30 años de ‘American Psycho’, el libro que retrató el capitalismo y el mundo donde viviríamos

“ALGUNOS EDITORES de Random House manifestaron su alivio porque la guerra del Golfo Pérsico desviara la atención del libro”, informaba The New York Times en 1991. La guerra era la primera de Irak que declaró George Bush padre. El libro, American Psycho, la novela con la que el estadounidense Bret Easton Ellis marcaba época a los 26 años con su perturbado protagonista, el yuppie asesino Patrick Bateman.

Valiéndose del vacío existencial del personaje y la violencia descrita con morboso detalle, Ellis construía una sátira salvaje sobre el consumismo depredador que todo lo corroía. American Psycho sacudió el establishment literario y levantó una considerable polvareda mediática. Los editores de Simon & Schuster declinaron publicar el libro al considerarlo “de mal gusto”. El legendario Sonny Mehta, quien entonces dirigía el sello Vintage, se hizo con el manuscrito, respetó el tono macabro, lo sacó a la calle y cantó bingo.

No tardaron en llegarle a Ellis las amenazas de desmembrarle y torturarle como hacía Bateman en la novela. El autor pasó a ser un personaje odiado y admirado, capaz de radiografiar con sofisticada y esperpéntica precisión las miserias de su sociedad. “Lo ocurrido con American Psycho hoy no podría pasar”, aseguraba Ellis en 2019. “El contenido que revolvió a tanta gente, hoy está en todas partes. Lo gore está en todas partes. Las cosas que vemos hoy eran inimaginables en 1991 y por eso el libro tuvo tanto éxito”.

Christian Bale en 'American Psycho' (2000) preparándose para la faena.
Christian Bale en ‘American Psycho’ (2000) preparándose para la faena.

Efectivamente, feministas y progre-sistas proclamaron la repugnancia que les producía la historia de aquel pertur- bado cachorro de Wall Street. A muchos les indignaba que llegaran a imprimirse aquellos homicidios y desmembra- mientos, sobre todo de mujeres. Inter- calaba largas diatribas sobre canciones pop, anotaciones sobre moda y mucha cocaína, usando un estilo literario “de trastorno obsesivo compulsivo masculino, con enumeraciones interminables y descripciones híper detalladas”, como explica al teléfono el crítico Marco Roth, de la revista N+1. Una de las voces más contrarias al libro fue la de Gloria Steinem, madrastra durante unos años de Christian Bale: el actor que acabaría interpretando a Bateman en la película dirigida por Mary Harrow, dándole una muy próspera segunda vida. Ironía notable que efectivamente fuese una mujer quien acabó por llevar al cine esa fábula posmoderna de masculinidad enferma, casi una década después de que llegara a las librerías, dándole una muy próspera segunda vida.

En 2021, al cumplirse 30 años de su publicación, hay algo en el libro que mantiene una inquietante vigencia, aunque su efecto sorpresa se haya visto desgastado. El personaje de Bateman es un confeso admirador de Donald Trump, y quién hubiera pensado en 1991 que el magnate acabaría por mudarse a la Casa Blanca.

Jay McInerney, Tama Janowitz y Bret Easton Ellis, en Nueva York en torno a 1988.
Jay McInerney, Tama Janowitz y Bret Easton Ellis, en Nueva York en torno a 1988.John Simone

Ellis usaba un ritmo sincopado y rabiosamente posmoderno. “Transformó la novela en una historia sobre vanidad masculina”, escribe el crítico Dan Crowe. “No es solo la representación de una masculinidad tóxica o hegemónica, sino la culminación de la misma idea de masculinidad sin filtros, en estado puro”. Durante años el novelista se refirió a su padre, Bob Ellis, agente inmobiliario en Los Ángeles y un hombre de rasgos irracionales y patológicos, como el modelo para esa sádica figura masculina. Bajo la tranquila y soleada vida en los suburbios había humillaciones y maltrato. Como cuenta la periodista Lily Anolik, conocedora a fondo del mundo de Easton Ellis: “La casa familiar no era un lugar seguro, y papá no vendría a salvarte del coco que se escondía en el armario. Más bien el hogar es donde habita el miedo y el monstruo es el padre del que él logró escapar a través de los libros”. Ellis había debutado a los 21 como novelista con la deslumbrante Menos que cero cuando era un estudiante universitario en Bennington. Ese college para niños ricos entregados al desfase punk resultó ser un insospechado foco de ta- lento. En el campus coincidieron en los ochenta tres exponentes de la llamada Generación X, Jonathan Lethem, Donna Tartt y el propio Ellis. Cuentan que llegó con una maleta cargada de drogas y otra con las notas que acabarían conformando su primera novela. El éxito fue instantáneo. Había algo fresco en su manera de narrar y algo muy podrido en el mundo descrito.

Escena del montaje de Broadway del musical de 'American Psycho'
Escena del montaje de Broadway del musical de ‘American Psycho’Broadway.com

Con Bateman compartía un profundo malestar: “Él estaba loco de la misma forma que yo. La historia partió de mi propia alienación en un momento dado. Caí en un vacío consumista que debía hacerme sentir bien, pero me ponía peor”, explicó en 2019. “Escribir una novela es como un exorcismo. Me permite salir del dolor y darle sentido”. La etiqueta de incómodo no le ha abandonado. “No le queremos como uno de los nuestros y puede que deseáramos que no existiera. Pero con independencia de lo que opines de él como novelista, lo veas como payaso o virtuoso, villano o provocador, hay que reconocer que conoce el código de la cultura estadounidense de los últimos 40 años”, sostiene Anolik. El crítico Roth habla con sorna de lo ingenuo que resulta hoy Bateman: “Lo que parecía exagerado casi se ha vuelto domesticado. American Psycho es la apoteosis del consumismo. Pero el protagonista tiene un resto de conciencia y resulta demasiado articulado comparado con Trump o sus secuaces, quienes, asesinatos al margen, tienen aún menos empatía”, reflexiona y lamenta que hoy no quede espacio para contar aterradoras historias “que no lleven de la mano al lector explicándole que debe estar horrorizado”.

Malos tiempos para la sátira, y en eso coincide con una gran admiradora de Ellis, la novelista Ottessa Moshfegh: “La sutileza es necesaria para la sátira, pero no se aprecia en EE UU. Valoramos el aplomo, los ataques di- rectos y las celebraciones. Es una debilidad”. Y vuelve a resonar aquella conversación del arranque de American Psycho: “Soy creativo, soy joven, sin escrúpulos, sumamente motivado, altamente capacitado”.

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