¿Puede prevenirse precozmente el trastorno obsesivo-compulsivo?



Cultivo de neuronas en una imagen de la Universidad de Oxford.Rebecca Nutbrown

Cada neurona de las más de 80.000 millones del cerebro humano puede llegar a establecer entre 1.000 a 10.000 contactos o sinapsis con otras neuronas. Siendo además células de permanente actividad electrofisiológica, se nos hace imposible imaginar, con el cerebro que esas mismas neuronas crean, la ingente revolución funcional que puede tener lugar continuamente en nuestro órgano supremo. Todavía no sabemos cómo el cerebro crea los pensamientos y la imaginación, pero estamos convencidos de que ambos son resultado de esa impresionante dinámica funcional, de ese fluir energético permanente y variado que hacen posible las neuronas conectándose y desconectándose entre ellas. Detectar esa dinámica, poniendo de manifiesto su estabilidad o sus variaciones temporales y locales es una de las mejores maneras que hoy tenemos para entender cómo trabaja el cerebro para generar tanto la conducta normal como la patológica.

El neurocientífico Carles Soriano, del Institut d’Investigació Biomèdica de Bellvitge (Barcelona), y otros investigadores de diferentes centros y universidades españolas y de EEUU, mediante técnicas de resonancia magnética funcional, han evaluado esas fluctuaciones temporales de la conectividad funcional entre diferentes regiones del cerebro en más de dos centenares de niños sanos, lo que les ha permitido identificar regiones con pautas estables de conectividad neuronal y compararlas con las alteradas que tienen los individuos adultos que padecen el trastorno obsesivo-compulsivo, caracterizado por intolerancia a la incertidumbre y estados de ansiedad que generan pensamientos intrusivos, obsesiones y conductas repetitivas, como lavarse frecuentemente las manos por miedo a contaminarse, necesidad de tener las cosas simétricamente ordenadas, dudas reiteradas de si has apagado la luz o el gas, etc, comportamientos todos ellos destinados a reducir la ansiedad o el miedo que siente quien padece el trastorno.

La razón de la extraña comparación del funcionamiento cerebral de niños sanos con el de individuos adultos con el trastorno obsesivo-compulsivo es que las investigaciones previas han mostrado que la detección de algunos síntomas obsesivo-compulsivos en la infancia predispone a padecer la enfermedad en los adultos, un conocimiento que puede ayudar al establecimiento de profilaxis o terapias preventivas del trastorno. Sobre esa base, los investigadores hallaron en los niños cuatro lugares de convergencia de información en zonas de la corteza cerebral, los núcleos estriados y el tálamo que fueron asociados con el trastorno obsesivo-compulsivo en los adultos, tres de esos lugares asociados a síntomas graves de la enfermedad. Además, tras estudiar y analizar los mapas genéticos de esas regiones en más de un centenar de los sujetos experimentales identificaron genes diferentes a los normales potencialmente relacionados con la asociación entre las fluctuaciones de la actividad cerebral y el trastorno obsesivo-compulsivo. Dos de esos genes fueron relacionados con el glutamato, un neurotransmisor cuya actividad podría entonces servir como biomarcador predictor del riesgo de desarrollo de la enfermedad en el adulto e incluso como diana terapéutica para su prevención.

El trabajo acaba de aparecer publicado en la revista Biological Psychiatry Global Open Science y, aunque se trata de un estudio correlacional, no deja de ser el primero que combina información de diversas fuentes para detectar los posibles orígenes de un trastorno como el obsesivo-compulsivo que afecta a entre el 1% y el 3% de la población general y cuya verdadera naturaleza todavía no conocemos.

Ignacio Morgado Bernal es catedrático de emérito de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias y en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de ‘Materia gris: la apasionante historia del conocimiento del cerebro ‘(Ariel, 2021).

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas.

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