Celia Guerrero
En una puesta en escena, la actriz de teatro Vianey Hernández interpreta a Valeria, de 11 años, desaparecida en junio de 2017 en Nezahualcóyotl, Estado de México, y cuyo cuerpo fue encontrado un día después con signos de abuso sexual en el asiento delantero de un vehículo. Vianey actúa como Valeria, una niña vestida de hada que se muestra alegre y cariñosa.
—Me gusta sentir el aire en mi rostro, libre— dice el diálogo de Vianey que retrata a Valeria en el momento en el que su padre la recogió en la escuela en bicicleta. Iban camino a casa cuando comenzó a llover, y por eso su papá decidió parar una combi de transporte público y subirla. Estaban a unas cuantas cuadras de su casa, y mientras el padre seguía el vehículo, el chofer se dio a la fuga con la niña.
La obra se llama Flores para todas, de la compañía Felpudas, un grupo de teatro popular feminista creado por Vianey Hernández y Diana Pimentel. Además de narrar las historias de varias víctimas de violencia feminicida en México, la puesta en escena es una crítica a los últimos tres presidentes, quienes —desde su punto de vista— no han dado la importancia debida a la agenda de violencia de género en el país.
Se presentan ante unas 30 personas en el auditorio de una oficina pública en el municipio de Chalco, uno de los 11 del Estado de México que cuentan con una Alerta de Violencia de Género Contra las Mujeres declarada desde 2015. El día anterior actuaron en un centro cultural en Texcoco, otro municipio mexiquense al oriente del estado que, aunque no tiene una alerta declarada, acumuló tres feminicidios en los primeros ocho meses de 2021, según cifras oficiales.
Felpudas nació en 2015 y, en principio, sus creadoras querían generar un grupo de teatro de sólo mujeres. Notaban que la visión y problemáticas en sus vidas era poco abordada, cuando no estereotipada, incluso dentro de un teatro popular que suele tener un enfoque social y crítico. Por eso querían hacer algo diferente.
“Los papeles de las mujeres en el teatro siempre son muy estereotipados, la esposa, la que sufre, la que da, la sensible, y eso a mí no me cuadraba. Yo decía, si estamos hablando de problemáticas sociales, ¿por qué no hablamos de las mujeres? Necesitamos hablar de estas problemáticas que son también un tema político”, cuenta Vianey Hernández.
Por ello decidieron crear un grupo de teatro popular feminista, que combina la descentralización de la cultura a la par del abordaje de temas que involucran a las mujeres.
“Lo popular tiene que ver con estar en otros espacios que no son un teatro como tal, estar con la comunidad, hablar de, para y con la comunidad. Y lo marcamos como feminista porque todas nuestras obras tienen un enfoque de género”, explica Vianey Hernández.
Agrega que decidieron posicionarse desde el feminismo también para quitarle estigma a la palabra.
Además, notaron que la visibilización de la violencia de género contra las mujeres y niñas era fundamental y algo que las unía.
“Todas coincidíamos en que había algo, una herida en nosotras, algo que nos dolía, algo que nos movía”, dice Vianey Hernández.
“No era tanto que quisiéramos abordar las temáticas machistas, queríamos hablar de cosas que nos unieran o que resultara algo común, y tristemente es una de esas cosas. Es algo que también nos duele mucho, es un dolor que no se nos quita”, añade Diana Pimentel.
Identificar violencias y apropiarse del territorio
—Nos gustaría escucharles, ¿cómo se sienten?, ¿qué les movió?, ¿cómo nos podemos entre todas y todos acuerpar en este cúmulo de emociones que se transforman, aquí en este espacio?— pregunta Vianey al público del auditorio, al término de la función.
Poco a poco algunas manos comienzan a levantarse y se escuchan los comentarios: “Me hicieron llorar y me hicieron reír”, “tengo coraje con las autoridades porque no hacen caso”, “cuando llegué a Chalco me pasó algo parecido”, “¿qué podemos hacer?”.
El objetivo de los conservatorios es que el público se permita expresar su experiencia, si las historias interpretadas les generaron empatía, pero también nombrar las violencias que en otros espacios no se nombran.
“Se nos han acercado y nos dicen: ‘Esto que ustedes dijeron a mí me pasó o le pasó a alguien de mis conocidas y yo no sabía qué significaba’. Como que empiezan a nombrarlo, lo ven acá en el escenario y ya saben cómo nombrar ciertas violencias”, cuenta Vianey.
Las participantes de Felpudas realizan este ejercicio de conversación con las personas del público cada vez que tienen una presentación, como parte de un proceso educativo y también de intervención comunitaria. Cuentan que en cada función participan en el diálogo todo tipo de mujeres y niñas, y se trata de generar una conversación horizontal para el reconocimiento de las violencias entre todas y todos.
“El ambiente teatral a veces está muy contaminado de machismo y misoginia, yo estudié en una escuela y a veces la academia también nos educa de esa forma. Entonces, cuando llegué aquí, pues me empecé a cuestionar muchas cosas que no estaban bien y poco a poco ha ido cambiando mi pensamiento, mi sentir”, cuenta Brenda Galván, actriz colaboradora de Felpudas.
En una ocasión, en Nezahualcóyotl, al final de la obra, una mujer se les acercó llorando para platicarles que había vivido una violencia similar a la que retrataron en su actuación y les preguntó qué podía hacer.
“Nosotras tontas, ingenuas, llegando a ser las actrices que vienen sólo a mostrar algo, no íbamos preparadas para dar esa información. Eso nos dio una cachetadota”, cuenta Diana.
A partir de entonces, luego del conversatorio, reparten un tríptico en el que recopilan información sobre colectivas feministas y otras agrupaciones de mujeres del Estado de México que brindan distintos tipos de acompañamiento.
El territorio y la descentralización de la cultura son otros factores importantes en los objetivos de este grupo de teatro popular.
“Vemos que dependiendo del territorio también va una discriminación intrínseca, va una dificultad de transporte. Simplemente para llegar aquí (a Chalco) yo me levanté a las cuatro y media (de la madrugada). Lo vemos cuando nos comunicamos con el público, porque no somos ajenas a sus problemáticas”, opina Diana, quien vive en Cuautepec Barrio Alto, en el límite norte de la Ciudad de México.
“La mayoría de las compañeras (de Felpudas) somos de la periferia, entonces hablamos también de un feminismo interseccional, comunitario”, dice Vianey, originaria de Nezahualcóyotl, y añade que la apropiación del espacio público es una pieza fundamental para ellas que como artistas buscan habitar los lugares desde la dignidad y la seguridad.
“Aparte de que me encuentra con la posibilidad de crear redes con otras mujeres, también me da la posibilidad de habitar mi espacio y de sentirme perteneciente de este lugar, de poder aportar desde las artes algo”, dice Vianey sobre la mayor apuesta del teatro popular feminista.
Celia Guerrero, periodista independiente
Fotos: Felpudas, Bronce Mx
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