Con el ramillete de delanteros más lustrosos que se le recuerda, el Atlético volvió a firmar el segundo empate consecutivo a cero como local. De alguna manera, el duelo con el Athletic fue un calco del jugado con el Oporto. El campeón apenas fue capaz de hacer saltar el sistema defensivo de su rival. Compitió y no perdió en el fútbol de trincheras, lo que para su entrenador siempre es algo a tener en cuenta, pero en ataque reinó la nulidad. Con Griezmann y también sin él.
Los duelos pizarreros entre Simeone y Marcelino han logrado levantar la expectación de contemplar cómo se buscan debilidades para hacerse daño. Los dos se han alejado de limitarse a esperar al contrario en campo propio. Han dado un paso adelante. Ahora quieren ser compactos más lejos de su área, pero sin olvidarse de que las con cesiones son pecado. Y si se buscan para ver cómo pueden lastimar, también lo hacen para no dejarse hacer. Bajo este último parámetro se movió gran parte al encuentro.
Le concedió Simeone descanso a Carrasco y Luis Suárez para formar en ataque con Griezmann y Correa. Sin Koke, lesionado, Simeone mantuvo a Kondogbia como ancla, alineó a De Paul por Lemar, también tocado, y con el regreso de Trippier resucitó a Marcos Llorente como volante. Y por ese costado, lanzado por los cambios de orientación milimétricos de De Paul, se arrancó un Atlético trepidante que le puso a Griezmann dos goles en sus botas en apenas diez minutos. En el primero, el francés aguantó antes de ganar el primer palo con un acelerón. Metió la bota forzado y el disparo no tuvo control. En el segundo, le faltó chispa para resolver en el área pequeña otro centro de Llorente. Ahí se apagó el Atlético y creció el Athletic. Sin generar peligro, pero amenazante ante cualquier descuido. Y lo tuvieron los tres centrales en un pelotazo a Iñaki Williams que se tragaron. Enganchó mal el remate el delantero del Athletic.
Rebajado el efecto sorpresa de los cambios de juego de De Paul por reiterativos, el Atlético apenas pudo ya encontrar a su pareja de ataque. Correa tuvo un par de escarceos malogrados tras ejecutar bien su secuencia favorita, control y giro. Griezmann apenas tuvo impacto. El jugador que se fue al Barça acaparaba más pelota, quizá porque el equipo tenía menos jugadores con manejo. Se perdió y comienza a emerger la sensación de que siempre jugó mejor con un delantero de referencia como él mismo ha confesado en multitud de ocasiones. Esta vez, los pitos ya no fueron tan generalizados, pero ni con esas despegó el jugador que se espera.
Enlatado el juego por las tácticas, por el carril de Lodi hubo algún escape, pero el brasileño tiene la sensibilidad del toque para las roscas fuera de punto. Otro primer tiempo se le fue al limbo al campeón y ya van unos cuantos.
Un pase que por fin ajustó Lodi y el cabezazo de Correa dio el pistoletazo de salida al segundo tiempo. Respondió el Athletic cuando Iñaki Williams se abrió una autovía entre las piernas de Giménez para citarse con Oblak. Le faltó un tobillo más fino para que su intento de cruzar la pelota ante el achique del esloveno le cogiera efecto y puerta. No le gustaba a Simeone lo que veía. Más por lo que su equipo no era capaz de generar en ataque. Así que volvió a ordenar un triple cambio. Kondogbia, lesionado, dejó su sitio a Herrera, Griezmann a Luis Suárez y Lodi a Carrasco. Por tercera vez consecutiva no volvieron a coincidir sobre el campo el francés y João Félix, <TB>que entró poco después por Correa. No ve oportuno de momento el Cholo mezclar a los que se supone que son los dos mejores jugadores del plantel.
Desconsideración
Un disparo raso y cruzado de Marcos Llorente al palo fue una migaja en medio de la sobriedad defensiva imperante. Ahí, el Athletic salió ganador y se quedó con el tramo final del partido cuando João Félix fue expulsado por no controlarse en una falta a favor. Gil Manzano la señaló, pero también le mostró amarilla por juzgar que había sacado la mano[ a paseo más de la cuenta para deshacerse de su defensor. No consintió el colegiado la posterior desconsideración del luso, que le llamó loco con el dedo en una sien, y le sacó la segunda amarilla. Le faltó madurez a João Félix cuando su equipo demandaba juego, el suyo.
Con diez y sin fútbol, el Atlético quiso ganar a empellones, pero para esas batallas también está adiestrado el Athletic de Marcelino, que incluso pudo llevarse los tres puntos si Villalibre hubiera metido el pie más suave por debajo del balón para salvar a Oblak.
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