Portugal sabrá dentro de 20 días quién ganará las elecciones legislativas, pero no está igual de claro que la noche del 30 de enero descubra quién gobernará el país. Las predicciones demoscópicas que más se repiten son el triunfo sin mayoría absoluta del Partido Socialista y el avance de la extrema derecha, de la mano de André Ventura, abogado y comentarista deportivo que militó en el moderado Partido Social Demócrata (PSD) y que ahora defiende con el mismo ardor la bajada de impuestos que la castración química de pedófilos y violadores. Ventura, que ha recibido este domingo el apoyo explícito del líder de Vox, Santiago Abascal, durante un almuerzo en Lisboa, tiene entre un 5% y un 6,3% de intención de voto, que podrían convertir a Chega en la tercera fuerza por delante del Bloco de Esquerda (BE) y del Partido Comunista Portugués (PCP). En esta legislatura contaba con el único escaño de su líder.
Las encuestas apuntan también hacia un Parlamento tan fragmentado como el disuelto por el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, tras constatar la soledad del Partido Socialista (PS) para sacar adelante los presupuestos de 2022. En noviembre los antiguos socios de la geringonça [alianza parlamentaria de izquierdas], Bloco de Esquerda y Partido Comunista Portugués, frustraron la tramitación parlamentaria del proyecto del Gobierno socialista al votar en contra. Rebelo de Sousa decidió entonces que prefería segar la legislatura por la mitad antes que perpetuar la atmósfera de inestabilidad que se cernía sobre la Cámara elegida en 2019, donde tenían presencia diez partidos. El sondeo de la Universidad Católica para el diario Público y la cadena RTP, difundido el viernes 7, da un 38% en intención de voto al PS, lejos de la mayoría “reforzada” que pide el primer ministro y candidato socialista, António Costa. Pedir abiertamente la mayoría absoluta es un tabú en el PS, aunque Catarina Martins, la candidata y líder del Bloco, les reproche que esa es la razón por la que permitieron la crisis política que llevó a las elecciones anticipadas.
La incógnita es, pues, quiénes serán los socios del partido más votado. Aunque Costa aparezca como opción preferida como primer ministro de los portugueses, en los últimos meses ha mejorado el respaldo al conservador PSD (32% en intención de voto en la encuesta de Público), que lidera el economista y exalcalde de Oporto, Rui Rio. A pesar de convalecer de unas primarias desgarradas, donde tanto el aparato como las viejas glorias hicieron campaña en su contra, Rio está recortando la distancia que le separa de Costa con su tono institucional y su defensa de un pacto entre los dos grandes partidos, PS y PSD, para permitir la gobernabilidad al más votado. Rio no quiere recurrir al apoyo de Chega para llegar al palacio de São Bento, pero no parece que el PS vaya a facilitarle la investidura si el centroderecha gana las elecciones con una mayoría insuficiente, un escenario difícil pero no imposible como se vio en Lisboa en las elecciones municipales, con la inesperada victoria de Carlos Moedas, del PSD.
André Ventura ha puesto precio a su apoyo electoral al PSD: entrar en el Gobierno para “hacer transformaciones”. “No puedo hacer una coalición con un partido inestable”, respondió Rio en el debate televisado que mantuvo con el líder de Chega, en alusión a la experiencia del Gobierno regional de Azores, donde los ultras permitieron la llegada al poder del PSD, pero amenazaron con tumbarlo en la votación de los primeros presupuestos. El auge de la ultraderecha es uno de los ejes de la campaña de António Costa, que no desaprovecha la ocasión de recordar sus riesgos, como su propuesta para reintroducir la pena de prisión perpetua en Portugal, que fue el primer país del mundo en abolirla en 1884.
Aunque serán las cuartas elecciones que celebran los portugueses en pandemia, existe una gran incertidumbre sobre la gestión del derecho al voto de los confinados, que representarán un porcentaje muy importante. Unos 436.000 portugueses se encuentran estos días en aislamiento profiláctico, según la Dirección General de Salud. El Gobierno, que ha recibido críticas de la oposición por no anticipar este escenario que podría aumentar la abstención, ha solicitado un informe jurídico para ver cómo conciliar el derecho al voto y la seguridad sanitaria.
Y aunque los contagios no bajan, el Gobierno ha emprendido el camino de la relajación. Este lunes los escolares portugueses regresan a las aulas. Sus padres dejarán de teletrabajar de forma obligatoria el viernes 14. Y el próximo fin de semana los turistas podrán tomar de nuevo discotecas y bares, test negativo mediante. Para comer en un restaurante o ir al teatro bastará el certificado de vacunación y los contactos laborales de positivos no tendrán que confinarse como hasta ahora. El viernes 14 el país se despide del “periodo de contención”, que impuso algunas restricciones en Navidad, sin lograr atajar la expansión de ómicron. En su discurso de Año Nuevo, el presidente Rebelo de Sousa reconoció el hastío coronavírico y apeló a la resistencia: “La pandemia nos obliga a testar, vacunar, resistir y aprender a convivir con ella… Tenemos que consolidar el camino para la superación de la pandemia. Estamos encaminados, pero falta el final de los finales”.
30 debates televisados en dos semanas
¿Se verá algún día un cara a cara televisado entre Pedro Sánchez y Santiago Abascal? ¿O entre Pablo Casado y Gabriel Rufián? ¿Incluso entre Inés Arrimadas y Aitor Esteban? A la vista de lo que cuesta organizar los debates electorales en España y la rigidez de sus formatos, parece difícil que se pueda replicar el modelo de Portugal, donde se han organizado 30 duelos electorales entre el 2 y el 15 de enero en los que se enfrentan dos candidatos en espacios cortos de 25 minutos. A este maratón, que se despliega por seis cadenas de televisión, hay que sumar otros dos debates multipartidistas en la cadena pública RTP, uno con fuerzas con representación parlamentaria y otro que incluye formaciones que no están en la Asamblea de la República.
Algunos columnistas critican que el formato de 25 minutos sirve más para dar espectáculo mediático que para clarificar propuestas políticas, pero los encuentros dan juego, a veces brillante, a veces bochornoso, y desnudan más de lo que a algunos asesores políticos les gustaría. Es la forma que han encontrado los portugueses de dar cancha a las minorías. Sin contar la expectativa que genera el duelo entre los presidenciables António Costa y Rui Rio, que se celebrará este jueves y durará 75 minutos, los debates más morbosos han sido los cara a cara entre André Ventura y diferentes adversarios. Mientras que la líder del Bloco de Esquerda, Catarina Martins, se mostró impávida ante los ataques de Ventura y recurrió en varias ocasiones al papa Francisco para afearle sus propuestas, el primer ministro, António Costa, salió a la ofensiva desde el primer minuto para evitar que Ventura pudiese acorralarle como le ocurrió a Rui Rio, que pasó todo el debate a la defensiva y enredado en las propuestas de Chega como la implantación de la cadena perpetua para crímenes graves. El debate con más audiencia, hasta el pasado viernes 7, fue el que enfrentó a Rui Rio y Catarina Martins, con un share de 26,1% y 1,4 millones de espectadores.
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