La sede de la casa de subastas Christie’s, en la milla de oro de Manhattan, es estos días un hervidero de visitantes. Se celebra una de las citas clave del mercado del arte, la temporada de otoño, y las primeras pujas con público desde la pandemia, si bien aún en formato híbrido, con postores en línea desde una treintena de países. Cientos de pinturas que muchos museos del mundo soñarían con atesorar se muestran al público, compuesto por una mezcla de curiosos, estudiantes, ejecutivos de impoluto traje y señoras bien con bolsos que no bajan de las cuatro cifras. Resulta difícil concentrar la vista en una sola obra: tal es la sobreestimulación artística —y el apabullante alarde de riqueza, con precios mareantes— que encierra el lugar. La pandemia, lejos de debilitar el mercado, parece haber incrementado el apetito exclusivo de belleza.
Buena parte de los visitantes es consciente de que, de no ser por estas oportunidades, resultaría imposible contemplar obras cuya existencia discurre en paralelo a la de la vida pública de los museos: un retrato femenino y violeta de Picasso, o las figuras vaporosas y traviesas de Chagall que parecen mecerse en la corriente. Obras convertidas en envites de la especulación tras hornearse en la fortuna de magnates como Ed Cox, cuya colección fue rematada este jueves en Christie’s por 290 millones de euros (332 millones de dólares), o por desventuras de una pareja, como la colección Macklowe, en venta por el divorcio del magnate inmobiliario Harry Macklowe en 2018 y que, con solo 65 piezas, está valorada en más de 600 millones de dólares. La colección, la joya de la corona de Sotheby’s, es la más cara jamás rematada y se subastará en sendas pujas, la primera el próximo lunes, la siguiente en mayo. Según fuentes de la firma, será la venta más importante desde 2015.
Porque en Nueva York hay estos días sitio para todos: para la primera división que representan las firmas centenarias Christie’s y Sotheby’s, pero también para casas más modestas como Bonhams, que el domingo celebrará su jornada de puertas abiertas a un selecto grupo de invitados con un brunch amenizado con jazz en directo. El epítome de lo neoyorquino.
Christie’s y Sotheby’s son también la quintaesencia de un mercado del arte cada vez más global, a juzgar por el perfil de sus exclusivos clientes. Los coleccionistas asiáticos han impreso dinamismo a un mercado hasta hace poco monopolizado por fortunas añejas. Patti Wong, responsable de Sotheby’s en Asia, subrayaba en la presentación virtual de la colección Macklowe la dimensión de este mercado: “Su importancia ha quedado de manifiesto este último año, tras su desembarco hace una década. Los coleccionistas asiáticos se están incorporando al mercado a un ritmo nunca visto. De las veinte piezas más importantes subastadas en 2020, nueve fueron compradas por asiáticos. También adquirieron el 50% de las obras de más de cinco millones de dólares en el mismo periodo”.
Pero frente al dinamismo asiático, el reposado —y bien amortizado— estilo de los impresionistas sigue siendo el valor más seguro, el timbre de gloria de cualquier colección que se precie. La venta de la Cox se saldó el jueves por 332 millones de dólares; la mitad, en obras de Van Gogh, incluido un dibujo del holandés expoliado por los nazis, más ocho picassos que recaudaron 92 millones, y un caillote que batió su propio récord (53 millones de dólares) y fue adquirido por el Museo Getty de Los Ángeles. El resto de los compradores permanecen en el anonimato. Curiosamente, los impresionistas han tenido una acogida menor en el mercado asiático: solo el 13% de los compradores son de ese continente. El estilo sigue teniendo más predicamento en América (52%) y Europa (35%), según explican fuentes de la firma.
Coleccionistas más jóvenes
Los coleccionistas son también cada vez más jóvenes, gracias a la incorporación de los mileniales al mundo del arte, o a su mercado. En el caso de Christie’s, el 30% de sus compradores en 2021 han sido “nuevos clientes” y entre ellos, el 31% eran mileniales. Este factor tal vez explique la creciente presencia de obras digitales o NFT y también el uso de criptomonedas en la transacción. Sotheby’s subastará en Ether (ETH) dos obras físicas de Banksy, un “hecho sin precedentes”, ha anunciado la firma este jueves. En una subasta en línea de NFT de Sotheby’s en junio, que generó más de 17 millones de dólares, casi el 70% de los compradores eran recién llegados. Los primeros NFT vendidos por Christie’s en Europa, el mes pasado, fueron adquiridos por 1,3 millones de dólares por el dueño de una plataforma de préstamo de criptomonedas. El estadounidense Beeple, creador del NFT más caro subastado hasta la fecha, vio cómo su primera obra híbrida (virtual y física) alcanzaba casi 30 millones de dólares en la sesión del martes de Christie’s. Frente a la profundidad de la colección Macklowe, forjada a lo largo de cinco décadas y que por tanto permite apreciar la evolución de la mayoría de los artistas que la componen, la virtualidad instantánea o improvisada gana cada vez más terreno: el poso deja paso al chispazo.
El circuito del arte a veces parece tener vida propia, arbitraria y caprichosa, al margen de la voluntad de postores y coleccionistas. El martes, en la primera subasta de la estación de Christie’s, dedicada al siglo XXI, un enorme basquiat con un precio estimado entre 40 y 80 millones de dólares, se liquidó por el precio de salida, poco más de 40 impuestos y tasas incluidos, un resultado discreto para la expectación existente. Otros diez creadores menos conocidos, como el escocés Peter Doig, dieron la sorpresa y batieron récords de cotización: Doig logró su mejor marca al vender una de sus obras, de 1990, por la misma suma que el esperado basquiat. En total, la puja superó los 200 millones de dólares. Junto con la subasta impresionista del jueves, el monto superó los 971 millones de dólares. Basquiat, curiosamente, tuvo mejor suerte el jueves: un retrato suyo hecho por Andy Warhol alcanzó los 40 millones de dólares.
En cuanto a la circulación de las obras, su posicionamiento en el mercado, la tendencia apunta a una relación cada vez más directa de los artistas con las casas de subasta, sin intermediarios. Hasta ahora las galerías eran generalmente los interlocutores obligados entre el artista y el coleccionista. “La mayor novedad es que los artistas quieren trabajar cada vez más con las casas de subastas directamente”, explica Rebekah Bowling, de Phillips, otra firma del ramo con cartera internacional. “La estructura tradicional del mercado se ha invertido”, añade la experta. La facilidad de contacto y de exposición que proporcionan redes sociales como Twitter y Clubhouse agiliza hoy muchos pasos del negocio, a la espera del metaverso, ese universo virtual en el que muchos ven el futuro ecosistema del arte, o al menos uno de ellos. Un desvaído reflejo de la artesana subasta de toda la vida, a golpe de martillo, con operarios enguantados trasladando con mimo las obras al escenario. También en la vida pospandemia.
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