En febrero de 2018, el periodista Ján Kuciak, de 27 años, que investigaba la relación de la mafia eslovaca y del mundo empresarial corrupto con el Gobierno, fue asesinado en su casa, junto con su novia, Martina Kušnírová. La confesión del asesino desveló la naturaleza del trabajo que llevaba a cabo Kuciak. Un caso que mostraba todas las conexiones entre el Gobierno eslovaco y la corrupción y que provocó una revuelta popular en la calle contra la clase política como no se había visto desde la caída del comunismo. Una activista de derechos humanos, ambientalista y defensora de la comunidad LGTBI de 46 años se presentó a las elecciones en 2018 y ganó con un 58% de los votos. Era Zuzana Caputova, la nueva presidenta de Eslovaquia. La mujer que convenció al Papa para visitar su país durante cuatro largos días que contrastan con las siete horas que el Pontífice pasó este domingo en la Hungría de Viktor Orbán.
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El papel de Caputova como presidenta es limitado. El jefe de Estado elige a los jueces de los principales tribunales del país, así como al representante de la Fiscalía General del Estado y tiene poder de veto. Firma o rechaza las leyes que llegan del Parlamento y tiene también un peso importante como imagen del país. Pero Caputova, que podría recordar por su determinación a aquella primera ministra danesa protagonista de la serie Borgen, posee una gran influencia social y política en la zona de Europa central y del este. En el Vaticano se ve como el reverso de la venenosa política ultranacionalista de Orbán y un valor en alza que conviene apoyar en la agenda geopolítica de la Santa Sede. Su visión de Europa, de los derechos humanos y de la acogida a migrantes se encuentran en plena sintonía con el ideario de Francisco, tal y como este domingo volvió a mostrar durante su discurso ante el Papa. Muchos se preguntaban por el motivo del viaje a Eslovaquia. Ella, en parte, es la respuesta.
Las visitas de Estado de Francisco son cada vez más seleccionadas y suelen centrarse en las periferias geográficas o culturales de la propia Iglesia católica. Sus desplazamientos por Europa, como se ha podido ver en sus recientes reticencias a visitar España en una clave política y no espiritual –”si voy, iré a Santiago de Compostela, no a España”, aseguró a la Cope recientemente- son muy contados. La Santa Sede elige cuidadosamente los países en los que la visita adquiere una dimensión política. No entusiasma que se conviertan en plataformas de propaganda electoral. Menos cuando la línea del Ejecutivo del país, como sucede en Hungría, va contra todo lo que predica Francisco. La visita a Eslovaquia de cuatro días, un pequeño país de cinco millones y medio de habitantes, forma parte de una cuidada agenda política internacional.
Un rayo de luz
Caputova es un rayo de luz para una cierta visión progresista de la nueva Europa, y Francisco ha aceptado apoyarla de forma clara en una visita que podría parecer desproporcionadamente larga para la dimensión del país y su impacto en el mundo católico. La presidenta húngara, que visitó el Vaticano hace poco más de un año, es un antídoto en la Europa del Este, una de las puertas de entrada de la migración y terreno fértil para la ultraderecha. En su discurso, Caputova agradeció a Francisco su “invitación a una nueva cultura de la política y de la ética de la economía”. “En sus encíclicas usted nos pone en guardia contra los mayores peligros de nuestro tiempo: el populismo, el egoísmo nacional, el fundamentalismo y el fanatismo”. La presidenta, además, subrayó su compromiso con el medioambiente, en plena sintonía con la encíclica papal Laudato Si’.
La sintonía entre ambos fue evidente durante el tiempo que compartieron en el Palacio presidencial. El Papa recordó los episodios de corrupción del país, contra los que Caputova luchó. “Es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad”. Además, pareció acordarse en algún momento de la idea cristiana de Europa que pretende imponer Orbán en Hungría. “La sal de la fe no es una respuesta según el mundo, no está en el ardor de llevar a cabo guerras culturales”. El punto justo de su estrategia internacional.
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