Un vampiro es una criatura que se alimenta de la sangre de otros seres vivos. El prototipo de vampiro más conocido a nivel global es el de un ser humano que después de morir se ha convertido en un depredador sediento de sangre. El mito sobre esta criatura se popularizó en Europa en el siglo XVIII y actualmente forma parte del folclore de muchos países. Existe un eterno debate acerca de si realmente existe o no, pero, en cualquier caso, nosotros queremos hablar de las diferentes formas que existen de matar a un vampiro.
Sujetar objetos sagrados
Esta es una de las formas más efectivas y sencillas que existen para acabar con un vampiro. No hay que olvidar que se trata de una criatura malvada, de manera que rechaza por completo cualquier artículo sagrado, independientemente de la religión a la que pertenezca: islam, cristianismo, judaísmo, budismo…
Ahora bien, no es suficiente con sujetar un objeto sagrado frente al vampiro para matarlo, sino que hay que tener fe y creer en el poder de Dios.
Decapitar al vampiro
A lo largo de la historia, una de las formas más conocidas de evitar que un vampiro sediento de sangre ataque a un ser humano ha sido decapitarlo. Se trata de cortarle la cabeza con una espada de plata. Luego, se le llena la boca de ajos para que no vuelva a resucitar.
También es posible acabar con su vida clavándole una estaca de madera en el corazón o en el pecho. Lo ideal es que tenga la forma de un objeto sagrado, como por ejemplo una cruz, y sea afilada. Sin embargo, en novelas y películas de vampiros objetos de madera normales y corrientes, como percheros, han dado el mismo resultado.
Exponerle a la luz del sol
Y, por último, otra fórmula que siempre funciona para matar a un vampiro es exponerle a la luz del sol. Esta criatura es alérgica a los rayos solares y, nada más exponerse a ellos, se convierte en ceniza en cuestión de segundos.
Otra posibilidad es la que de quemar al vampiro hasta que quede reducido a cenizas. Sin embargo, esto es algo más complicado ya que cuando se está quemando todavía puede huir y recuperarse bajo la superficie de la tierra de su lugar de origen.
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