Las extrañas dolencias que han sufrido algunos integrantes del personal diplomático y de inteligencia de Estados Unidos desde el año 2016 podrían tener su origen en algún tipo de energía electromagnética, según ha concluido este miércoles un grupo de expertos creado por la Casa Blanca para investigar el caso. El pasado 20 de enero, según un informe al que tuvo acceso el diario The New York Times, la CIA concluía que los misteriosos dolores de cabeza, vértigos y náuseas que sufrieron diplomáticos estadounidenses, en un fenómeno conocido como el síndrome de La Habana, no fueron fruto de una operación organizada por Rusia u otros agentes extranjeros con el fin de recopilar información de inteligencia.
Para el espionaje estadounidense, la mayoría de los más de 1.000 casos reportados y de los que Washington tiene constancia podían deberse a condiciones médicas sin diagnosticar o puro cansancio. La Agencia rechazaba de plano que la misteriosa dolencia que ha atacado desde 2016 a los espías y diplomáticos estadounidenses se debiera a una campaña global llevada a cabo por una potencia extranjera.
El hallazgo del panel de expertos de la Casa Blanca es consistente con las conclusiones anteriores a las que había llegado la Academia Nacional de Ciencia, Ingeniería y Medicina, que encontró que “una energía electromagnética parece ser el mecanismo más plausible para explicar estos casos”. Ese estudio fue presidido por David Relman, profesor de microbiología e inmunología en la Universidad de Stanford, quien también trabajó con el panel de expertos de la comunidad de inteligencia. El panel no atribuyó ningún caso a un dispositivo o país específico, según informa el diario The Washington Post. El objetivo de la investigación no ha sido determinar quién es responsable de los incidentes, sino explicar los mecanismos que podrían estar detrás de los daños que han sufrido los funcionarios estadounidenses.
El Gobierno de Biden decidió investigar estas misteriosas dolencias, que han afectado recientemente a funcionarios estadounidenses en Alemania, Austria, Rusia y China. Se le conoce, de forma errónea, como “síndrome de La Habana” porque los primeros incidentes se conocieron en la isla de Cuba a finales de 2016. Pero desde entonces han ido brotando por lugares tan lejanos como Austria, Colombia, Rusia, Australia, China o Uzbekistán. El pasado otoño, el Congreso sacaba adelante, con apoyo de demócratas y republicanos, una ley para apoyar económicamente a las víctimas del incidente de salud no identificado, algunas de las cuales no han podido reincorporarse al trabajo.
Justo este martes, el presidente de EE UU pidió a su equipo de seguridad nacional que identificara para finales de este mes de febrero a aquellos funcionarios estadounidenses que tienen más riesgo de sufrir esos síntomas, según informó la agencia EFE. Además, encargó la coordinación de la respuesta de su Gobierno a Maher Bitar, que ejerce como director senior de programas de inteligencia en el Consejo de Seguridad Nacional (NSC, siglas en inglés) de la Casa Blanca.
El panel de expertos elegido por la Administración Biden ha contado con personas tanto del ámbito gubernamental como fuera de él, con experiencia en ciencia, medicina e ingeniería, que ha tenido acceso a información clasificada sobre los incidentes reportados. La determinación del Ejecutivo de Biden ha pretendido corregir la falta de acción de Washington durante el mandato de Donald Trump después de los ataques de 2016.
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