En esta época de redes sociales, el fotoperiodismo se ha transformado en una disciplina mucho más valorada de lo que ya era durante el siglo pasado. Y si se trata de conocer la historia de tal actividad, vale la pena detenerse en Gerda Taro y Robert Capa, cuyas biografías y obras pueden ser consideradas fundacionales en esta materia.
Gerda Taro fue una distinguida fotógrafa, nacida en Alemania en 1910, cuyas imágenes que retrataban la crueldad de los enfrentamientos bélicos, entre ellos la Guerra Civil española, y ello le valió un gran reconocimiento en todo el continente europeo.
Esta joven intrépida y decidida, en un mundo en el que las mujeres tenían menos posibilidades que las actuales, era considerada la primera mujer corresponsal gráfica de guerra y, lamentablemente, también la primera mujer corresponsal gráfica de guerra que falleció realizando su trabajo.
Robert Capa
Éste es el nombre bajo el cual la propia Gerda Taro y su esposo, el húngaro Endre Friedmann, dieron a conocer muchas de las mejores fotografías de ambos, si bien durante mucho tiempo se creyó que esas obras sólo le pertenecían a él.
Y si a eso le sumamos que Robert Capa es tomado como el mejor fotógrafo de guerra del siglo XX, la conclusión es que estamos en presencia de un relato increíble por donde se lo mire, el de un hombre y sobre todo una mujer que cambiaron para siempre las reglas de la fotografía.
De hecho, la decisión de Gerda Taro de adoptar un nombre masculino, que luego compartiría con Friedmann, tenía todo el sentido del mundo, ya que varias de las puertas que se le abrían bajo ese pseudónimo, hubieran permanecido cerradas de saber sus socios que se trataba de una “ella”.
El plan maestro atrajo el interés del público inmediatamente, y las grandes firmas les pagaron cuantiosas cantidades de dinero a los supuestos representantes de Robert Capa, un millonario fotógrafo americano que no quería mantener contacto con quienes compraban sus imágenes.
Sin embargo, esa primera etapa comercial liviana dio paso luego al fotoperiodismo de guerra durante el estallido de la Guerra Civil española, retratando ambos el indescriptible sufrimiento y desolación del campo de batalla pero, por encima de ello, de las localidades arrasadas por la milicia.
Con su fotografía “Muerte de un miliciano” como un icono del siglo XX, Gerda Taro moriría atropellada en el verano de 1937, cuando se dirigía a la batalla de Brunete, siendo despedida con honores y enterrada en el famoso cementerio de Père-Lachaise en París, más allá de que los detalles y curiosidades acerca de su relación con Friedmann y Capa se conocerían años más tarde.
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