos derechos que las que sí y que es urgente aumentar el porcentaje de inmunizados, que en Alemania es del 60% (en España se acerca al 70%). Y aprovechó para recordarle a Laschet que el Estado que preside, Renania del Norte-Westfalia, no ha querido financiar un autobús que lleve a los jóvenes a los centros de vacunación.
Sobre Afganistán, Baerbock pidió mejorar el equipamiento de los soldados alemanes. Laschet calificó de “desastre” la actuación de Occidente y del Gobierno alemán y dijo que Europa debería fortalecerse para poder proteger un aeropuerto como el de Kabul sin necesidad de los estadounidenses. No trataron la cuestión de los refugiados.
Los mayores reproches de la candidata verde se centraron en la actuación ante la crisis climática, su fuerte. Acusó a los dos representantes de los partidos que han gobernado en coalición tres de las cuatro últimas legislaturas de no haber hecho lo suficiente y de no proponer medidas concretas. Los Verdes creen que hay que abandonar lo antes posible los motores de combustión y la quema de carbón. Laschet acusó a los ecologistas de ir en contra de la industria y de ser el partido de las prohibiciones, un mantra que se repite hace años. También los moderadores insistiendo con varias preguntas que empezaban con un “¿prohibiría usted…?”. Al final, ninguno de los tres candidatos contestó con claridad a la pregunta de quién pagará el precio de la descarbonización, si la ciudadanía tendrá que asumir el coste mediante nuevos impuestos o con el encarecimiento de la energía.
Baerbock también atacó con dureza a Laschet con el tema de la pobreza infantil, que afecta a uno de cada cinco niños en Alemania, según sus datos. El plan de la CDU-CSU para aliviar las economías familiares mediante exenciones de impuestos no funciona porque los beneficiarios de las ayudas sociales (Hartz IV) no los pagan, dijo. La candidata verde propuso destinar 10.000 millones de euros a un plan de protección infantil y habló de las familias que no pueden permitirse los gastos de la vuelta a colegio o un regalo de cumpleaños para sus hijos, adoptando un relato que perfectamente podía haber defendido el candidato socialdemócrata.
El momento álgido del enfrentamiento entre Scholz y Laschet se produjo casi al final, cuando el conservador exigió de forma vehemente al socialdemócrata que le asegurara que no pactará con Die Linke, el partido poscomunista. Scholz circunnavegó el escollo y salió ileso y sin cerrarse ninguna puerta. Si las encuestas se mantuvieran como están ahora, con los tres partidos tan cerca en intención de voto, tras las elecciones se abriría el mayor abanico de posibilidades de coalición de la historia de Alemania. El partido de extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), al que los sondeos le dan un 12%, ni se mencionó. Un ejemplo más del cordón sanitario que mantienen a rajatabla todos los partidos.
Con las elecciones más reñidas de la historia de Alemania a menos de un mes, los tres principales candidatos se enfrentaron al primero de los tres debates televisivos acordados hasta el 26 de septiembre. Los siguientes se producirán el 12 y el 19 de septiembre. Esta primera cita ha sido única por muchos motivos: por primera vez no ha estado un canciller en ejercicio defendiendo su gestión; los participantes han sido tres, y no dos, como hasta ahora, y se ha producido en un momento clave de la campaña electoral, con los tres partidos muy igualados en las encuestas. Ya pocos dudan de que Alemania tendrá por primera vez un Gobierno de tres partidos en coalición. Se avecinan semanas o meses de intensas negociaciones y nadie descarta que Angela Merkel siga ejerciendo de canciller cuando empiece el próximo año.
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