El Liverpool aplicó en Old Trafford la lección que aprendió en el Wanda en la última jornada de Champions, en donde por poco se le escapa la victoria después de ir ganando 0-2. Jürgen Klopp salió del estadio madrileño tras emitir uno de sus veredictos electrizantes. “Hay que meter tantos goles como puedas mientras estás fresco”, dijo, “porque en esta clase de partidos con tanto desgaste físico, en las segundas partes ya no llegas”.
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De Gea, Wan-Bissaka, Shaw, Harry Maguire, Nilsson-Lindelöf, Fred, Bruno Fernandes (Cavani, min. 61), Rashford (Diogo Dalot, min. 61), McTominay, Mason Greenwood (Pogba, min. 45) y Cristiano
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Alisson, Virgil Van Dijk, A. Robertson, Trent Alexander-Arnold, Ibrahima Konate, Henderson, Naby Keita (Oxlade-Chamberlain, min. 62), Milner (Curtis Jones, min. 26), Roberto Firmino (Mane, min. 75), Salah y Diogo Jota
Goles 0-1 min. 4: Naby Keita. 0-2 min. 12: Diogo Jota. 0-3 min. 37: Salah. 0-4 min. 49: Salah. 0-5 min. 49: Salah.
Árbitro Anthony Taylor
Tarjetas amarillas Shaw (min. 40), Cristiano (min. 45), Fred (min. 47), Bruno Fernandes (min. 45), Harry Maguire (min. 54) y Wan-Bissaka (min. 85)
Tarjetas rojas Pogba (min. 60)
No esperó a la segunda parte el Liverpool. Al descanso del clásico inglés disputado este domingo, batía al Manchester United por 0-4. Por primera vez en la historia del campeonato inglés, el United sufría cuatro goles en medio partido. Caía devastado por el relámpago del Liverpool, que sin haber realizado revolución alguna en su plantilla este verano ha conseguido reencontrar la versión esplendorosa que le encumbró hacia el título en 2020. Lo pagó el United con un 0-5 definitivo. Algo insólito en Old Trafford desde 1955, merced a una visita del City. Algo que anunciaba el juego destartalado de un equipo que solo ha conseguido ganar de manera agónica tres partidos de los últimos ocho que ha disputado. Su entrenador, Ole Gunnar Solskjaer, parece impotente. Después de casi tres años en el cargo, la hinchada comienza a señalar su incompetencia con pitos y abucheos en un campo que hasta hace poco le reservó la reverencia debida a las leyendas.
La balanza se inclinó inmediatamente en favor del equipo que conocía mejor su plan. El Liverpool nunca altera su estructura ni su espíritu. Perdido en la indefinición, Solskjaer sacrificó a Pogba para blindar a su zaga con un doble pivote que hace años que no funciona en momentos decisivos. Fred y Mc Tominay se acoplaron frente a sus centrales en un esquema especialmente diseñado para liberar a Cristiano Ronaldo de labores defensivas. Habían transcurrido un par de minutos de acción cuando sobre el campo se dibujó el esquema disfuncional del cuadro local: 4-2-4. Un dibujo digno de otra época, un orden tajantemente dividido entre especialistas, unos que atacan y otros que defienden, fórmula caduca desde que en el horizonte del fútbol surgieron maquinarias colectivistas como este Liverpool en el que todos exhiben tantas funciones como navajas suizas.
La decisión de Solskjaer de eximir a Cristiano de la tarea de presionar para que concentre toda su energía en perseguir goles, ha producido una estadística extremada. De los 29 atacantes de la Premier que han disputado más de 270 minutos esta temporada, el portugués es el que menos se esfuerza en presionar. De lejos. Según la empresa Statsbomb, el portugués acumula apenas 2,7 maniobras de presión de promedio por partido esta temporada. El delantero del Liverpool que menos presiona, Sadio Mané, promedia 10,5 esfuerzos para quitarle la pelota al rival.
