Es la primera vez que millones de personas en todo el mundo organizamos la Navidad en función de variables que no entendemos. Sabemos por distintos estudios científicos que la variante ómicron es más contagiosa que la delta. Que los vacunados tienen muchas menos probabilidades de morir o de ingresar en el hospital. Y poco más. Cada Gobierno está tomando decisiones más relacionadas con las pérdidas que está dispuesto a asumir que con los datos que aportan los científicos.
En Bélgica, aunque la incidencia de la covid-19 está bajando, se ha aprobado el cierre de cines y teatros a partir del domingo. Muchos expertos sienten que no se les escucha. El otro día al epidemiólogo belga Marius Gilbert se le saltaban las lágrimas en televisión: la ruptura de la confianza en la política es total, decía. Habló de la frustración que le provoca diseñar cada semana una estrategia con base en datos y que los políticos se la desmonten según sus negociaciones. Algo parecido han expresado expertos españoles ante la obligación de usar mascarilla en exteriores. En el Reino Unido los contagiados ya no tienen que aislarse 10 días, sino siete si dan negativo en antígenos el sexto y el séptimo día de confinamiento. Boris Johnson no piensa anunciar más restricciones hasta la semana que viene, cuando se esperan más hospitalizaciones. El personal sanitario le pide actuar ya porque están al límite, pero Downing Street insiste en que esperando unos días tendrá una foto más clara. El problema es que nadie la tiene: ¿Recuerdan cuando Austria hace año y medio se declaraba “inteligente” por su gestión de la pandemia? El día 27 adelantará el toque de queda.
Así que a los ciudadanos nos toca planificar nuestras vidas en un escenario que va cambiando (¿Saldrá un nuevo decreto? ¿Contradirá lo anterior? ¿Cerrarán los colegios en enero?). Nos bombardean los bulos y teorías de la conspiración. En internet existen páginas crueles en las que se cuelgan fotos de fallecidos antivacunas. Los extremistas aprovechan cualquier grieta: Marine Le Pen, candidata de la ultraderecha francesa, no para de repetir que Macron quiere encerrar a los franceses y que solo ellos defienden la libertad. Otros líderes evitan hablar de los médicos exprimidos y la falta de recursos, y apelan al autocuidado. La historiadora de la medicina Laurence Monnais cree que es la forma de tapar un proceso soterrado de desmantelamiento de la sanidad pública, en el que el individuo debe “saber qué hacer para vivir mejor, más tiempo y a menor coste”.
Esta Navidad la vivimos a tientas. Sorteando como podemos el palo de la responsabilidad individual, y la zanahoria de que estamos ante el principio del fin.@anafuentesf
Inicia sesión para seguir leyendo
Sólo con tener una cuenta ya puedes leer este artículo, es gratis
Gracias por leer EL PAÍS