Se han peleado mucho. Han demostrado casi siempre que han tenido ocasión que tienen visiones absolutamente contradictorias del camino que debe tomar el PSOE, sobre todo en sus alianzas. Felipe González, el histórico líder del PSOE durante 23 años (1974-1997) y presidente del Gobierno durante 14, ha dejado claro sistemáticamente que no le gusta ni el Gobierno de coalición, sobre todo cuando Pablo Iglesias era vicepresidente, ni las alianzas con ERC o Bildu. José Luis Rodríguez Zapatero, líder durante 11 años (2000-2011) y presidente durante casi ocho, abrazó la coalición desde el principio, mostró a todos su buena relación con Iglesias, incluso en la época en que Pedro Sánchez estaba muy enfrentado al líder de Podemos, y siempre ha respaldado el acercamiento a los independentistas para resolver el problema catalán.
Hoy estos dos líderes históricos, aparentemente muy alejados, han subido a la misma tribuna del congreso de Valencia, dominado por un mensaje de unidad, para demostrar que los socialistas han dejado atrás sus desgarradoras batallas internas para centrarse en el Gobierno y en intentar que la derecha no vuelva al poder en 2023. Sánchez, eufórico en el congreso que le encumbra definitivamente como el hombre que ha logrado reunificar el PSOE desde el Gobierno, le dio un gran abrazo a González, que ha sido uno de sus mayores enemigos internos, y otro a Zapatero, en medio de un aplauso de 5.000 personas que veían en una pantalla gigante ese gesto de reconciliación. También le dio otro a Joaquín Almunia, mientras el otro exsecretario general de esta última etapa democrática, Alfredo Pérez Rubalcaba, fallecido en 2019, aparecía en las pantallas y recibía un largo aplauso de los delegados puestos en pie.
“De este congreso de unidad vamos a salir a ganar los próximos procesos electorales, tenemos un gobierno y un presidente que solo piensa en el porvenir de España y en la defensa de su país”, ha clamado Zapatero, completamente entregado a Sánchez y defendiendo todas las posiciones del Gobierno, en especial su reivindicación del feminismo. Tanto entusiasmo ha puesto Zapatero que González ha bromeado al arrancar: “si me lo permite José Luis Rodríguez Zapatero, voy a bajar un poco los decibelios”. Mientras Zapatero reivindicada la gestión de Sánchez -”en la pandemia me sentí orgulloso cuando te escuché decretar el confinamiento sabiendo que era una medida dificilísima y que a ti te pudo costar tanto, Pedro”, le llegó a decir- González apenas mencionaba al actual líder y se centraba más en su propio mandato, y la construcción por ejemplo del sistema de salud público que diseñó Ernest Lluch. Pero ambos han trasladado esa idea de unidad y de rechazo a la derecha.
“Que fácil es que hablen de la libertad cuando hay libertad, pero qué difícil cuando había que luchar por esa libertad en España y fuera de España por la libertad perdida y arrebatada”, ha dicho Zapatero pensando en Ayuso. “Nuestro eslogan en las elecciones que ganamos con 202 diputados en 1982 era “socialismo es libertad”, ha recordado González en esa misma línea. A pesar de esta unidad, los discursos de Zapatero y González han sido muy diferentes en la forma y en el fondo. “Yo me siento orgulloso de ser la generación de eso que se llama el régimen del 78. A Mucha honra”, ha insistido González tras criticar al PP por incumplir la Constitución al no renovar el Consejo General del Poder Judicial, mientras Zapatero se concentraba en los logros de Sánchez.
Con los sistemáticos reproches de González a Sánchez sobrevolando el ambiente, el expresidente ha reivindicado su derecho a ser crítico en ocasiones e incluso le ha pedido al propio Sánchez, delante de los 5.000 presentes, que respete y fomente las opiniones críticas, algo que escasea en el nuevo PSOE. “De mí se dicen muchas tonterías. Las soporto peor cuando vienen de los nuestros”, se ha quejado. “Yo creo en el socialismo democrático y me siento libre porque digo lo que pienso. A veces pienso “mejor te callas” pero no siempre me callo. Cuando no me callo me siento libre porque digo lo que pienso y me siento responsable porque pienso lo que digo. Eso no garantice que no me equivoque. Pero despejen dudas, le voy a pedir al presidente y secretario general que estimule la libertad para expresarse críticamente, y la responsabilidad de pensar lo que se dice cuando se habla. Así se construye un gran partido que representa a la sociedad, que es capaz de expresar opiniones críticas y no banales, eso es lo que nos va a dar fortaleza”. En un congreso en el que todo es unanimidad, adhesión al líder y aplausos entusiastas, esto es lo más cercano a una crítica que se ha escuchado.
González ha cerrado su largo discurso con la única frase de apoyo explícito a la gestión de Sánchez: “nunca me ha tocado vivir unas circunstancias tan complejas como estas. El éxito fundamental del funcionamiento del sistema sanitario y del sistema de vacunación eso es lo que distingue la gobernanza de la crisis en España”. Y después le ha ofrecido su lealtad pero sin mucho entusiasmo: “el secretario general sabe que estoy disponible, sabe que digo lo que pienso y pienso lo que digo, sabe que no interfiero. Y ni siquiera pretendo que se tenga en cuenta lo que opino. Esa es mi disponibilidad, y mi lealtad es con el proyecto político que encabecé durante 23 años y que ahora encabezas tú, Pedro Sánchez. ¡Adelante!”. El aplausómetro de los asistentes se decantó claramente a favor del entusiasmo de Zapatero frente al espíritu crítico de González.
