Las autoridades de Marruecos y de España no hacen más que intercambiar halagos con el fin de superar la crisis diplomática en la que están inmersos los dos países desde hace meses. El 21 de agosto, el rey Mohamed VI expresó su deseo de abrir una etapa “inédita” en la relación bilateral basada en “la confianza, la transparencia, la consideración mutua y el respeto a los compromisos”. Pero en los aspectos prácticos la situación sigue estancada.
Rabat mantiene cerradas las fronteras de Ceuta y Melilla desde el 14 de marzo de 2020, al inicio de la pandemia. La embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich, sigue en Rabat desde mayo pasado. Las conexiones marítimas también siguen suspendidas. Los vuelos están autorizados, pero los viajeros procedentes de territorio español deben presentar una prueba PCR realizada 48 horas antes del vuelo, aunque estén vacunados con la pauta completa. Para viajar a España desde Marruecos no es necesario aportar una PCR cuando se tiene certificado de vacunación. La población vacunada con pauta completa en España se aproxima al 80%, mientras que en Marruecos se encuentra en el 60%.
El cierre de las fronteras ha causado un grave daño económico a Ceuta y Melilla, al cortar de golpe el denominado porteo o “comercio atípico”. Solo en 2020, las ciudades autónomas dejaron de ingresar un 14,4% y un 70% del IPSI (el impuesto sobre la producción, servicios e importación, equivalente al IVA), respectivamente, lo que ha supuesto más de 18 millones menos para las arcas ceutíes y en torno a 50 millones menos recaudados en Melilla.
Además, Marruecos decidió excluir a España de la Operación Paso del Estrecho, que realizan cada verano los marroquíes residentes en Europa. Los puertos de Ceuta y Melilla perdieron entre 5,5 y 6 millones de euros anuales cada uno en 2020 y 2021, entre otras razones por la suspensión de dicha operación.
Las conexiones marítimas están cerradas desde el cierre de fronteras, en marzo de 2020. No obstante, la embajada española en Rabat organizó, por motivos humanitarios, conexiones especiales de ferrys, autorizadas por el Ministerio de Exteriores marroquí. Llegaron a salir de Marruecos hasta 40.000 personas en esos barcos. Sin embargo, desde finales de abril, esos viajes dejaron de autorizarse por Marruecos. Fue, precisamente el 17 de abril de este año, cuando España acogió en un hospital de Logroño al líder del Frente Polisario, Brahim Gali. El hecho de que no haya barcos disponibles implica que los ciudadanos no puedan salir ni entrar en Marruecos con sus vehículos.
Mientras tanto, la situación en la frontera sigue estancada. Marruecos ya había emprendido antes de la pandemia su lucha contra el contrabando proveniente de Ceuta. En octubre de 2019, cerró el paso al comercio irregular de mercancías. La Confederación de Empresarios de Ceuta (CEC) calificó la medida en un informe como un “desastre económico para las dos partes”.
EL PAÍS ha preguntado al Ministerio de Exteriores marroquí si el cierre de las fronteras con Ceuta y Melilla se debe a razones de índole sanitaria, sin obtener respuesta alguna.
Las relaciones entre los dos países empeoraron después de que el 10 de diciembre de 2019 el entonces presidente de EE UU, Donald Trump, decretara el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. La primera medida de Marruecos fue suspender con solo una semana antelación la reunión de alto nivel (RAN) o cumbre bilateral prevista para el 17 de diciembre siguiente.
La crisis diplomática se agravó en abril tras acoger España al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para tratarse de la covid. La ministra de Exteriores que autorizó su entrada, Arancha González Laya, fue destituida en la crisis de gobierno que acometió el presidente Sánchez en julio. Su sustituto, José Manuel Albares, aún no ha sido recibido en Rabat.
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