Jorge Soler supo el destino de la pelota en cuanto la conectó. Tras el batazo de jonrón, el pelotero cubano de los Bravos de Atlanta se paró unos segundos sobre el plato de home y se golpeó tres veces en el pecho antes de iniciar la vuelta al diamante. Fue en la tercera entrada del sexto juego de la Serie Mundial, el momento justo en que el equipo comenzó a acariciar la anhelada cuarta victoria contra Houston, que ha dado al equipo su primer título en 26 años. El instante también en que el venezolano Luis García, pícher de los Astros, supo que su trabajo había terminado. Esta es la segunda derrota en cinco años para Houston en una final de béisbol después de lograr el título en 2017.
La frustración de Dusty Baker, el entrenador de Houston, fue notoria desde que Soler sacó la pelota del estadio Minute Maid con una bomba de 135 metros que impulsó tres carreras. Las cámaras captaron el grito de maldición oculto por la mascarilla de un mánager obsesionado con los protocolos del coronavirus. Baker salió al montecito a relevar a García momentos después del jonrón, que llegó en un duelo de ocho lanzamientos entre pícher y bateador. Este fue el tercer jonrón de Soler contra los Astros, un hito que lo coloca en una selecta lista con Babe Ruth y Lou Gehrig. Con seis carreras impulsadas y un sólido porcentaje de bateo de .300 en la final contra Houston, Soler se ha convertido esta noche en el jugador más valioso. Es el segundo cubano que obtiene este reconocimiento después de Liván Hernández con los Marlins de Florida, en 1997.
La rotación de los lanzadores fue una de las principales preocupaciones de los Astros de cara al sexto partido, donde debían defenderse a cara de perro de la desventaja acarreada desde los juegos celebrados en Atlanta. Se barajó la posibilidad de arrancar con José Urquidy de tirador, pero el mexicano sirvió de relevista en el juego del domingo ganado por los Astros. La decisión final fue arrancar con el novato de 24 años, quien no había tenido el suficiente descanso en el brazo derecho pues lanzó (y perdió) el tercer juego de la serie, celebrado el viernes.
El cuadrangular en la tercera entrada solo fue el preámbulo de otra demostración de la poderosa ofensiva de los Bravos, el equipo que derrotó en la final de la conferencia nacional, también en seis juegos, a los Dodgers que ganaron 106 partidos este año. La noche de este martes Dansby Swanson, shortstop de los Bravos, botó la pelota del campo en la quinta entrada en un lanzamiento a 150 kilómetros por hora del dominicano Cristian Javier, que entraba alto a la zona de strike. El jonrón de Swanson empujó dos carreras para ampliar una ventaja de 5-0 que añadía más presión a la artillería tejana.
Freddie Freeman, de 32 años, una de las estrellas de Atlanta, también sumó su parte en la histórica noche. Lo hizo con un jonrón en solitario en la parte alta de la séptima. Era también la séptima carrera, un número de buena suerte para un jugador conocido en la liga por su buena estrella. Freeman, quien lleva 12 años vistiendo el uniforme de los Bravos, tuvo una productiva noche al bate, con un doble además del cuadrangular, su quinto en la postemporada. Con su actuación de esta noche ha dejado claro el por qué logró el premio al más valioso en la conferencia nacional en 2020. En la temporada regular conectó 31 cuadrangulares, extendiendo una envidiable marca: ocho de sus doce años ha bateado 20 jonrones o más.
Los mejores bateadores de los Astros fueron anulados en una noche donde Max Fried abrió el juego para Atlanta. El zurdo encontró dificultades al arranque del partido. Sin embargo, logró imponerse a lo largo de seis entradas en las que solo permitió cuatro hits, ponchó a seis bateadores y no permitió carrera. El de esta noche ha sido un final amargo para los grandes bateadores de Houston como José Altuve, Carlos Correa, Yuli Gurriel y Michael Brantley, quienes fueron los verdugos de los Red Sox de Boston en la final de la conferencia americana.
Atlanta, entrenado por Brian Snitker, ha conseguido este otoño una anhelada victoria soñada desde 1995. A inicios de aquella década, el legendario mánager Bobby Cox tomó las riendas tras la peor temporada de la franquicia y lo convirtió en uno de los mejores equipos de la liga. Después de más de 10 años sin ganar un título de división, los Bravos llegaron entonces a las Series Mundiales de 1991 y 1992 gracias a pícheres de época: Tom Glavine, Steve Avery, John Smoltz y Greg Maddux. El esperado trofeo llegó al fin frente a los Indios de Cleveland. Después perderían otras dos finales. La historia de la escuadra inició en Boston a finales del siglo XIX, pero este es apenas el segundo título nacional para la ciudad de Atlanta después del logrado por los hombres de Cox. Antes, el equipo había ganado otra serie cuando jugaba en Milwaukee.
Algo del ADN de aquel equipo está en los Bravos que se han coronado esta noche. Snitker, quien lleva un sexenio al frente, ha sido comparado con Cox por su apuesta en jugadores de la cantera y figuras como Freeman, quien jugó las series de postemporada de los Bravos en 2010, 2012 y 2013. Este año se convirtió en todo un reto para la organización. Atlanta sufrió un verano calamitoso con un hilo de lesiones que apartaron del juego a jugadores de gran talento, como el jardinero Ronald Acuña. Al cierre de la liga solo sumaban 88 victorias, el menor número entre la decena de escuadras clasificada a los playoffs. Pero nada de eso ha importado esta noche gracias a una novena de jugadores que han logrado una nueva victoria y, de paso, una comparación con los mejores años del pasado.
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