La alta abstención ha marcado las elecciones regionales que se han celebrado este domingo en Venezuela, las primeras en las que ha participado la oposición mayoritaria en un lustro. Seis de cada diez venezolanos se quedaron en casa. Estos comicios se habían planteado como la forma de empedrar el camino a unas presidenciales justas y limpias que devuelvan la alternancia en el poder. El chavismo ha ganado en 20 de los 23 Estados en juego y en el gobierno en Caracas. Los principales partidos de la oposición, que hasta el último momento han evidenciado sus dificultades para llegar unidos, vencieron solo en tres, en dos de ellos de la mano de viejos caciques regionales.
El intento de crear un nuevo liderazgo opositor que pueda llegar con fuerza a unas futuras presidenciales ha resultado fallido. La participación apenas ha sido del 41.80%. Nada extraño en un país agotado por el enfrentamiento político. No era fácil toparse estos días con una tertulia partidista en Caracas, ni en la recta final de la campaña. La gente ignoraba hasta el nombre de los candidatos. Algunos partidos habían llamado a la abstención al considerar que este proceso solo le hace ganar tiempo al presidente Nicolás Maduro. El hecho de que el voto tuviera un poder simbólico más que práctico tampoco es que ayudara mucho.
Esa indecisión abonó el triunfo del chavismo, que entre otras cosas contó con todo el aparato del Estado a su favor. Su victoria estaba tan cantada que el presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, felicitó en público a Maduro antes de que el CNE diera a conocer los resultados poco antes de medianoche. El Gobierno ha demostrado una vez más que tiene capacidad para movilizar a sus bases, que los expertos calculan en algo más de un 20% de la población, pese al descontento que se percibe en el país. La economía nacional ha colapsado en los últimos años, hasta tocar fondo por el desplome del precio del petróleo.
Los opositores han sido bien recibidos en barrios chavistas después de mucho tiempo. Tampoco eso ha sido suficiente. La oposición ha llegado fragmentada a la cita. No ha habido listas conjuntas y el voto se ha dispersado entre más de dos opciones en la mayoría de las regiones. El mensaje, en ocasiones, ha resultado contradictorio. Figuras prominentes como Juan Guaidó se han mostrado ambiguas sobre si era conveniente salir a votar y otras como Leopoldo López, exiliado en Madrid, directamente pedía la abstención. A su modo de ver, no participar era “un grito de libertad”. Henrique Capriles, en cambio, hizo campaña en el interior del país.
La misión de observación de la UE, cuyo informe preliminar se emitirá el martes, determinará si existen las condiciones mínimas para seguir confiando en la ruta electoral como salida a la crisis. Esta se antoja larga. La inmediata fracasó en su día. La intentona de derrocar a Maduro encalló en 2019, cuando incluso se nombró a un presidente interino, un abogado de 35 años llamado Juan Guaidó que contaba con el respaldo de Estados Unidos. Maduro se enrocó en el poder.
Nada más conocer el resultado, el chavismo lanzó un mensaje de euforia. El canal público tituló en mayúsculas: “Victoria histórica de la revolución”. Maduro apareció con una camisa roja dándole las gracias al pueblo venezolano e insistiendo en que estas son las novenas elecciones que se celebran durante su mandato. En las dos últimas la oposición no se presentó al no tener garantías de que fueran a ser justas. “Gracias venezolanos, gracias pueblo”, añadió.
Una de las figuras más prominentes del chavismo, Diosdado Cabello, aguardó los resultados en la sede del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el oficialista, dirigiéndose a un grupo de dirigentes y comentando la jornada en una comparecencia retransmitida en directo. El veterano líder oficialista lanzó una advertencia a la comunidad internacional: “Aquí quien designa al presidente no es Estados Unidos ni la Unión Europea, es el pueblo de Venezuela”.
El expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero llegó invitado por el organismo que organiza las elecciones. Se reunió con Maduro en el Palacio de Miraflores. Zapatero ha hecho hincapié en que la celebración de esta jornada electoral debía servir para retomar el diálogo entre el Gobierno y los opositores, ahora mismo roto por el estancamiento de las conversaciones en México, donde Noruega hace de país mediador. Los dirigentes oficialistas se levantaron de la mesa tras la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, presunto testaferro del chavismo. Maduro ha recalcado este domingo que mientras Saab siga detenido resulta muy difícil que se vuelvan a sentar a negociar.
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