La liberación de Cristiano fue la condena de su equipo en Old Trafford. El United fracasó en su proyecto de defender y contragolpear porque nunca pudo robarle la pelota a su adversario ahí donde forjaba el primer eslabón de su cadena ofensiva. Si Cristiano dejó de perseguir a Van Dijk, Rashford tampoco se decidió a hostigar a Alexander-Arnold, Bruno Fernandes no pudo compensar corriendo por tres y Greenwood llegó tarde a tapar a Robertson. Así, los defensas del Liverpool jugaron con tiempo y Henderson, el mediocentro, casi siempre actuó desmarcado para recibir y meditar su pase porque Fred, el hombre que debía cubrirlo, permaneció demasiado lejos, demasiado desconectado de un circuito que colapsó como las piezas de un dominó ante un rival implacable por coordinación y solidaridad.
Jugada de 37 pases para el 0-3
Antes de los cinco minutos Naby Keita metió el primer gol después de una larga combinación que comenzó por Alisson, el portero del Liverpool. Bajaron hacia la pelota Firmino y Salah y atacaron los espacios Millner y Keita, los interiores, en una de las maniobras más difíciles de defender del fútbol. Indecisos entre cuidar su zona o proteger la del vecino, los centrales del United perdieron la referencia. Fred y Mc Tominay, el doble pivote que los precedía, solo pudo reaccionar a destiempo en un mar de dudas.
Hasta 18 pases consecutivos completó el Liverpool antes de convertir el 0-2. No había transcurrido un cuarto de hora cuando a base de pases rítmicos y movimientos al espacio, Salah, Millner, Keita y Arnold se quedaron solos, de tan desajustados que estaban sus marcadores. Mientras Maguire y Lindelof vacilaban en tierra de nadie, deslumbrados ante la visión de un Firmino que se alejaba, los interiores los desbordaron y el extremo, Jota, permaneció fuera del rádar. Sustituto de Mané, que descansó, Jota anotó en el segundo palo, a un toque, el centro de Alexander Arnold. El decurso de la jugada instaló a Keita en niveles que no alcanzaba desde que militaba en el Leipzig.
La progresiva descomposición del United se aceleró a la velocidad a la que el Liverpool movía la pelota de campo a campo sin que mediara un robo. Un total de 37 pases dieron los visitantes en la larga evolución que desembocó en el primero de los tres goles de Salah. Fue el primer hat-trick de un rival en Old Trafford desde la célebre noche en que Ronaldo Nazario dejó su sello, hace 18 años, con el Real Madrid en Champions. El bombardeo consagró al egipcio como el africano más decisivo que ha pasado por el campeonato inglés con 106 goles. Dos más que Didier Drogba.
Perplejo en la banda, ya sin ira, agotado y tembloroso, Solskjaer gesticulaba como si quisiera dar una orden que nunca acababa de formular. Las cámaras le seguían mientras contemplaba con ojos inyectados en sangre el hundimiento de su equipo, tras el 0-4 de Salah.
La sustitución de Greenwood por Pogba en el intervalo no tuvo más efecto visible que la inflamación del mediocampista francés, completamente irritado, tal vez por su suplencia, tal vez por sentirse doblemente humillado. El partido ya registraba el 0-5 definitivo cuando Pogba no dudó en plantar sus tacos sobre la pantorrilla derecha de Keita en un balón dividido. El volante guineano tuvo que ser retirado en camilla y Pogba recibió la tarjeta roja directa tras mediación del VAR. El que probablemente sea el mejor futbolista del United, hoy por hoy, se perderá el partido contra el Tottenham y el Manchester City por sanción.
El gol de Cristiano, anulado por fuera de juego, fue la coda irónica de una tarde dramática para los aficionados del Manchester United. Muchos abandonaron el estadio antes del pitido final, como un ejército que se da por vencido. Las consecuencias del 0-5 son impredecibles en una espiral de crisis que no cesa desde 2013. De momento, la liga parece perdida de nuevo, a la espera de que los dirigentes, tan atónitos como Solskjaer, le encuentren sustituto.
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