China exhibe músculo militar para extender su influencia en el Pacífico


Drones “Dragón Rampante” de reconocimiento a gran altura, utilizables para detectar patrullas en el mar del Sur de China o en las fronteras a gran altitud en los Himalayas. Cazas J-20, capaces de despegue vertical. Aviones de combate J16D para la guerra electrónica, equipados para detectar sistemas de defensa enemigos y disparar misiles. Estas son algunas de las aeronaves de última generación del ejército chino que se exhibían y promovían ante el público a bombo y platillo en la Feria Aeronáutica bienal de Zhuhai, la principal en el sector de defensa en la segunda potencia mundial, celebrada este mes tras aplazarse un año durante la pandemia. Casi de manera simultánea, casi 150 aeronaves chinas —entre ellas, algunas de los tipos en exhibición en Zhuhai— sobrevolaban el espacio de defensa aérea de Taiwán durante los cuatro primeros días de octubre, un número récord, en lo que Pekín describía como “acciones necesarias para defender la soberanía nacional y la integridad territorial”.

Esta semana, buques chinos y rusos atravesaban al alimón por primera vez un paso entre las islas de Japón para patrullar el Pacífico de manera conjunta. El Ejército Popular de Liberación (EPL) llevaba a cabo una simulación de un ataque submarino contra un puerto, en lo que los medios estatales han indicado que “generó una gran cantidad de datos que podrán emplearse en el futuro en combate para atacar puertos enemigos y contribuir a cortar líneas de suministro del contrario”. Y la semana pasada el periódico Financial Times publicaba que Pekín completó este verano dos pruebas de un misil hipersónico que había conseguido entrar en órbita y dar la vuelta al mundo antes de golpear su objetivo. Pruebas que el Gobierno de Xi Jinping ha negado.

El proceso de modernización del EPL, el ejército del Partido Comunista de China (PCCh), avanza a tal ritmo que cada pocos días se anuncia un nuevo avance o una nueva actividad. El segundo país por gasto militar del mundo —invirtió el año pasado 258.000 millones de dólares, unos 222.000 millones de euros, según el Stockholm International Peace Research Institute— construye misiles balísticos, nuevos submarinos nucleares, portaaviones; este verano, medios estadounidenses denunciaban el establecimiento de nuevos silos para armas nucleares. Pekín aspira a completar la renovación de sus fuerzas para 2035, y a convertirlas en un ejército digno de una superpotencia, capaz de rivalizar —y de vencer— a Estados Unidos para 2049, cuando se cumplirá el primer centenario de la República Popular.

Inquietud en la región

Esas actividades militares chinas inquietan en una región que cada vez invierte más en armamento. El ministro de Defensa japonés, Nobuo Kishi, calificaba el paso de los cinco navíos chinos y cinco rusos por los estrechos de Tsugaru y Osumi de una “demostración de fuerza” hacia Japón sin precedentes. Aunque se trata de aguas internacionales, el cruce de las dos flotillas “claramente demuestra el clima cada vez más serio de seguridad que rodea a Japón”, puntualizaba el ministro. Varios de esos buques, según creen las fuerzas niponas, habían participado ya en maniobras conjuntas entre los dos gigantes asiáticos a mediados de octubre. “Es la primera vez que hemos confirmado una actividad en tan gran escala y durante un tiempo tan largo”, concluyó el ministro en una rueda de prensa.

Las maniobras, un gesto más en la cooperación militar que Moscú y Pekín estrechan desde hace un lustro, parecen una respuesta a las de gran escala que desarrollaron en septiembre Estados Unidos y aliados como el Reino Unido, Canadá u Holanda en las cercanías de Taiwán. Y al establecimiento de Aukus, la alianza de seguridad recién creada entre Washington, Canberra y Londres.

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Shelley Rigger, del Davidson College de Carolina del Norte, considera que China se siente “rodeada”. Esta experta en Taiwán añade que el país siente que quieren “encerrarlo” en su propio territorio mediante alianzas como Aukus o la asociación más informal Quad, que comprende India, Australia, Japón y Estados Unidos. Esta sensación se ha agudizado en el último año con el aumento de muestras internacionales de simpatía hacia la isla autogobernada que Pekín considera parte de su territorio y que no renuncia a unificar por la fuerza. Además de la importancia que Taiwán tiene para el orgullo nacional, la isla representa la llave que puede abrir —o cerrar con candado— la cadena de islas que cierra el acceso de China al Pacífico.

Presión sobre Taiwán

Pekín ha aumentado este mes una presión que no deja de crecer sobre Taiwán. Mediante sus numerosas incursiones aéreas y un aumento de la retórica, que ha incluido la promesa del propio Xi de que la unificación —pacífica— “debe cumplirse y se hará”. Según opina Rigger, China “trata de disuadir a Taiwán de pensar que pueda haber alguna oportunidad de cambiar sus posiciones, y trata de disuadir a Estados Unidos de apoyar [a la isla] o de crear la impresión en Taiwán de que puede ser un buen momento para explorar hasta dónde puede llegar”.

