Doscientos soldados británicos comenzarán a conducir camiones cisterna y a distribuir combustible por las gasolineras del Reino Unido a partir del próximo lunes, según ha anunciado este sábado el Gobierno de Boris Johnson. Downing Street ha ordenado además que se acelere la entrega de visados a camioneros comunitarios, después de anunciar a mediados de semana que se ampliarían en 5.000 estos permisos temporales de trabajo. Trescientos de ellos serán expedidos de inmediato. No solo se imprime mayor urgencia a las decisiones, sino que el Ejecutivo conservador ha cedido en parte a las exigencias de la industria de transportes y aumentará la duración de los visados, prevista inicialmente hasta el próximo diciembre.
La política de inmigración derivada de la llegada del Brexit es mucho más restrictiva para los trabajadores de la UE, que ya no tienen libertad de movimiento y deben someterse al mismo sistema de puntos que inmigrantes de otras partes del mundo. Con la pandemia, cientos de miles de ciudadanos comunitarios abandonaron el Reino Unido -por falta de trabajo- y volvieron a sus países. La mayoría, ahora, o bien ha decidido no volver o no puede hacerlo con la nueva ley.
Esos primeros trescientos conductores -que todavía no han sido reclutados- podrán permanecer en el país hasta marzo del año que viene. El resto, 4.700, hasta el mes de febrero. “Todas estas intervenciones [del Gobierno] ya tienen como consecuencia que haya más combustible en las gasolineras del que se vende, y si la gente regresa a sus patrones habituales de consumo, reduciremos las colas de conductores y el número de estaciones de servicio obligadas a cerrar”, ha anunciado Steve Barclay, canciller del Ducado de Lancaster (un puesto equivalente al de ministro de la Presidencia español, encargado de coordinar al Gobierno).
El propio Johnson y sus ministros han intentado durante toda la semana convencer a los británicos de que la crisis, desatada por una reacción de pánico de muchos ciudadanos, ya estaba aminorando, y de que las reservas de combustible de las gasolineras comenzaban a estabilizarse. Lo cierto es que, a última hora del viernes, el promedio de capacidad de los depósitos de abastecimiento en las estaciones de servicio era del 26%, según la Asociación de Gasolineras del Reino Unido (PRA, en sus siglas en inglés). Bastante por debajo del habitual 45% en esta época del año. Las interminables colas de vehículos que obstaculizan calles y generan tensión no han reducido su tamaño en ningún momento. La PRA, sin embargo, confirmaba también al final del viernes que ya solo uno de cada cuatro de sus establecimientos asociado permanecía cerrado. La asociación representa a unas 5.000 de las más de 8.300 gasolineras repartidas por todo el Reino Unido.
Las ligeras mejoras de abastecimiento que se han visto al final de la semana no han sido homogéneas en todo el país. Escocia y el norte de Inglaterra han mantenido durante la crisis una relativa normalidad, pero la capital, Londres, y el suroeste de Inglaterra -donde se concentra la mayor parte de la población- apenas han visto alivio en la gravedad de la situación.
El Gobierno británico se ha resistido sin embargo, hasta el momento, a dar prioridad de abastecimiento a trabajadores esenciales, como médicos, enfermeros o profesores, a pesar de que no hayan dejado de reclamarlo los sindicatos, distintas asociaciones de profesionales sanitarios o la oposición laborista. Downing Street insiste en que hay gasolina de sobra, y que la crisis vivida esta semana obedece a una reacción nerviosa de los consumidores. El equipo de comunicación del Gobierno, según contó la BBC, dio orden a los ministros y autoridades locales de dejar de usar la palabra “pánico”, por temor a un posible efecto contagio. Sugirieron en cambio expresiones como “repostar antes de lo habitual” o “cambiar los hábitos de demanda”.
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