En Barcelona, una ciudad donde todo lo cultural crea largas controversias, el pasado mes de octubre abrió, sin apenas hacer ruido y sin que nadie lo esperara, el Modern Contemporary Museum (Moco). Lo hizo en la calle Montcada, junto al Museo Picasso, uno de los centros con más visitantes de la ciudad, tras rehabilitar el Palau Cervelló del siglo XVI; un lugar de larga tradición cultural, que ya había acogido a la mítica galería Maeght (entre 1974 y 2012) y a la Fundación Gaspar (entre 2015 y 2017). Días antes de abrir, las personas que llegaban al aeropuerto lo primero que veían eran unos enormes carteles rosas anunciando el museo y las obras que podían ver en él de artistas como Banksy, Andy Warhol, Jean-Michael Basquiat, Damien Hirst, Murakami, Keith Haring, Salvador Dalí y un largo etcétera, en una campaña de marketing inédita.
Desde el primer día el Moco, impulsado por los galeristas y coleccionistas holandeses Lionel y Kim Logchies, se ha llenado de público; sobre todo de jóvenes y visitantes de la ciudad que no paran de hacerse selfies que suben a sus redes sociales junto a obras con un halo de glamur que en esta ciudad son difíciles de ver. Como Sacred Heart, creada por Hirst con un corazón de toro atravesado por un puñal que perteneció a Georges Michael o la escultura de Banksy de 2006 que Angelina Jolie y Brad Pitt vendieron al separarse. En noviembre la guinda la puso Final days, una escultura de seis metros con forma de ratón firmada por el americano Kaws que recibe desde entonces a los visitantes con los brazos abiertos. Todo un espectáculo.
La escultura creada por Banksy que Angelina Jolie y Brad Pitt vendieron tras separarse que se puede ver en el Moco Barcelona.Joan Sanchez (EL PAÍS)
El Moco es el último de los museos privados abiertos en Barcelona; unos centros que atraen, con su variada oferta, a un gran número de visitantes alcanzando cifras similares a las de los museos municipales: si en 2019, el año anterior a la pandemia, los centros del Ayuntamiento alcanzaron los 4,8 millones de visitantes, 18 museos privados de la ciudad superaron los 4,2 millones de visitantes. El pasado año, de recuperación del sector, públicos y privados redujeron a la mitad sus visitantes con respecto a 2019 y tanto los museos municipales como los privados recibieron unos 1,8 millones de visitantes cada uno.
En 2021 los museos y centros privados más visitados en la ciudad fueron Cosmocaixa (543.164 visitantes) y CaixaForum (400.000); seguidos de cerca por el Museo del Barça (378.691) y el Museo egipcio (107.638). En un segundo nivel, el Museo Fran Daurel (85.961), el Diocesano de Barcelona (80.000), el centro KBr (60.290), los Espais Volart y Can Framis (46.176 los dos), el Museo del Chocolate (35.702), el Museo de la Erótica (30.621), Foto Colectania (28.832) y el Museo Europeo de Arte Moderno, MEAM (24.112). Al final de la lista: la Fundación Suñol (3.652), el Museo de la Marihuana y el Cánnabis (3.000) y el Espai Subirachs (1.324).
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Los dueños del Moco no proporcionan cifras de los tres meses de vida de su museo, “porque no es (principalmente) un negocio, sino un movimiento que cree en el poder del arte para conectar e inspirar a las personas”, aseguran fuentes cercanas a los coleccionistas. Lionel Logchies se limita a responder: “Nos sentimos realmente acogidos en Barcelona… Es estupendo ver que los visitantes ya saben cómo encontrarnos… Aunque estamos en pandemia no podemos quejarnos de la cantidad de visitantes que hemos recibido… podemos decir que el Moco Museum ha alcanzado sus expectativas”.
“La oferta de los museos privados está bien, no compite con los públicos y, en todo caso, entre los privados algunos funcionan bien de público, pero no todos”, se limita a comentar Carles Vicente, coordinador de los museos y centros patrimoniales municipales; algo que también puede aplicarse a los centros que dirige. En todo caso, extraña que desde el Ayuntamiento no exista interés por saber qué hacen estos centros; qué ofrecen y trabajar de forma coordinada con ellos, para evitar duplicidades y sumar esfuerzos.
