En un país donde, de modo mayoritario, la monarquía es una realidad británica asumida tan esencialmente como el asado de domingo o las casas de apuestas, los miembros de la familia real tienen dos caminos para agradar a la ciudadanía. Pueden comportarse con la tediosa profesionalidad y el decoro que esperan de ellos los más monárquicos. O pueden construir un estilo y una imagen con los que se identifiquen hasta los menos tradicionalistas. Kate Middleton, que este 9 de enero cumplirá 40 años, ha logrado la proeza de brillar con las dos estrategias. Nada ha sido fruto de la improvisación, pero la pandemia, paradójicamente, ha permitido que la duquesa de Cambridge y futura reina del Reino Unido pudiera desplegar el fruto de años de paciente preparación.
El pasado 8 de diciembre, personal de organizaciones caritativas, profesores, trabajadores de los servicios de emergencia, personal sanitario y miembros de las Fuerzas Armadas se congregaron en la abadía de Westminster. El espectáculo Royal Carols: Together at Christmas (Villancicos Reales: Juntos en Navidad) fue una idea concebida y patrocinada por la esposa de Guillermo de Inglaterra, retransmitida luego en Nochebuena en la cadena ITV. Un modo de rendir homenaje “a la increíble tarea de personas y organizaciones de todo el país que dieron un paso adelante para apoyar a sus respectivas comunidades durante la pandemia”. Kate Middleton apareció con un abrigo-vestido entallado, rojo intenso, de Catherine Walker. De la misma firma que tantas veces eligió su difunta suegra, Lady Di. La “princesa del pueblo” fue enterrada en 1997 con el vestido negro que Walker diseñó para su visita al papa Juan Pablo II, en 1985. El modelo Beau Tie, el que lucía Kate, ha salido de la creatividad de Said Cyrus, el esposo iraní de la fallecida diseñadora. “Al igual que Diana, Kate es inmensamente popular. Es un icono de la moda, y la nación la adora”, ha dicho estos días Katie Nicholl, la biógrafa más cercana a la duquesa de Cambridge (Kate. The Future Queen. Kate. La Futura Reina. Ed. Hachette Books). “No creo que aspirara nunca a ser como su difunta suegra, aunque se ha inspirado claramente en su ética del trabajo y en su esmero. Ella también es ‘la princesa del pueblo’, pero en su propia versión”, ha explicado Nicholl a la revista Closer.
Una versión mucho más tradicional, pero que no renuncia a la conexión con la cultura popular. La sorpresa de la noche fue Kate Middleton al piano para acompañar al cantante escocés Tom Walker, cuando interpretó For those who can´t be here (Para aquellos que no pueden estar aquí). La tensión y la seriedad que transmitía la duquesa, consciente de que no podía fallar una tecla ni una nota en esa puesta en escena, no jugaron en su contra. Al revés. Ese era el toque de “profesionalidad”. El de “popularidad” se lo dio aparecer junto a Walker, que con sus barbas, su gorro de lana, su voz desgarrada y sus letras melosas es tan del gusto de los británicos como Ed Sheeran o Adele. Y la conexión con los incondicionales la logró con ese intercambio cariñoso de miradas, con su marido, mientras escuchaban ambos a Ellie Goulding -la misma que cantó en su boda- interpretar Have Yourself a Merry Little Christmas.
El amor universitario de Guillermo de Inglaterra, que según la leyenda hizo todo lo posible por coincidir con él en la Universidad de St. Andrews, y terminó de conquistarlo al desfilar -para una causa benéfica- con un vestido de gasa que transparentó sus intenciones, ha seducido finalmente a la prensa británica tradicional cumpliendo a la perfección el papel de madre y esposa. El vídeo con el que los duques de Cambridge compartieron su décimo aniversario de bodas era lo más parecido a un anuncio de Barbour: una celebración de la country life tan del gusto de la clase media inglesa y de la institución de la familia. Guillermo, Kate, y sus tres retoños, Jorge, Charlotte y Luis, entre los juncos y las dunas de la playa de Norfolk. O entre juegos familiares en el jardín de su casa de campo. 95.000 ‘me gusta’ en Twitter. Superó los 85.000 de la foto de Guillermo, Kate y Jorge, celebrando el primer gol de Inglaterra en la final del Mundial. De nuevo, Kate, de rojo. Esta vez con blazier de Zara. Con ocasión de su 40 cumpleaños no ha podido tampoco resistir la tentación de volver a lucir su color favorito en unas espectaculares fotos que pasarán a formar parte de los fondos de la National Portrait Gallery tomadas por el fotógrafo especializado en moda Paolo Roversi.
LA duquesa de Cambridge asiste al servicio de villancicos comunitarios ‘Juntos en Navidad’, el 8 de diciembre en Londres.Samir Hussein (Samir Hussein/WireImage)
Frente a los excesos y aspavientos de Enrique y Meghan Markle, que alteraron la paz de los Windsor a principios de año con su entrevista televisiva a la presentadora Oprah Winfrey, Kate ha mantenido la flema que reclamaban muchos británicos. Mientras su esposo saltaba ante las cámaras para negar que su familia fuera racista, como habían afirmado su hermano y su cuñada, Kate callaba. Mantenía la compostura. Evitaba entrar en las acusaciones de la duquesa de Sussex, quien la señalaba como causante de sus desdichas.
Delighted to share a new portrait of The Duchess ahead of her 40th birthday tomorrow.
This is one of three new portraits which will enter the permanent collection of the @NPGLondon, of which The Duchess is Patron.
📸 Paolo Roversi pic.twitter.com/55Z5qBMLaP
— The Duke and Duchess of Cambridge (@KensingtonRoyal) January 8, 2022
La duquesa de Cambridge se ha ganado el cariño de Isabel II, cuyos 95 años y una salud que empieza a fallar, han hecho que transmita cada vez más funciones de representación a los miembros más relevantes de la familia. Y entre estos se hallan Camilla Parker-Bowles, la esposa del heredero Carlos de Inglaterra, y Kate Middleton. Toda la nación pudo ver la elegancia con la que juntó a su esposo y a su cuñado, dos hermanos cada vez más distanciados, a la salida del funeral de Felipe de Edimburgo, en la capilla del castillo de Windsor. Kate, cuyos ojos verdes sobre la mascarilla negra fueron de los más buscados por los fotógrafos durante aquella ceremonia, caminó detrás de ambos para dejar que hablaran.
Los detractores de la duquesa siguen viendo en ella a una mujer rígida y poco espontánea; casi un producto artificial elaborado para llenar un molde. Pero a punto de cumplir los 40 años, son mayoría los británicos que ven cada vez más en esta mujer, junto a su esposo Guillermo, la garantía de estabilidad -de necesariamente aburrida estabilidad- de una institución que en 2021 ha vuelto a sufrir serios vaivenes y contratiempos. Cuando el pasado octubre Kate Middleton, que llegó a confesar años antes que hablar en público destrozaba sus nervios, entregó el premio Earthshot de sostenibilidad y recuperación medioambiental a la República de Costa Rica, su discurso, bien hilvanado, su expresividad, tranquila pero viva, dieron a entender a muchos ciudadanos que la duquesa de Cambridge había encontrado ya su voz en el eterno escenario abierto que es la familia real británica.