Alexander Fleming nació en Ayrshire, Escocia, un el 6 de agosto de 1881, y murió el 11 de marzo de 1955. El inventor de la penicilina recibió el Premio Novel en 1945. Se le recuerda por esta gran invención, así que descubrimos las frases de Alexander Fleming en el día de su muerte.
Es de destacar que este hecho marcó un antes y un después en el mundo de la medicina. En un inicio, Fleming no patentó su descubrimiento creyendo que así sería más fácil la difusión de un antibiótico para el tratamiento de las numerosas infecciones que azotaban a la población.
Un jardinero no debe ser impaciente. Las flores necesitan tiempo para desarrollarse; si se intenta apresurar su crecimiento, se les hace más mal que bien. Se las puede proteger contra los elementos, se las puede dar de comer y de beber, pero no resulta difícil matarlas si se las proporciona demasiada comida o bebidas demasiado fuertes. Ellas responden a la simpatía; son capaces de soportar tratamientos extremadamente duros. En resumen, se parecen mucho a los seres humanos.
Vuestras reuniones han sido presididas por coroneles, capitanes, sargentos y demás, pero es la primera vez que vuestro chairman es un humilde soldado de segunda clase. Yo siempre fui humilde en el regimiento; jamás discutí una orden de un sargento o de un cabo; respecto a los oficiales, no recuerdo haber recibido nunca una orden directa de ellos.
Hay reglas sencillas para el uso de la Penicilina: usarla sólo para los microbios que sean vulnerables a ella, aplicar la dosis indicada y que el tratamiento dure lo suficiente para eliminar la infección; siguiendo estas reglas, todos quedarán satisfechos; de lo contrario, el resultado será decepcionante. Frases de Alexander Fleming en el día de su muerte.
No son los vestíbulos de mármol los que proporcionan la grandeza intelectual, sino el alma y el cerebro del investigador.
Yo siempre fui humilde en el regimiento; jamás discutí una orden de un sargento o de un cabo; respecto a los oficiales, no recuerdo haber recibido nunca una orden directa de ellos.
Mi mayor suerte consistió en ser educado como miembro de una familia numerosa en una granja de las landas. No teníamos dinero para gastar, pero tampoco teníamos gastos. Teníamos que inventar nuestras diversiones, pero era fácil. ¿No poseíamos los animales de la granja, los peces y los pájaros? Sobre todo, aprendíamos inconscientemente mil cosas que los habitantes de la ciudad ignorarán toda su vida.
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