Desde la Asociación de Museólogos de Cataluña (AMC) son más críticos. Su presidente, Joan Vicens Tarré, llama la atención por la proliferación de museos privados, un fenómeno circunscrito casi siempre con Barcelona y su potencial turístico, y critica que en la mayoría de los casos el uso del término museo no sea el adecuado. “No se puede abrir un chiringuito y colgar el cartel de museo, sin más. Es como si alguien monta un bar y pone unos cuantos libros. A eso no se le puede llamar biblioteca. Esto solo ocurre en nuestro sector”, explica. Para él, lo fundamental es que estas iniciativas privadas “no cuenten con ayudas; porque los museos públicos están muy castigados”. También, “que cumplan con una función social y los estándares de lo que la ley catalana de museos de 1990 establece y no solo sean máquinas de hacer dinero”.
Una visitante en la exposición ‘Potolomeo, Faraón de Egipto. El descubrimiento de su templo’, que puede verse en el Museo Egipcio de Barcelona.Enric Fontcuberta (EFE)
Pero reconoce que no es fácil saber si se cumplen. “Nadie pone en duda la función social que realizan centros como Caixaforum y Cosmocaixa, los espacios de la Fundación Vila Casas, en Barcelona y fuera de la ciudad, el KBr de Mapfre o Foto Colectania, programando exposiciones y actividades a lo largo de todo el año. Pero es más dudoso en casos como el Museo del Barça en las que se visita las salas, el vestidor y se pisa la hierba del estadio”, asegura. Tampoco en centros como el Museo de la Erótica (30.621), por mucho que su directora, Sarah Rippert asegure “Somos un museo de arte que visitan cada año mucho público local y europeos, de 30 a 80 años”. También que “somos un centro con mucho potencial para la ciudad y sus instituciones. Sobre todo, para el público más joven, por la falta de educación sobre la sexualidad. Los jóvenes miran porno para ‘aprender’. Nosotros trabajamos con sexólogos y ofrecemos talleres en el museo”.
Todos los museos de Barcelona, públicos y privados han sufrido la pandemia desde marzo de 2020. Algunos como la Casa Museo Gaudí, que en 2019 recibió 412.498 visitantes permanece cerrado desde entonces “sin fecha previa de reapertura”, aseguran desde la Sagrada Familia que lo gestiona. El Museo del Modernismo, con 15.000 visitantes anuales de media antes de la pandemia, cerró en 2020 y no reabrió hasta final del año pasado para acoger una exposición temporal. Sus dueños se plantean continuar abiertos si la pandemia lo permite.
Un par de visitantes junto a la escultura ‘Celine’ (1955), de Josep Maria Subirachs, expuesta en el Espai Subirachs (Barcelona).Alfredo Arias
Otros, como el Espai Subirachs continúan, pero con mucho esfuerzo de sus responsables. “Somos un equipamiento cultural financiado íntegramente por la familia del artista, sin ninguna subvención pública ni el apoyo de ningún mecenas o patrocinador. Como no nos podemos permitir contratar personal, abrimos tres horas, tres tardes a la semana”, explica Judit Subirachs-Burgaya, que dirige el espacio dedicado a su padre, Josep Maria Subirachs, en Poblenou.
Coleccionistas, entidades y gremios
Barcelona cuenta con museos privados desde hace décadas y se han mantenido, sobre todo, por la llegada masiva de turistas. La mayoría están impulsados por coleccionistas particulares. Como el Museo Egipcio que abrió Jordi Clos en 1994; el museo Fran Daurel de Francisco Daurella en 2001; los Espais Volart y Can Framis creados por Antoni Vila Casas en 2002 y 2009, respectivamente; la Fundación Suñol impulsada por Josep Suñol en 2002, el mismo año que se inauguró Foto Colectania creada por Mario Rotllant. En 2010 abrió el Museo del Modernismo Catalán de la familia Pinós; el Museo Europeo de Arte Moderno (MEAM), impulsado por José Manuel Infiesta en 2011. Al año siguiente de 2012 el Museo de la Marihuana creado por el holandés Ben Dronkers en un impresionante edificio modernista del carrer Ample y el Espai Subirachs por los hijos del escultor en 2017 en Poblenou.
Pero también hay importantes centros impulsados por entidades. Como la Fundación la Caixa que abrió CaixaForum en 2002 y Cosmocaixa en 2004; el centro de fotografía KBr de la Fundación Mapfre en 2020, tras cerrar una primera sede en la Casa Nogués entre 2015 y 2019; el Museo del Barça abierto por el F. C. Barcelona desde 1984 y el Museo del Chocolate abierto por el gremio de pastelería de Barcelona en el año 2000.
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