Apuntaban maneras casi desde el colegio. Su trayectoria es rica aunque ninguno llegue a los 30. Un bailaor, un futbolista, un actor, un músico, un modelo y diseñador… Ocho jóvenes que derrochan actitud.
Héctor Bellerín, el futbolista moderno
— Héctor Bellerín aparece con unos pantalones al hombro, una propuesta personal —de su propio armario— para las fotos. “No fallan”, dice con una sonrisa. Empezó a tocar el balón con cinco años, mientras entraba y salía del taller donde cosía ropa su abuela. Ahora tiene 26 y no ha abandonado ninguna de las dos cosas: ni el fútbol ni la moda. Más bien todo lo contrario: ha abrazado muchas más. Tantas que hoy el catalán es una de las caras más visibles de una nueva estirpe de jugadores que combinan compromiso social con una original forma de acercarse a la moda, que va más allá de dejarse ver en los desfiles y en las tiendas de lujo. Tiene voz propia y sabe hacerla sonar. “Nunca doy opiniones para decir: ‘Esto es así’, sino para crear una conversación sobre temas que creo que se le tienen que dar más importancia. Somos ejemplo para mucha gente joven”.
— Formado en la cantera del Barça, a los 16 años el Arsenal se hizo con sus servicios. Su larga etapa en Londres —finalizó este verano con su fichaje por el Betis, el equipo del que es seguidor su padre— es clave para entender al Bellerín actual. El día de las elecciones en el Reino Unido en 2019 dedicó la mañana a reflexionar sobre la participación y los retos que afrontaba el Gobierno a través de su cuenta de Twitter.
— “Lo primero siempre fue el fútbol. No había opción B”, apunta el jugador ante las dudas sobre su compromiso que pudieran surgir al ver su extensa lista de actividades fuera del terreno de juego. Donde otros ven simples aficiones, él encuentra formas de realizarse, posibilidades de negocio o simplemente una buena foto. Es un gran aficionado a la fotografía.
— En Londres se abrieron las puertas de una moda que no conocía. “Me sentía muy libre”, recuerda. Comenzó a posar para revistas, acudir a estudios… De espectador, pronto pasó a protagonista. “Son proyectos que han recargado una parte que el fútbol no puede; un espacio en el que puedo expresarme”, explica.
— Su relación con el mundo textil dio un giro hace cinco años. “Me gastaba muchísimo dinero en ropa. Me di cuenta de sus efectos negativos para el medio ambiente, y también desde el punto de vista humanitario y ético”, resume. Empezó con la comida, y acabó reformulando todo su estilo de vida. Se hizo vegano y empezó a utilizar coche eléctrico. Ahora convive con el sector desde dentro: este año ha lanzado una línea de moda sostenible para hombre junto a H&M.
— Cuando jugó el Europeo Sub 21 con la selección española en 2017, donó 57 euros por cada minuto en el campo a las víctimas del incendio de la torre Grenfell, en Londres. Y en 2020 apostó por el Forest Green FC, equipo inglés de tercera división cuyo compromiso medioambiental es realmente serio. Se convirtió en el segundo mayor accionista del club.
— Entiende las redes sociales como elemento clave para el cambio que se ha vivido en la relación entre los futbolistas y el público. “Antes no había esa comunicación tan directa. Esto nos ha dado una voz. Ha dado pie a que tengamos el apoyo para hablar de lo que creamos o proponer cambios en la sociedad”.
— Pero esa exposición también ha tenido reacciones de odio: Bellerín ha sufrido insultos de aficionados, la mayoría por las redes, con tintes homófobos. “Cuando las cosas van bien en el fútbol, puedes decir lo que quieras, pero cuando pierdes no es lo mismo. Cualquier persona de cualquier parte del mundo puede decir lo que sea. La gente puede ser racista, homófoba, y nadie dice nada”, lamenta.
— Aguantar el escrutinio público y digital de personas que un fin de semana le veneran y al siguiente le desprecian según el resultado del partido provocó que, hace seis meses, Bellerín borrara de su móvil todas las redes sociales. Ha seguido interviniendo ocasionalmente, pero con un estilo más neutro y de forma más ocasional. “Si no es por las redes, yo no tendría la imagen que tengo hoy. Pero ya no me compensa. Para poder ayudar a la gente te tienes que ayudar a ti mismo. Y para mí eran negativas”, zanja el jugador.
— Liberado de la presión de las redes, se siente en paz, feliz: “Estar en el equipo de mi padre es un sentimiento precioso”, comenta volviendo a un terreno, el de su fichaje por el Betis, que, de momento, solo tiene elementos positivos. Bellerín mantiene intacto su espíritu inquieto con un nuevo proyecto de moda que quizás vea la luz el próximo verano. Alejado de los focos, pide que muera de una vez el obsoleto mantra de que “el futbolista es solo futbolista y no sabe contar hasta 10″. “Somos mucho más que eso”, afirma. Él se encarga de demostrarlo cada semana dentro del campo y cada día fuera de él.
