Alfredo Sanzol y Asun Noales triunfan en los Premios Max en una gala reivindicativa y cargada de esperanza

El bar que se tragó a todos los españoles, la celebrada obra escrita y dirigida por Alfredo Sanzol producida por el Centro Dramático Nacional y que cosechó grandes aplausos la temporada pasada, ha sido una de las triunfadoras de la gala de entrega de los XXIV Premios Max, los galardones más importantes de las artes escénicas en España, celebrada la noche de este lunes en el teatro Arriaga de Bilbao. El respaldo del público al montaje de Sanzol, cuyo éxito ha llevado al Centro Dramático Nacional (productor de la pieza) a reponerlo a partir del 15 de septiembre en el teatro Valle-Inclán de Madrid, se ha visto refrendado con tres de los premios gordos del palmarés: mejor espectáculo teatral, mejor autoría teatral y mejor espacio escénico (Alejandro Andújar). El otro gran ganador ha sido La mort i la donzella, de Asun Noales, que se ha llevado otros tres: mejor espectáculo de danza, mejor coreografía y mejor diseño de iluminación.

La XXIV edición de los Premios Max venía cargada de emoción. Las dos palabras que más se han repetido en estas últimas semanas han sido la de ilusión y esperanza. La esperanza para aprender de lo vivido y olvidar la incertidumbre. La ilusión por atisbar unos tiempos mejores para la cultura y devolver a los profesionales del sector una gratitud que tanto se han merecido durante los días en los que el mundo se paró. La anterior edición, celebrada en Málaga, supuso un hilo de optimismo en medio de la tormenta. En la de este año se ha atisbado ya la normalidad.

Gemma Cuervo recibe de su hija Cayetana Guillén Cuervo el premio Max de Honor.
Gemma Cuervo recibe de su hija Cayetana Guillén Cuervo el premio Max de Honor. Luis Tejido (EFE)

El teatro Arriaga, con sus más de cien años de historia, ha sido escenario de una gala, dirigida por el responsable artístico del teatro, Calixto Bieito, que también ha tenido una vertiente reivindicativa. Muchos asistentes han lucido desde la alfombra roja y durante la ceremonia pegatinas con la letra X, en respaldo a los técnicos temporales del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, que llevan semanas protestando (con paros incluidos) porque la convocatoria de empleo público que ha sacado a concurso sus plazas no les permite presentarse al exigir titulaciones de FP que no se corresponden con su oficio. Incluso algunos de los premiados, como Sanzol y Juanjo Llorens (iluminación), se han solidarizado con ellos en sus discursos de agradecimiento. En el patio de butacas estaban el ministro de Cultura, Miquel Iceta; el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, y el consejero de Cultura y portavoz del Gobierno Vasco, Bingen Zupiria, entre otros políticos.

Después de que el actor y cantante Asier Etxeandia abriera la ceremonia cantando a la urbe de los pintxos y el Casco Viejo, los primeros premiados comenzaron a subirse a las tablas. Sin tiempo para sentarse en la butaca, el primer galardón, dedicado al mejor diseño de vestuario, recayó en Deborah Macías por Nise, la tragedia de Inés de Castro. El Teatro Estudio de San Sebastián se hizo con el Premio Max aficionado o de carácter social. “Nuestra intención es ser útiles. Todos nuestros proyectos tienen el mismo objetivo: el de divertir haciendo pensar”, señalaba Manolo Gómez, miembro fundador de la compañía. También hubo tiempo para el impulso y la protección de la diversidad sexual a través de la actuación de la drag Yogurinha Borova. “Que viva la diversidad y el cariño”, cantaba Borova entre manzana y manzana. La vida empieza hoy, una obra de teatro musical dirigida por Tonet Ferrer y que contó con las aportaciones musicales de Sidonie o Christina Rosevinge, se llevó el Premio del Público.

La noche avanzaba entre actuaciones musicales y alegatos en favor de la cultura y la vuelta del público a los cines y a las salas de teatro, hasta llegar a dos de las categorías más veneradas: la de mejor actor, que lo obtuvo Joan Carreras por Història d’un senglar, y la de mejor actriz, que logró Mireia Aixalà por Les tres germanes. El escritor bilbaíno Bernardo Atxaga se encargó, previo discurso con citas a Blas de Otero, de entregar los premios al mejor espectáculo de danza y al mejor de teatro.

Homenaje a Gemma Cuervo

Seis décadas de interpretación y la presencia en inmensidad de escenarios. A Gemma Cuervo subió al escenario a recoger su Premio Max de Honor con los ojos iluminados y una sonrisa que cubría todo su rostro. Su hija Cayetana Guillén-Cuervo le entregó el galardón con palabras de agradecimiento eterno: “Gracias, mamá, por transmitirnos el poder de la palabra transformadora desde el escenario. Gracias, mamá, por tanto esfuerzo”. Mientras las lágrimas de emoción y de gratitud recorrían sus mejillas, Cuervo dio el premio a su hija y se acercó al micrófono: “Estáis haciéndome feliz, es un día maravilloso. Llorando, pero eso es otra cosa: es llorar de amor y de agradecimiento por encontrar un hilo de bondad”.

Con la emoción a flor de piel se encaró la recta final de una gala que también premió a Iván Villar como mejor intérprete masculino de danza por Leira e Iratxe Ansa como mejor intérprete femenina de danza por Al desnudo. Los mejores directores del año han sido Nao Albet y Marcel Borràs por Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach. Fernando Delgado Hierro se llevó el galardón el de autoría revelación por Los Remedios. Marc Artigau, Cristina Genebat, y JulioManrique, el de mejor adaptación por Les tres germanes. Symfeuny, de Deabru Beltzak, mejor espectáculo de calle. Laika, de Xirriquiteula Teatre, espectáculo infantil. Y Kutisdazu Bidea Ixabel, de Demode Produkzioak, Espectáculo Musical.

Pasadas las diez de la noche, una treintena de niños del Coro Infantil de la Sociedad Coral de Bilbao acompañaron al actor Asier Etxeandia en su interpretación de la canción vasca Baga Biga Higa, que puso fin a a la gala.




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