El miedo a quedar encerrada es solo uno de los factores que redoblan los esfuerzos para la modernización del EPL. Hacer de estas fuerzas un ejército capaz de ganar guerras es una vieja ambición de Pekín, que el presidente Xi ha acelerado desde su llegada al poder para disputar el poderío en la región a EE UU. “Gestionar los asuntos de Asia, resolver los problemas de Asia y defender la seguridad de Asia debe estar en manos de la gente de Asia”, defendía el presidente en un discurso en 2014.

Este mismo martes, Xi lanzó un llamamiento a redoblar los esfuerzos por “abrir nuevos caminos” en el desarrollo de armamento y equipos para el ejército.

“Siglo de humillación”

El EPL de hoy tiene ya poco que ver con el que el presidente encontró tras su nombramiento como jefe de la Comisión Militar Central (CMC) en 2013. La fuerza de más de dos millones de soldados centrada en la protección terrestre se está transformando en una potencia naval —que ya cuenta con 360 buques, más que EE UU—, que prevé disponer de al menos cuatro portaaviones y que prepara una nueva generación de submarinos nucleares, capaces de disparar misiles que podrían alcanzar territorio estadounidense. Ha purgado a sus mandos corruptos y ha acometido una remodelación interna que ha cambiado su estructura para separar las fuerzas de Marina, aérea, de Tierra, artillería de misiles y guerra cibernética de las administrativas y de adiestramiento. Una potente herramienta para cumplir “el sueño chino”, el regreso del país al protagonismo mundial que perdió durante su “siglo de humillación”.

“China tiene una confianza en sí misma como no ha tenido en décadas, particularmente ahora bajo el mandato de Xi Jinping, que cree que tiene el impulso para lograr que se cumpla ese sueño chino“, apuntaba la semana pasada en un seminario online la especialista en modernización militar Meia Nouwens en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) en Londres.

China no solo presiona a Taiwán. También lleva a cabo incursiones en el espacio aéreo nipón: 458 el año pasado, según datos oficiales japoneses. Ha protagonizado fuertes escaramuzas contra las tropas indias en la frontera india en los Himalayas. Ha construido y fortificado islas artificiales en el mar del Sur de China, cuya soberanía se atribuye para casi la totalidad de sus aguas. Multiplica sus maniobras militares.

Y es un ejército que, al menos sobre el papel, ha conseguido la capacidad de dominar las aguas más allá de sus costas. Un ejército que, según aseguraba el propio ministro de Defensa de Taiwán este mes, tendrá la capacidad de tomar la isla por la fuerza para 2025. Y que, en las maniobras militares en las que EE UU ensaya esa hipotética invasión —en las que deliberadamente se refuerza el poderío que se atribuye a la parte china, para mejor detectar vulnerabilidades en la parte estadounidense— a las fuerzas del Pentágono les cuesta cada vez más imponerse, si es que no quedan derrotadas.

Todo esto lo tiene Washington muy presente. El jefe del mando estadounidense en Indo-Pacífico, el almirante Philip Davidson, sostenía en mayo en una audiencia en el Congreso que Pekín ya es capaz de controlar el mar del Sur de China en todos los escenarios posibles “menos la guerra”.

Pese a todo, los analistas sostienen que no es oro todo lo que reluce, y que el EPL presenta aún numerosas vulnerabilidades que alejan la posibilidad de que se plantee seriamente, al menos de momento, la invasión que teme Taiwán u otras acciones hostiles. Está lejos de alcanzar esa calidad que se ha marcado como objetivo para 2049. En sus propias publicaciones internas ha reconocido numerosas veces debilidades en la formación de sus soldados y en la coordinación entre sus distintas fuerzas y mandos. Sus tropas carecen de experiencia real en conflicto, y sus sistemas más innovadores han padecido fallos tecnológicos.

“Hasta cierto punto, China proyecta más poder y más confianza de lo que realmente tiene”, puntualiza Nouwens. “Dentro de China, el Partido Comunista sufre verdaderas preocupaciones sobre la crisis energética, la inseguridad alimentaria y de agua en el futuro, un crecimiento económico más débil, los problemas para controlar la sociedad y, por supuesto, diferentes puntos de poder que podrían ofrecer oposición al PCCh. Y aunque el Partido goza generalmente de apoyo entre la población, ¿qué pasaría en caso de conflicto? ¿Cómo evolucionaría ese apoyo, y cuál sería la reacción del Partido a eso?”, se pregunta.

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