Dani Jimeno, fundar una marca de ropa en el colegio y posar para Slimane
— Dani Jimeno lleva al día lo de cumplir sueños. Con 20 años, el madrileño ya ha tachado de la lista de deseos asuntos como fundar una marca de ropa, ser modelo o que le fotografíe Hedi Slimane, el director artístico de Celine. Fue el pasado abril en Saint-Tropez (Francia), donde pasó dos semanas posando y desfilando para la firma francesa junto a otro medio centenar de modelos. No puede disimular la sonrisa. “Es lo más internacional que he hecho. Mi primer proyecto grande”, explica. “Y esta es mi primera entrevista”, añade.
— Era un chaval de 15 años cuando recibió un mensaje a través de Instagram que le cambiaría la vida y le allanaría el camino para hacer contactos y moverse en el mundo de la moda. El remitente de aquel mensaje era Filip Ćustić, el fotógrafo —y artista multidisciplinar— que poco después diseñó las 11 portadas del disco de Rosalía El mal querer. “No tenía ni idea de quién era. Ni él ni nadie. Veía el mundo de la moda bastante inaccesible”, cuenta. Ćustić le fotografió para una exposición en París y más tarde para un vídeo de Palomo Spain.
— Con 16 años, Jimenofundó una marca de ropa, Deep Blue, de la que fue director creativo durante un año. Tuvo que dejarlo porque sus estudios de bachillerato no le permitían sacar suficiente tiempo. “Aprendí muchísimo”, dice. Esta experiencia le ayudó a pensar en qué quería hacer realmente con su futuro:”Me gustaría trabajar para alguna marca, pero no tenerla”.
— El año pasado se mudó a Londres para estudiar un curso de diseño de moda en la escuela de arte y diseño Central Saint Martins. Y entre sus planes de futuro está realizar un curso de realidad virtual en el London College of Communication. “Lo tecnológico es el futuro”, aclara.
— “Soy muy privilegiado. Podría haber logrado todo esto con 30 años”, concluye Jimeno, que reconoce que le tienta el universo de la dirección creativa. “Permite aportar una imagen nueva al mundo”, dice. Uno de los pocos deseos que no ha conseguido cumplir antes de entrar en la veintena.
Álvaro Mel, el hombre que se topó con la fortuna
— Álvaro García tenía 18 años cuando decidió cambiarse de apellido. “El mío era demasiado común y quería algo corto, directo y que la gente recordara”. Así que se rebautizó como Álvaro Mel. Aquel estudiante tímido que empezaba Arquitectura en Valladolid ya tenía claro que quería destacar…, aunque la realidad le ha sorprendido a él el primero: siete años después y a sus 25, Mel protagoniza la primera serie de Alejandro Amenábar, La Fortuna, basada en el caso Odyssey, que enfrentó al Gobierno español con el cazatesoros estadounidense por los restos de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, del siglo XVII. “La primera vez que me reuní con Amenábar estaba en shock”, confiesa.
— “Nunca me planteé dedicarme al cine”, reconoce. Durante el primer año de carrera empezó a trabajar de DJ para costearse el material académico y utilizaba las redes sociales como canal de difusión de sus bolos. Su popularidad fue creciendo hasta que en 2015 dejó los estudios y se mudó a Madrid. Hoy, con un millón de seguidores en Instagram, la revista Forbes le ha seleccionado como uno de los 100 influencers más relevantes de España.
— Consiguió su primer papel en 2017. Fue para la serie La otra mirada, donde compartió plató con las actrices Macarena García y Ana Wagener. “Interpretaba a un chico sevillano”, cuenta, “y para ensayar el acento andaluz, escuchaba horas y horas Canal Sur”. Tras grabar dos temporadas (y un par de pequeñas actuaciones en medio, como una en un capítulo de Madres. Amor y vida para Playz), fue elegido por Amenábar, que habla maravillas de él: “Álvaro es un milagro, en cuanto le hicimos la primera prueba supimos que era él, es muy bueno, la cámara le quiere, y es muy guapo”. Su formación actoral es el trabajo y una actitud de aprendizaje continua: “Orejas abiertísimas”, apunta. ¿Sus planes de futuro? Interpretar el máximo número de registros para enriquecerse como actor. Y algún que otro fetiche en la recámara de los sueños: “Me gustaría trabajar con Tarantino o Guy Ritchie”.
