Pío XIII: ¿Qué encuentra tan sensual en esa estatuilla [Venus de Willendorf]”?
Cardenal Voiello: Prefiero no indagar en mi psique.
‘The Young Pope’
Una pequeña estatuilla de piedra caliza que representa a una mujer de pechos, nalgas y vulva voluminosos es el objeto del deseo carnal del cardenal Angelo Voiello, el insidioso secretario de Estado del Vaticano en la serie The Young Pope. No puede tocarla, ni poseerla, porque la Venus de Willendorf está siempre a buen recaudo en el despacho del casto Lenny Abelardo (papa Pío XIII), que ve en ella el objeto práctico de su existencia en la Tierra.
El Vicario de Cristo, el huérfano, sin posibilidades de procrear, no busca a Dios porque no cree en él, solo en el hedonismo que representa aquella figurita del Paleolítico encontrada hace un centenar de años en una orilla austríaca del Danubio. Nadie sabe a ciencia cierta si representa a una bruja o a una madraza, da lo mismo porque a pesar del idealismo ilimitado de sus formas, resulta que para la inteligencia artificial (IA) —que en las redes sociales no impone cuotas de tolerancia a imágenes de matanzas, desastres bélicos y discursos de mandatarios criminales— es eróticamente de lo más exaltado y perjudicial, adquiriendo el estigma de lo incorrecto.
Los códigos de buenas prácticas de Facebook, Twitter, TikTok o Instagram no admiten los cuerpos sin ropa. Es virtualmente imposible rastrear imágenes que incluyan desnudos, aunque sean artísticas
No sólo ha sido censurado este inocente trozo de divinidad; los códigos de buenas prácticas de Facebook, Twitter, TikTok o Instagram, encargados de transformar las pantallas de nuestros móviles en tiendas y periódicos personalizados, incluyen la no difusión de cuerpos —o partes— sin ropa por considerarlos pornográficos, de manera que hoy en día es virtualmente imposible rastrear imágenes que incluyan desnudos o contenido sexual explícito, no importa si son artísticas, de reivindicación del propio cuerpo (habrá diferencia si una mujer se estruja los pechos o no, si amamanta a un bebé, o si el pezón es de un hombre o de una mujer), todas podrían ser ofensivas o amenazantes para una mentes inocente. Dicho con la llaneza pícara de Mae West: “Creo en la censura: al fin y al cabo he hecho una fortuna a cuenta de ella”.
Los algoritmos de las redes combaten la corrupción que provoca el consumo pornográfico. Se argumenta que si permitieran una foto de un cuerpo descubierto por razones artísticas o sanitarias, las cuentas dedicadas al comercio sexual encontrarían la forma de difundir sus propuestas o fotos, disfrazándose de campañas sanitarias o artísticas. Curiosamente ocurre lo contrario. Y la figurilla de Willendorf, ese imperativo del goce superyoico de Voiello (cuyo original está en el Museo de Historia Natural de Viena) es el ángel de la confirmación. Su imagen está siendo censurada por la mojigatería instalada en la abismal relatividad de las redes sociales pero, paradójicamente, ha acabado ayudando a fijar el contexto para reforzar la situación que se quería evitar. La imaginación siempre proporciona rentables alivios a las inoportunas mentes hipócritas.
Hace unos pocos días, saltó la noticia de que los museos de Viena, a través de la Junta de Turismo, han decidido unirse a la plataforma de suscripción a contenidos pornográficos OnlyFans para esquivar la censura casi generalizada a los desnudos de las redes sociales. Algunos, como el Albertina o el Leopold Museum, han tenido problemas para publicar imágenes como la mencionada de la excitante Venus de Willendorf, también de obras de autores reconocidos, como Egon Schiele y Koloman Moser, cuyas obras ya habían sido objeto de conflicto con los censores hace más de cien años. “Con el auge de las redes sociales —señalan representantes del ayuntamiento de la capital austríaca— prohibiciones como estas vuelven a aparecer en los titulares una vez más”.
Si uno se suscribe a su cuenta en OnlyFans, podrásver las “obras provocativas de Modigliani, Moser, Schiele o Rubens que están en nuestros museos”, prometen las pinacotecas vienesas
Su respuesta ha sido unirse a la plataforma porno de pago: “¿Eres lo suficientemente atrevido para echar un vistazo a la Viena desnuda en OnlyFans?”. Si te suscribes, podrás ver las “obras provocativas de Modigliani, Richard Gerstl, Moser, Schiele o Rubens que están en nuestros museos”, dicen con la peculiar amabilidad de la serpiente en el paraíso de las tentaciones. Además, anuncian, todos los “suscriptores abiertos de mente que se den de alta en la cuenta obtendrán una tarjeta de la ciudad o un ticket para ver esos cuadros en vivo”. Norbert Kettner, director de la oficina de turismo de Viena, precisa que la de OnlyFans no es una solución definitiva, de momento “sirve para denunciar la censura, es una forma de empezar a hablar del papel que la inteligencia artificial tiene en nuestras vidas y cómo enfrentarnos con la desnudez que se produjo en el arte hace cien años”.
No sólo los museos de Viena están sufriendo la censura online. Los algoritmos de las redes sociales rastrean tanto las páginas de las instituciones artísticas más importantes del mundo —el Smithsonian, el Boston Fine Arts, el Metropolitan— como las publicaciones de artistas emergentes, que en el mejor de los casos descubren las imágenes de sus propias obras sobreimpresionadas con una tirita negra en las partes consideradas obscenas. ¿Cómo influye la actividad de la IA en la autocensura? Al final, como el caso del cardenal Voiello, se trataría de la libertad interior de ser o dejar de ser incordiado por el superyó. La obra de arte no es nada si no inquieta o molesta, si no sirve para transgredir las moralidades de la nuevas catequesis surgidas del espectáculo y el simulacro.
Hace más de tres décadas, un colectivo de mujeres artistas ocultas bajo máscaras de gorila, las Guerrilla Girls (guerrilla y gorila se pronuncian igual en inglés) irrumpían en el Metropolitan Museum de Nueva York con una pancarta en la que se veía la icónica odalisca de Jean Auguste Dominique Ingres detrás de una careta de primate. Con letras grandes y estridentes, se podía leer: “Tienen que estar desnudas las mujeres para entrar en el MET? Solamente el 5 por ciento de las colecciones de arte contemporáneo hay artistas mujeres que exponen, pero un 85% de los desnudos que se muestran son femeninos”.
De nuevo aquí estamos las mujeres, en bucle, como cervatillos atrapados por los faros en la oscuridad de estos tiempos. Que los museos acaben colocándolas en las páginas pornográficas de una red social es uno de los chistes peor contados de la historia.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Inicia sesión para seguir leyendo
Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis
Gracias por leer EL PAÍS