Nadie lo vio venir, en París. Nadie –ni en el palacio del Elíseo ni en las sedes de los ministerios de Exteriores y Defensa– anticipó el acuerdo militar anunciado el jueves de madrugada entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia para contrarrestar la influencia de China en la región del Indopacífico.
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El acuerdo supone la ruptura por parte de Australia de un contrato, suscrito en 2016, de miles de millones por el que la empresa francesa Naval Group debía participar en la construcción de doce submarinos con propulsión diésel y eléctrica. El Gobierno de Canberra ha renunciado al contrato con Francia entre acusaciones de retrasos y sobrecostes y alegando nuevas necesidades geoestratégicas, y lo ha sustituido con otro por el que Estados Unidos proveerá a Australia con submarinos de propulsión nuclear.
La actitud de Estados Unidos al impulsar el acuerdo con Australia es, según París, comparable con la de Donald Trump, cuya presidencia, entre 2017 y enero de 2021, estuvo marcada por una diplomacia incendiaria. La actitud de Australia, para Francia, equivale a una traición.
“Es, para hablar claro, una puñalada por la espalda”, declaró en la cadena de radio France Info el ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian. “Habíamos establecido con Australia una relación de confianza, hoy esta confianza ha sido traicionada.”
Le Drian sugirió que EE UU, a escondidas de París, había pactado con Australia para quedarse con el contrato de los submarinos, contrato que se extendía por un periodo de 50 años y debía reportar 8.000 millones de euros para Naval Group. “Lo que me preocupa en todo esto también es el comportamiento americano. Esta decisión unilateral, brutal, imprevisible, se parece mucho a lo que hacía el señor [Donald] Trump”, dijo el ministro. Y remachó: “Esto, entre aliados, no se hace”.
La presidencia de Trump llevó a una situación crítica la relación entre Estados Unidos y Europa. El actual presidente, Joe Biden, fue recibido con alivio en muchas capitales europeos.
No son nuevos los desencuentros entre EE UU y Francia, país dotado del arma nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, que siempre ha querido mantener una autonomía respecto a la superpotencia. Pero raramente el enfado se expresa con la contundencia verbal que este jueves empleó el ministro Le Drian con la Administración de Biden.
Más allá de los submarinos, hay divergencias de fondo entre Francia y otros socios de la UE, y la Administración de Biden en la política hacia China. París y Berlín buscan un equilibrio entre Pekín y Washington, y rehúyen los tambores de nueva guerra fría que anuncia el pacto entre EE UU, Reino Unido y Australia.
Para París, este acuerdo y la ruptura del contrato de los submarinos confirman el diagnóstico realizado tras la retirada estadounidense de Afganistán en agosto: ni Francia ni la UE pueden confiar en que EE UU les saque siempre las castañas del fuego; los intereses y la estrategia no siempre coincidirán; Europa, en consecuencia, debe asumir sus responsabilidades globales.
“No hay otra vía creíble”, declararon en un comunicado Le Drian y la ministra de Defensa francesa, Florence Parly, “para defender nuestros intereses y valores en el mundo, incluido en el Indopacífico”.
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