Una España dividida vota el domingo en sus terceras elecciones generales en cuatro años y en las que pudiera verse la posible entrada de un partido de ultraderecha en el parlamento por primera vez en décadas.
Se espera que el actual mandatario, el socialista Pedro Sánchez, sea el más votado, aunque el PSOE que dirige parece lejos de conseguir la mayoría parlamentaria necesaria para formar gobierno en solitario.
La fragmentación del paisaje político es el resultado de las medidas de austeridad que siguieron a la recisión económica, el desencanto con el bipartidismo tradicional y el reciente auge del populismo de ultraderecha.
Sánchez convocó las elecciones tras ver rechazado su presupuesto en el Congreso de los Diputados ante la oposición conservadora de centroderecha y los separatistas catalanes que reclaman la independencia de la región nororiental.
Los sondeos de la semana pasada señalaban que en torno a un tercio de los casi 37 millones de votantes no había decidido a quién apoyar. Su decisión, y las previsiones de una alta participación, podrían decidir el resultado entre los bloques de izquierda y derecha que han cobrado forma durante la campaña electoral.
El grupo antiausteridad Unidas Podemos ha ofrecido formar una coalición con los socialistas, pero Sánchez podría necesitar también a partidos más pequeños, como los independentistas catalanes.
En el fragmentado bando conservador, tres partidos luchaban por el liderazgo: el antes dominante Partido Popular, el grupo de centroderecha Ciudadanos y el joven partido nacional-populista Vox, que según los sondeos podría entrar en el Congreso con la décima parte de los escaños.
Su entrada podría marcar un gran cambio en España, donde la ultraderecha no ha jugado un papel significativo desde la transición del país a la democracia tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
Los centros de votación abrieron a las 09:00 de la mañana (0700 GMT) del domingo y tenían previsto cerrar a las 20:00 (1800 GMT), con resultados previstos para unas pocas horas después.
En declaraciones el domingo poco después de votar, Sánchez dijo que quería que los comicios produjeran una mayoría parlamentaria que pudiera hacer reformas sociales y políticas en el país.
El mandatario pidió una mayoría que permitiera formar “un gobierno estable que con serenidad, con sosiego y con determinación mire al futuro y logre avanzar los necesarios avances que nuestro país necesita en justicia social, en concordia nacional y en limpieza política”.
Ciudadanos y el PP han basado sus campañas en la marcha de Sánchez, insinuando que podrían repetir la coalición de gobierno en Andalucía que —con el apoyo parlamentario de Vox— derrocó a los socialistas tras más de tres décadas gobernando la región sureña.
En la escuela pública Palacio Valdés, en el centro de Madrid, Alicia Sánchez expresó su temor a que el partido nacionalista pueda influir en la política nacional si obtienen una representación importante el domingo.
“Siempre venimos a votar, y ahora más”, comentó Sánchez, administrativa de 38 años. “Me preocupa el tema de la mujer, que sus políticas me parecen homófobas. Me preocupa todo. Es como leer un programa electoral de hace 50 años, me da miedo”.
Amelia Gómez, de 86 años, y Antonio Román, de 90, que han votado en todas las elecciones desde la restauración de la democracia hace cuatro décadas, dijeron ser escépticos sobre todos los candidatos.
“Todo lo que tienen que hacer es cuidar a las personas mayores”, dijo Gómez, quejándose de que entre ambos reciben menos de 1.000 euros (1.100 dólares) al mes en pensiones del estado.
En disputa están los 208 escaños del Senado, la cámara alta, y los 350 parlamentarios del Congreso de los Diputados, que después elegirán a un presidente.
Por primera vez desde que España hizo la transición a la democracia en la década de 1970, más de 100,000 personas con minusvalías psíquicas podían votar en las elecciones generales.
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