El Carpeta, taconeando desde la cuna con los grandes
— Manuel Fernández tenía ocho meses. Su familia terminó el compás de una soleá que bailaban y el bebé gritó: “¡Ah!”. Todos lo interpretaron como su primer “¡olé!” (o al menos su primer intento). Su gesto se convirtió en leyenda: la anécdota se la han contado miles de veces. Es lo que tiene nacer en el seno de una estirpe embajadora del baile flamenco:la de Los Farruco.
— De su rápido aprendizaje le viene también el apodo con el que le conoce todo el mundo: El Carpeta. “Mi abuelo el maestro Farruco decía: ‘Este niño se queda con todo. Tiene buena memoria; es una carpetilla”. El Carpeta lleva bailando desde que sabe caminar, tanto y tan lejos que le cuesta pensar en un escenario que no haya pisado todavía. Ha bailado en Ciudad de México, Bogotá, San Francisco, Washington o Río de Janeiro. “Me encantaría actuar en el City Center de Nueva York. Ahí ha estado toda mi familia menos yo: mi padre, mi madre, mi abuelo… Y en el Teatro Real de Madrid. Ese es el que más me gustaría”.
— Debutó en un escenario a los ocho años con su madre, que lo llevaba en su gira Homenaje a los grandes. Con 12 montó su primer espectáculo, Escuela de arte. Ahora, a los 24 años, es coreógrafo, compositor y letrista. Y ha compartido escenario con Madonna, Alejandro Sanz o su admirado Paco de Lucía, cuya firma lleva tatuada en el brazo: “Como me ha marcado él, no me puede marcar ninguno. Recuerdo bailar, mirar para atrás y tener a Paco, uno de los más grandes de la historia, que me decía: ‘Tranquilo”.
— No para de taconear mientras cuenta que prepara un espectáculo para 2022. “Quiero hacer un homenaje a Sevilla [su ciudad natal], a lo que tiene que ver con la tierra”. Dice que en el flamenco ya está todo inventado: “Pero cuento con la fuerza de las ganas, de la juventud, de la frescura”.
Rels b, el buen chico del ‘trap’ español
— Rels B. Una de las pruebas de la madurez alcanzada por la escena trap española es que entre sus principales exponentes actuales se encuentra en él, un artista celebrado dentro y fuera de la industria por ser un buen muchacho. Ya no hace falta hacer ruido para que te escuchen. Eso nos dice el éxito de este mallorquín de 27 años de nombre Daniel Heredia. “No he sido un artista que lanza una canción, se hace superfamoso y al año siguiente nadie se acuerda de él”, explica. Su carrera se caracteriza por hacer las cosas a su manera y dejar de trabajar con grandes discográficas. Eso provocó que sus canciones tuvieran que ganar seguidores poco a poco. Consiguió una legión: no lleva el recuento de los discos de platino (solo su sencillo A mí tiene siete en varios países) y de oro que acumula, pero se resume en decenas.
— “Me quedé sin trabajo con 22 años. Estaba cobrando unos 400 euros al mes”, recuerda. Al poco le llegó su primer cheque de YouTube: “Era la misma cantidad”. Lo vio claro: decidió invertir todo su tiempo en la música y ver qué frutos daba. Han pasado cinco años y su canal de YouTube cuenta con casi cuatro millones de seguidores. “Ahora me gano la vida con la música, pero el camino hasta poder decir esto ha sido muy largo”, asegura.
— Heredia acaba de instalarse en Madrid. “Me gusta mucho, aunque los domingos echo de menos la isla”, relata. La isla es Mallorca, donde nació. Y a la que homenajea en La isla LP, su último disco, que compuso inspirado por el confinamiento: “No he vuelto a tener las emociones y los pensamientos de esos días. Psicológicamente ese álbum es muy importante para mí. Es mi disco favorito”. Ha sido el último trabajo que lanzó junto a un gran sello, donde ha estado un año. Ya es independiente otra vez: “Volver a hacer lo que me da la gana es una sensación de libertad que, para mí, no tiene precio”.
Felipe Luca de Tena, cada prenda es un cuadro irrepetible
— Felipe Luca de Tena concibe el diseño como el arte de enfrentarse a un lienzo en blanco. Sobre la tela virgen tiñe y dibuja estampados. El resultado son cuadros que se colocan sobre la piel.
— Partir de cero es muy laborioso. “Es lo que me gusta, que una prenda represente el diálogo entre el material y yo. Es algo muy especial, que hace que cada pieza sea única”, cuenta este diseñador madrileño, de 28 años. “Depende de cómo me sienta, esa idea se refleja de una forma muy distinta en cada tela”. Felipe aplica las técnicas del shibori (una modalidad ancestral de teñido japonés que anuda o ata los tejidos para crear patrones de color), que ha adaptado de formas distintas. El resultado rezuma psicodelia.
