Las falsas promesas en la China del ‘hijo único’


Youqine Lefèvre tenía solo un mes cuando fue abandonada en Wulipai, un barrio del distrito sur de Yueyang, una ciudad en la provincia china de Hunan. Según los datos oficiales, medía 40 centímetros y pesaba cuatro kilos y medio. Sus progenitores se preocuparon de dejar con ella un papel en el que quedaba anotada su fecha de nacimiento: el 9 de diciembre de 1993. Alguien encontró a la criatura y la llevó a comisaria. De ahí pasó al orfanato. Era solo una más de los cientos de niños abandonados, en su mayoría niñas, víctimas de la política del hijo único, instaurada en 1979 por el mandatario Deng Xiaoping, y en vigor hasta 2015. Con casi siete meses, la niña fue adoptada por una pareja belga. Tardaría veintitrés años en regresar a su tierra natal. De este reencuentro nació The Land of Promises, un fotolibro autoeditado donde la autora escarba en las causas que pudieron llevar a su abandono y en el impacto de la traumática política demográfica en la sociedad china.

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Fueron dos viajes los que Lefèvre realizó a China. El primero tuvo lugar en 2017 y lo hizo en compañía de su padre adoptivo, recién terminada su graduación en la Escuela de Investigación Gráfica (ERG) de Bruselas. Hasta entonces, las historias que Christian Lefèvre narraba a la joven acerca de su periplo a Hunan —acompañado por su mujer y otras cinco parejas belgas, con el fin de llevar a cabo el proceso de adopción—, así como los vídeos y las fotografías que él tomó durante las dos semanas que duró el viaje, constituían los únicos vínculos reales que la fotógrafa mantenía con sus orígenes. A esto se sumaba un buen número de documentos oficiales, presentados como introducción al libro. En ellos encontramos el primer retrato de Yue Qing (nombre con el cual se la conocía en el orfanato), una tierna fotografía de carné, que la autora guardaba entre sus archivos y sobre la cual prefería no pensar.

Una madre y su hija fotografiados en la provincia de Yunnan. Viene de la ciudad (donde vive y trabaja con su marido) a visitar a su hijo, a quien han dejado al cuidado de sus abuelos. 2019.

De aquel primer viaje al país donde nació, “no sabía qué esperar”, tal y como expresa la autora durante una videoconferencia. “Hasta entonces me había negado a interesarme por cualquier cosa relacionada con China. No me había sentido preparada para volver. Pero en ese momento sentía mucha curiosidad, y quería que mi padre estuviera a mi lado, lo que serviría de contraste a mis impresiones”. Tras tener que pasar por varios trámites burocráticos, obtuvieron permiso para visitar el orfanato de Yueyang. “Yo me sentía bastante distante, como una extraña, mientras para mi padre aquel regreso resultó mucho mas emotivo”, recuerda Lefèvre. “Sentí mucha más emoción al descubrir la comisaria y el barrio donde me encontraron”. Anécdotas que bien refleja el libro, ya que la parte más cálida y vibrante es aquella en la que se palpa la emoción de aquellos extranjeros que llegan a tierras desconocidas con el fin de regresar a casa, con unos niños en brazos. Niños que esperan una nueva vida en desangeladas y enmohecidas habitaciones, tumbados sobre colchones de fibra vegetal dentro de unas frías cunas de metal. A través de un mirada neutra y desapegada la fotógrafa nos conduce por paisajes rurales y destartalados barrios en busca de reclamar su propia historia en un país del cual desconoce sus códigos e idioma. Imágenes que otorgarán a la autora un sentido de pertenencia a la vez que servirán de base para indagar en un aspecto que trasciende a su propia historia; las consecuencias de la política del hijo único. “Para mi la adopción es un proceso continuo”, destaca la autora. “No va asociado a solo a un momento determinado, forma parte de mi identidad. Hoy, lo observo desde un punto de vista más político; es un sistema que se basa en una serie de desigualdades y quienes menos se benefician de él son los adoptados- el objeto dentro de esta transacción- y los padres biológicos, de quienes no se suele tener mucha información”.

Así, en su segundo viaje a China, en 2019, Lefèvre se dispuso a abordar las consecuencias de esta estrategia de control de natalidad que surgió como respuesta a la superpoblación de un país fundamentalmente rural y agrario que se disponía a revitalizar la economía a través de un plan de industrialización. La represiva medida de solo un hijo por familia prometía incentivos económicos para quien la cumpliera y sanciones para los desobedientes, que iban desde los abortos forzados hasta la esterilización. Tan solo algunas minorías étnicas o los padres de un primer hijo con discapacidad podían romper las normas. Fueron muchos los que optaron por abandonar a aquellos que no garantizaban su futuro; niñas, o niños con distintas discapacidades. Así, con la multiplicación de abortos, abandonos, e incluso infanticidios, se produjo un desequilibrio de genero que en la actualidad resulta muy manifiesto en las zonas rurales, pobladas mayoritariamente por hombres.

Abuelo y nieto en Yunnan. Son muchos los niños que se quedan en el campo cuando sus padres marchan a vivir a la ciudad para que cuiden de sus abuelos quienes los mantienen a lo largo de siete años. Solo ven sus padres una vez al año,2019.Youqine Lefèvre

La fotógrafa presenta una serie de retratos acompañados por unos escritos en primera persona donde los protagonistas narran sus experiencias dentro de una sociedad basada en valores arcaicos y patriarcales, donde entre los bienes más deseados se encuentra el traer al mundo un hijo varón sano, para asegurar la vejez de sus padres. Algunas mujeres como Qian, nacida en 1974, hubieran claramente preferido ser hombres. Lu de 35 años escribe que “un hombre debe ser responsable y trabajar duro. Una mujer debe ser respetable, fiel y cuidar a sus hijos. Y por encima de todo, leal a su familia”. Para la fotógrafa no resultó fácil establecer una cercanía con sus sujetos. “Existía un acercamiento previo antes de casa sesión. Con algunos de ellos ya había establecido contacto antes del viaje. A otros me los fui encontrando por el camino, pero en cualquiera de los casos me veían como a una extraña”.

China sigue siendo un lugar lleno de enigmas y contradicciones para la autora. “Aún no me he animado a llevar acabo una investigación en concreto acerca de mis padres biológicos”, apunta Lefèvre. “No conseguí obtener ninguna nueva información ni en el orfanato ni en la comisaria. El gobierno Chino no es muy favorable a que las familias se reencuentren (en particular debido a los muchos casos de tráfico ilegal de niños y secuestros legales llevados a cabo que terminaban favoreciendo la adopción internacional). La adopción, y especialmente lo que la precede, es como un pozo negro que no te deja ver el fondo con claridad. Hoy la analizo en relación con la pérdida; muchas personas adoptadas sufren a consecuencia del deseo insatisfecho de encontrar a su familia biológica, y de saber cuales fueron los motivos que desencadenaron su abandono. Pero hay otros que no sienten esta necesidad de saber. El libro trata de esto, de cómo yo, como adoptada y artista visual, trato de llenar ese vacío y esa falta de información. Mi trabajo da un significado a mi búsqueda. Y de la misma forma que evoluciona mi relación con China, mi deseo de saber más sobre mi pasado evolucionará con el tiempo. Está en continuo movimiento”.

Así, el título The Land of Promises deja una interpretación abierta a varios significados. La promesa de encontrarse a uno mismo a través de sus raíces, el sueño de encontrar una familia, y también, el de un país por convertirse en una primera potencia.

The Land of Promises. Youqine Lefèvre. Autoeditado. 270 páginas.

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