Algunos ministros y miembros de la cúpula del PSOE reconocían después en los pasillos que les había molestado la escasa generosidad de González con Sánchez, pero otros insistían en que lo importante es el gesto de acudir a Valencia y hacerse la foto del abrazo. González no estuvo en el congreso de 2017, tras la derrota en las primarias de su candidata, Susana Díaz. Después de muchas tensiones por sus críticas constantes -en 2020 llegó a decir “yo voto y todo el mundo sabe a quién voto, pero no me siento representado y no lo digo con alegría, sino con tristeza”- Sánchez ha hecho desde hace meses un acercamiento a González, según fuentes de su entorno, y ese nuevo clima entre ellos ha concluido con la presencia del expresidente en un congreso dominado por el mensaje de unidad.
González y Zapatero, siempre alejados, en especial en sus posiciones sobre la política latinoamericana y sobre todo sobre Venezuela, solo se unieron una vez en los últimos años: en el apoyo a Susana Díaz frente Pedro Sánchez en las durísimas primarias de 2017. Desde entonces, tras la derrota de Díaz, que hoy se ha acercado al congreso de la unidad en Valencia, pero ya sin ningún protagonismo, Zapatero fue poco a poco acercándose a Sánchez hasta convertirse hoy en uno de los mayores defensores del Gobierno de coalición. González, por el contrario, mantuvo su distancia con Sánchez y cada vez que ha tenido ocasión ha recordado que no le gusta el Ejecutivo de coalición. “A veces parece el camarote de los hermanos Marx en el que alguien pide dos huevos duros más. Eso no me gusta”, dijo también en 2020. El expresidente, en línea con algunos barones socialistas como Emiliano García Page o Javier Lambán, también ha criticado sistemáticamente las concesiones a ERC.
Por el contrario, Zapatero siempre se ha colocado del lado de Sánchez y la coalición con Iglesias y ahora con Yolanda Díaz. El expresidente, que fue el gran impulsor del nuevo Estatut en 2007, también apuesta por más reformas para un mayor autogobierno como forma de buscar una salida al drama del procés. Los dos expresidentes se juntan ahora en el congreso como un símbolo claro de que el PSOE está en un proceso de reunificación, que se profundizó en el último cambio de Gobierno, cuando Sánchez incorporó al Ejecutivo a personas que habían apostado contra él en las primarias, como varias de las nuevas ministras o el nuevo jefe de Gabinete, Óscar López.
El congreso es una balsa de aceite. Hasta el punto de que ya ni siquiera se vota el informe de gestión, un momento con el que arrancan estas reuniones y que suelen aprovechar los críticos para mostrar su oposición. Si se hubiera votado, el resultado habría sido a la búlgara, así que han optado por eliminar ese trámite. “Bueno, creo podemos dar aprobada por unanimidad absoluta una gestión que es sencillamente impecable”, ha dicho Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana y del congreso socialista. Esa gestión la defendía Santos Cerdán, secretario de organización, y no José Luis Ábalos, que ocupaba ese puesto hasta julio y era la cara más visible del partido hasta su destitución fulminante. Ábalos está en el congreso, que es en su ciudad, pero apenas tiene protagonismo más allá de los saludos de algunos militantes que se lo encuentran por los pasillos. El veterano dirigente, sanchista desde el principio, ha pasado de casi todo a casi nada de forma fulminante.
La organización, en manos de Adriana Lastra y Santos Cerdán, tenía prevista aún una sorpresa inicial centrada en esta llamada a la historia de uno de los partidos más veteranos de Europa: un actor caracterizado como Pablo Iglesias, el fundador, representaba en las pantallas y en un holograma el discurso del primer líder en el primer congreso, con reivindicaciones muy actuales y un llamamiento a todos los delegados a defender la justicia social. Mientras se discute en el Congreso la ley de la memoria, la larga dictadura franquista también está muy presente en todos los discursos. Puig ha recordado que el Gobierno de la República estuvo en Valencia en plena guerra, mientras Lastra también se entregaba a esa idea: “reivindico cada gota de sangre, cada vida segada, cada lágrima vertida por los socialistas. Somos los orgullosos hijos de nuestro ayer”.
La sensación de unidad de este congreso es de tal calibre que incluso una organización como Comisiones Obreras, que nació alejada del PSOE y cercana al PCE, ha mostrado su cercanía con los socialistas. Su secretario general, Unai Sordo, ha sido muy claro: “Sois la organización que más se parece a los españoles y la que más se parece a la clase trabajadora. Es muy importante que acertéis en el nuevo contrato social que se tiene que abrir paso ahora después de la pandemia”. Mientras, Pepe Álvarez, de UGT, reivindicaba que Sánchez ha cumplido su palabra al derogar la reforma de las pensiones de Mariano Rajoy pero recordaba que aún queda la decisión más difícil de todas: “Hay que derogar la reforma laboral”. Unidad, sí, pero no todo iba a ser aplauso.
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