— Hace un año lanzó su firma Lucadetena. Pero decidió ser diseñador a los 14. Creció entre las colecciones de revistas de moda de su madre y junto a su padre, de origen indio, amante de la biología. Felipe combina ambas pasiones. “La naturaleza es mi musa”, asegura. Y en su propio hogar y con su madre, tiñe las sedas y algodones entre la ducha y la cocina. “Ella es mi mano derecha. Casi tenemos la marca mitad y mitad”.
— Dos años después de emprender su carrera en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes —donde también se formaron diseñadores como Martin Margiela o Walter Van Beirendonck—, tiró la toalla. Sintió que no encajaba en un lugar hipercompetitivo en el que era incapaz de dar rienda suelta a su talento. Volvió a España y trabajó en la organización del archivo de Sybilla, su diseñadora fetiche. Fue clave para él.
— Luca de Tena es uno de los 15 finalistas de Who’s On Next 2021, de Vogue. Ahora trabaja en el traje que vestirá Dora Postigo (hija de la fallecida modelo Bimba Bosé) como protagonista de la nueva película de Paco León, Rainbow. El diseño es el único terreno al que sus inseguridades no llegan. “Siempre he sentido que tengo una voz fuerte que me diferencia”, reconoce, “y que en lo que hago puedo ser un líder”.
Pablo Fernández, un modelo en busca de la belleza
— Pablo Fernández. Las responsables de que debutara en un desfile de Prada a los 17 años son unas deportivas. Concretamente, el modelo Nike Sean Wotherspoon. Él y un amigo fueron a Barcelona para comprarlas y, mientras acampaban en la interminable cola, Javier Delgado, scouter —reclutador— de su actual agencia (Uno Models), salió a fumar y le hizo la pregunta.
— La moda siempre le gustó. Especialmente la estética streetwear. Y aprovechaba cualquier viaje fuera de su Granada natal para explorarla. “Si te interesa el tema, quieres moverte. Ir a sitios donde estuviese desarrollada”. Hasta que le llegó su gran oportunidad, esa que le supuso compartir pasarela en enero de 2019 con estrellas como Gigi Hadid.
— Ahora tiene 20 años y ha posado para Loewe, Hermès o Kenz. Ha vivido en Londres, Milán y Barcelona. Su última parada es Madrid. Aquí ultima el lanzamiento la firma que va a presentar en noviembre de la mano de su amigos Tin Herjavec y el también modelo Fernando Lindez. Defiende un discurso minimalista y se llama Yugen Vision. “En japonés significa la belleza profunda del universo”. “El mundo de la moda es lo que me gusta. Quiero quedarme, descubrir nuevos campos. La vida es probar cosas, y yo no me limito a nada”.
Pablo Del Pozo ser un artista a cualquier precio
— Pablo del Pozo. A sus 27 años, además de trabajar en una copistería, ya ha expuesto dos veces (2019 y 2020) en la feria madrileña de arte contemporáneo Arco. “Lo tenía muy claro. Siempre me dije a mí mismo que me iba a dedicar al arte. Es lo que me mueve”, confiesa durante la sesión de fotos mientras se enfunda un traje de Gucci. No solo fotocopias: para poder cumplir su vocación ejerce de frutero, de embalador de cuadros, de asistente de otro artista o de montador en un par de galerías de Barcelona, ciudad a la que llegó desde Badajoz en 2013 para estudiar Bellas Artes.
— Durante su exposición final de carrera le fichó el director creativo de la galería Joan Prats, Olivier Collet. Ahora forma parte de su elenco de artistas.Sus creaciones, sostiene, son “viscerales, terrenales”, y están basadas en sus experiencias. Son, explica, enfrentamientos consigo mismo que buscan generar emociones en el espectador. “El arte te tiene que cambiar, no puedes salir de él igual que entras”, cuenta, “yo he salido del Prado destrozado, me daba la sensación de estar en otro planeta”. El joven artista había viajado con tiempo a Madrid para pasar un rato junto al Guernica de Picasso antes de las fotos. Pero el Reina Sofía estaba cerrado y se fue al Prado. Asocia esa visión con la técnica con la que crea: “La escultura es algo muy físico, muy manual. Me gusta tocar, sentir que construyo”. A lo largo del encuentro repite su objetivo: “Ser capaz de aportar creaciones dignas”.
— Su exitosa pieza ¿Qué significa la traslación de un cuerpo? —que se presentó en Arco 2019— es un ejemplo perfecto. El artista trata de entender con ella la muerte de su abuelo a través de una instalación con cuatro vasijas de barro que acogen señales de vida: la temperatura corporal, la respiración, el olor y el pensamiento. “Pero le falta crudeza”, afirma, “está todo maquillado, hay demasiados filtros”.
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