Chanel ganó a Rigoberta y a las Tanxugueiras en el Benidorm Fest y Twitter se vino abajo. Se veía venir. Lo inesperado fue que Chanel se viniera también abajo: una ganadora despreciada y amenazada por miles. Un acoso sin freno que llevó a Chanel a cerrar su Twitter. Porque así es como funciona: el acoso en redes se usa con éxito para acosar y silenciar a las mujeres. Personalmente, formo parte de la audiencia que se indignó por la victoria de Chanel en tanto el voto popular fue menospreciado. Una injusticia que la periodista Paloma del Río resumió en un tuit perfecto: “Jurado demoscópico: 350 personas. Jurado popular: ni se sabe el número de llamadas. Jurado técnico: cinco personas. Y estas cinco personas condicionan lo que los otros dos jurados han decidido”. Sin embargo, el enojo por semejante reparto no ha sido ni de lejos comparable con el acoso recibido por la mujer que se hizo con el triunfo. Chanel recibió mensajes de odio racista, sexual y clasista en Twitter y al hacerlo pasó a engrosar el número de mujeres que son acosadas cada día en esta (y otras redes) por el hecho de bailar, expresarse u opinar como les parece. No en vano, las redes son un reflejo del machismo estructural que nos atraviesa. Hablo de ese porcentaje tóxico que no se mueve y que no perdona, como no perdona la cifra de mujeres que mueren asesinadas cada año. Pero ¿cómo de fuerte llega a ser este acoso? Según la Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género (FEMM) del Parlamento Europeo, 2 de cada 10 mujeres en Europa de entre 18 y 29 años han padecido ciberviolencia machista. Porcentaje importante, pero comparativamente ridículo si pienso en quienes mantenemos públicamente un discurso feminista, en que la posibilidad de recibir insultos es del 100%.
Jurado Demoscópico: 350 personas
Jurado popular: ni se sabe el número de llamadas
Jurado Técnico: 5 personas
Y éstas 5 personas condicionan lo que los otros dos jurados han decidido.
El festival que “ellos” quieren#BenidormFest
— palomadelrioTVE (@PalomadelrioTVE) January 29, 2022
Habrá quien diga que no puede ser machista el hate —eufemismo que define el delito de odio en redes— que Chanel ha recibido. No puede serlo porque su letra es, para algunos (y algunas), puro patriarcado. “Yo vuelvo loquito a todos los daddies. Yo siempre primera, nunca secondary…”. Una letra que le ha valido insultos racistas y clasistas, además de misóginos, como si bailar reguetón no fuera una forma de placer tan válida como cualquier otra para una mujer. Sea o no la canción de Chanel una forma de empoderamiento femenino, lo seguro es que el odio suscitado por ella sí es machista y sistemático: mensajes intimidatorios, amenazas físicas, humillaciones verbales y provocaciones sexuales que ridiculizan a las mujeres por el hecho de serlo. Mensajes escritos por hombres, pero también por mujeres, pues los hombres no poseen el monopolio de la degradación machista.
En este Telediario hemos hablado sobre cómo se vivió esta final en redes sociales. @ChanelTerrero ha agradecido el apoyo recibido, pero también ha mandado este mensaje: ‘Hago un llamamiento a las redes. Tenemos que tener cuidado. Está en juego la salud emocional de mucha gente’ pic.twitter.com/vglczWt2lz
— Telediarios de TVE (@telediario_tve) January 30, 2022
Chanel, como tantas acosadas antes que ella, cerró su Twitter. Es así, si te agreden en la vida analógica, es el agresor (o la agresora) quien recibe una orden de alejamiento. Pero en redes ocurre al revés: es la víctima quien debe alejarse. Las veces que he sido insultada en Twitter siempre me han recomendado no responder, no provocar a los agresores. Si te humillan virtualmente, los expertos dicen que son trolls quienes lo hacen, como si no fueran personas reales. Chanel, como tantas agredidas, recordaba en un telediario lo contrario: “Detrás de las pantallas hay seres humanos con sentimientos y está en juego su salud mental”. Las víctimas existen, su ansiedad es real, su miedo es real. En cambio, el machismo vive en el país de los trolls y se expresa, aún hoy, con total impunidad.
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