La primera semana de junio comenzó la debacle. La vicepresidenta Kamala Harris se alistaba para su primer viaje al extranjero desde su histórica llegada a la Casa Blanca. Joe Biden le había encargado la titánica tarea de gestionar la crisis migratoria en la frontera con México, dejando en claro que su número dos sería una pieza fundamental en la Administración y no alimentaría la fama de ocupar un cargo vacío de poder como se percibía en el pasado. Antes de volar, en una entrevista a la NBC, Harris aseguró haber estado en la frontera, un hecho que la periodista desmintió. A la hora de rectificar, la demócrata soltó un “tampoco he estado en Europa”. No fue bien recibido, pero logró ser anecdótico. Ya en Guatemala, lanzó el mensaje nuclear para sus bases: Migrantes “no vengan”. Desde entonces, su popularidad encadena tres meses de caída libre.
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Según la encuesta que se siga, cuán mal evaluada está Harris. En los sondeos conservadores aparece con la peor nota para un vicepresidente en los últimos 50 años y en las progresistas, en los últimos 30 -siempre comparando los primeros siete meses en el cargo-. La plataforma especializada YouGov America revela que la desaprobación roza el 50% y la aprobación llega al 43,5%. Prácticamente al inverso de las cifras que ostentaba cuando asumió como la primera mujer en ser vicepresidenta de Estados Unidos. También rompió un techo de cristal al ser la primera persona de origen indio y jamaicano en lograr el puesto. Las expectativas -y el escrutinio- arrancaron fuerte. La presión es aún mayor considerando que puede ser la candidata demócrata para las presidenciales de 2024 en el supuesto de que Biden, el presidente más longevo de EE UU, no se presente.
La falta de resultados en la crisis fronteriza -el número de detenciones en julio fue el mayor en dos décadas- no es el único argumento del que se han aferrado los republicanos para criticar a Harris. Desde que asumió el cargo, no ha realizado ninguna conferencia de prensa formal en solitario, según The Hill, aunque hay registro de un encuentro a solas con periodistas en el que respondió preguntas durante 20 minutos durante su visita a Vietnam. El bajo perfil que ha asumido la vicepresidenta en el último tiempo sobre los temas que han marcado la agenda en Washington se hizo más evidente en la crisis de Afganistán por la retirada de las tropas estadounidenses.
Harris estaba de gira por el sudesteasiático en el apogeo del caos en Kabul. En una comparecencia con el embajador de Singapur, el 24 de agosto, defendió la decisión de Biden de poner fin a la guerra, destacó la operación de evacuación y agradeció la colaboración de los aliados. Enseguida, zanjó el tema. Desde entonces, según los comunicados de la Casa Blanca, la vicepresidenta no se ha referido públicamente sobre el asunto. Sí ha escrito algunos tuits al respecto para apoyar los mensajes de Biden. Las feministas aún esperan conocer su posición sobre la situación de las mujeres afganas que ahora viven bajo el control talibán y sus críticos le achacan la falta de credenciales en política exterior.
Un desglose de Los Angeles Times revela que el mayor rechazo a la gestión de Harris proviene de hombres (56%, frente a 44% en mujeres) y blancos, también 56%, mientras que la comunidad negra es la que más la apoya, con un 65%. La caída de popularidad se corresponde a los estudios citados por el Times que señalan que Harris, al igual que otras mujeres políticas que aumentan su influencia, se ha convertido cada vez más en un blanco de acoso por internet. En redes sociales hay cientos de miles de mensajes con “ataques sexistas, violentos y misóginos contra ella”, informa el periódico local. Los medios más pequeños, citando fuentes anónimas, han aumentado los artículos sobre el malestar que existe dentro de su equipo de trabajo, aunque las cifras de renuncias o despidos no lo reflejan.
Históricamente los vicepresidentes son peor evaluados que los mandatarios debido a que sus tareas suelen despertar menor interés. Hasta hace unas semanas, este era el caso en la Administración Biden-Harris, pero la mala gestión de la salida de Afganistán ha castigado al presidente que ahora también lastra una desaprobación superior al 49%. La dupla recién cruzó el ecuador de su primer año en la Casa Blanca, pero la falta de apoyo puede perjudicar a los demócratas en las elecciones legislativas del próximo año, donde arriesgan perder el control de la Cámara de Representantes y el Senado. Si el rechazo continúa en aumento, tanto Biden, el candidato presidencial de facto para las próximas presidenciales, como Harris, la posible sustituta, llegarán con mal pie a competir con Donald Trump.
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