Se le puede perdonar a Asa Butterfield que sea tirando a rarito, por decirlo de algún modo. Nacido en Londres hace 24 años, actúa desde los nueve, cursó en casa buena parte de sus estudios y sus primeros papeles fueron en taquillazos como El niño del pijama de rayas (2008) y La invención de Hugo (2011), de Martin Scorsese. No había cumplido los 14 y tenía la carrera que querría la mayoría de actores. Ya entonces se podía decir que Butterfield era el candidato perfecto para el tópico de estrella infantil a punto de descarrilar, al estilo de Macaulay Culkin o Lindsay Lohan.
Saltemos a 2021. El intérprete ya no se pasea por películas familiares exhibiendo ojos azules y cara aniñada. Ahora lo vemos en plena noche echando un frenético polvo en el asiento trasero de un coche. No es la filtración de una grabación privada, sino que, como ya sabrán los fans del mayor éxito británico de Netflix, Butterfield regresa con la tercera temporada de Sex Education en la piel de Otis, un adolescente que da consejos sexuales a sus púberes compañeros de clase. Estentórea y excesiva, esta comedia ofrece una visión positiva y desprejuiciada del sexo, y resulta un soplo de aire fresco gracias a un reparto diverso, dirigido a una nueva generación: la tercera tanda de episodios, estrenada el 17 de septiembre, habla de relaciones entre identidades no binarias, juegos sexuales, lavativas anales y agresiones.
“Hay ciertos parecidos entre Otis y yo”, admite Butterfield, vestido con una sudadera gris y gafas de montura gruesa, un aspecto increíblemente normal, para hablar por Zoom con ICON. Es domingo por la tarde y está en un sofá de su casa del este de Londres en compañía de sus dos gatos atigrados, Atlas y Lyra. “Otis es bastante maduro para su edad. Cuando yo era adolescente también me sentía diferente, mucho mayor que muchos de mis compañeros, porque había pasado mucho tiempo en rodajes y había estado en ambientes relativamente adultos”, explica. “Participar en la serie de Netflix catapultó esa fama a otro nivel, y a mi alrededor hay algunas personas que se comportan de una manera un poco extraña. Procuro ignorarlas”.
A esta impermeabilidad a la fama contribuye que Butterfield siga viviendo más o menos en el mismo rincón de Londres en el que se crio, uno que comparte con su hermano, con quien toca la guitarra en su tiempo libre en un grupo musical llamado Mambo Fresh. También juega a videojuegos (ha competido a nivel profesional). “Incluso de pequeño, me encantaba volver a ser normal”, recuerda. “Hacer el tonto con mis amigos, no tener la responsabilidad de ser el protagonista. Olvidarme de todo”.
Desde su estreno en 2019, la serie supuso una evolución con respecto a las numerosas comedias sexuales de adolescentes de principios de los 2000, estilo American Pie. “Al hacerla más impúdica se vuelve un poco explícita… y un tanto embarazosa”, admite el actor. “Se notaba, solo con ver el guion, que quería ser un poco más inteligente a la hora de tratar estos temas, y no utilizarlos solo para hacer reír”. Sex Education sirve para dar rienda suelta a los alumnos del escandaloso Moordale, un instituto angloparlante, con costumbres y estética de colegio estadounidense, pero situado en un ficticio pueblo de Gales, y también permite cierta libertad a los actores.
La serie se rueda a lo largo de cinco meses cada año: los miembros del reparto tienen sus propios apartamentos en Cardiff, la capital de Gales. “En el plató hay una energía increíble, y muy buen ambiente por volver a estar juntos”, cuenta Butterfield. “Se parece un poco a lo que imagino que es estar en la universidad. Lo aprovechamos a tope”.
El rodaje tuvo lugar durante la pandemia y el equipo tuvo que aislarse y someterse a pruebas periódicas. ¿Fue raro pasar del aislamiento a simular relaciones sexuales con personas desconocidas? “Al principio era un poco como, ‘caramba, aquí hay mucha gente”, explica. “Pero la proximidad física y la intimidad son fundamentales en la serie, así que con la seguridad de que todos dábamos negativo, podíamos besar a quien quisiéramos”.
La temporada pone fin a la utopía sexualmente liberada en la que los estudiantes habían vivido hasta ahora. Hope, la nueva jefa de estudios, impone uniformes grises y normas estrictas, y enseña abstinencia como parte del plan de estudios. “Sin duda, es mucho más británica”, opina Butterfied. “No quiero decir reprimida, pero da la sensación de que el plan de estudios retrocede 20 años. Creo que muestra por qué es muy difícil enseñar sexo en la escuela, y las diferentes maneras de abordarlo”.
Aunque está claro que Butterfield parece más maduro de lo que corresponde a sus 24 años, tener a un montón de veinteañeros en el plató hablando de penes y vaginas todo el día debe poner difícil hacer su trabajo. ¿Todavía se les escapa a todos alguna risita? “Sí, desde luego”, y aquí él mismo ríe. “Hacemos muchas tonterías, y las escenas nos piden giros muy explícitos. A los guionistas les encanta obligarnos a hacer cosas incómodas, por lo que a veces pasan cosas y no podemos parar de reír. Es todo un poco ridículo”.
Y en lo que a consejos sexuales se refiere, a estas alturas ya debe de ser un profesional. “La verdad es que ninguno de mis amigos ha acudido a mí pidiéndome consejos sobre sexo”, responde riendo. “Al menos, no en serio. He aprendido mucho, pero en ningún caso diría que soy un experto”.
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