El Parlamento ruso insta a Putin a reconocer la independencia de las regiones separatistas de Ucrania

El Parlamento ruso insta a Putin a reconocer la independencia de las regiones separatistas de Ucrania


El Parlamento ruso ha aprobado este martes reconocer a las autoproclamadas repúblicas separatistas de la región del Donbás (Donetsk y Lugansk). La Duma Estatal ha votado “el envío inmediato” de esta iniciativa al presidente Vladímir Putin, que siete años después de la firma de los pactos de paz de Minsk que sentaron en 2015 las bases de un alto el fuego entre las fuerzas leales a Kiev y los rebeldes prorrusos en el este de Ucrania, ha movido ficha ante el limbo legal en el que se sumió el Donbás, otra región del antiguo espacio soviético, que como Abjasia, Transnistria y Osetia del Sur no son reconocidas internacionalmente. La Duma votaba este martes dos proyectos de ley: uno propuesto por el partido de Putin, Rusia Unida, que instaba a que el borrador fuera revisado antes por el ministro de Exteriores. El otro, introducido por el Partido Comunista en enero, solicitaba acudir directamente al presidente. Esta última iniciativa ha ganado con 351 votos frente a los 310 de la presentada por la formación gubernamental.

Rusia ha emprendido este paso justo al mismo tiempo que Putin ha recibido en Moscú al canciller alemán, Olaf Scholz, en su primera visita oficial al país. El líder germano ha acudido al encuentro con la intención de escuchar de boca de Putin la promesa de que el Kremlin comenzará a rebajar la tensión bélica. Scholz se ha encontrado con la noticia del regreso a sus bases de varias unidades rusas que ya han completado sus maniobras, pero el anuncio de la Duma supone un golpe mortal para los pactos de Minsk, de los que Berlín ha sido su gran valedor todos estos años.

El presidente de la Cámara baja rusa, Vyacheslav Volodin, ha explicado que esta iniciativa legislativa permitirá proteger a los habitantes de Donbás de lo que consideró “amenazas externas”. Además de armas y suministros, como han reconocido desde las propias milicias, Moscú ha entregado en la zona más de medio millón de pasaportes rusos desde que comenzó la guerra en 2014, lo que le sirve de casus belli frente al Gobierno ucranio, al que acusa de armarse con la OTAN para intentar retomar en un futuro esta región o Crimea, que sí goza de un reconocimiento pleno por Moscú ―pero no internacional― como parte del país desde su anexión en marzo de 2014.

Las tropas rusas regresan a sus guarniciones militares.Vídeo: REUTERS

El reconocimiento de Donbás puede suponer el fin de los pactos de Minsk. El ministro de Exteriores de Ucrania, Dmitro Kuleba, ha dicho este mismo martes que si esto sucedía, “Rusia se retirará de facto y de iure de los acuerdos con todas las consecuencias correspondientes”. La Rada Suprema (Parlamento) de Ucrania ha hecho un llamamiento a la comunidad internacional “a no aprobar ninguna decisión de la Federación de Rusia que se relacione con el reconocimiento de independencia de los territorios temporalmente ocupados”, y ha instado a organismos internacionales y Gobiernos extranjeros a reforzar las sanciones como medida para preservar la arquitectura de seguridad europea.

El presidente del Comité de Asuntos Exteriores de la Duma ha quitado importancia al impacto de este reconocimiento en los acuerdos de paz. “No creo que los protocolos de Minsk sean revisados por esto”, ha dicho a la agencia Interfax Leonid Slutski, y ha agregado que “simplemente no hay otro sistema de coordenadas para la normalización de las relaciones entre Kiev y el sureste de Ucrania”.

El Kremlin ha intentado durante todo este tiempo que el Gobierno ucranio acatase la concesión de un estatus especial a la zona rebelde y la convocatoria de elecciones, a lo que se negó Kiev si Rusia no devolvía el control de las fronteras de Donbás y retiraba el armamento y los grupos armados desplegados allí. Según el Gobierno ucranio, una Donbás controlada por el Kremlin dentro del país amenazaría a su soberanía y una futura adhesión a la Unión Europea y la OTAN.

Con el comienzo de la escalada militar de noviembre también se intensificaron las negociaciones del Formato de Normandía, constituido por Rusia, Ucrania, Francia y Alemania. Kiev siempre se mostró tajante con que no aceptaría a las autoridades de Donetsk y Lugansk como interlocutores directos porque los consideraba marionetas de Moscú y no se podían celebrar elecciones libres.

De hecho, no se pudieron presentar varios candidatos separatistas en las últimas elecciones de Donetsk, celebradas en noviembre de 2018 tras el asesinato del anterior presidente, Alexandr Zajárchenko. Entre ellos, el primer “presidente popular” de la autoproclamada región, Pável Gubárev, al que vetaron su registro; ni uno de los líderes de las milicias, Alexandr Jodakovski, retenido en Rusia antes de los comicios, según él mismo denunció.

Está por ver si Rusia desplegará tropas en Donbás oficialmente como ya hace en Transnistria. Preguntado sobre ello, el presidente de la república de Donetsk, Denís Pushilin, afirmó unos días antes en rueda de prensa que con la presencia militar rusa en la línea de contacto “acabaría la guerra ya”, pero es “poco probable” por las implicaciones para las relaciones entre Rusia y la OTAN. En cualquier caso, el partido de Putin ya reavivó el debate en enero, cuando dos altos cargos, el jefe de la agrupación parlamentaria en la Cámara baja, Vladímir Vasiliev, y el secretario del Consejo General de Rusia Unida, Andréi Turchak, grabaron un manifiesto a favor de enviar armas a Donetsk y Lugansk.

La adhesión a Rusia de Donbás tampoco parece factible a medio plazo. Transnistria es independiente de facto de Moldavia desde 1990, y Abjasia y Osetia del Sur lo son de Georgia desde 1992, y en estas tres décadas no han logrado salir de su limbo internacional para perjuicio de ciudadanos y empresas. Durante su intervención, Pushilin afirmó que su intención es “estar lo más cerca posible de Rusia” y recordó las medidas impulsadas por Putin en el último año para fomentar las importaciones de aquella región.

Esta indefinición jurídica perjudica a la economía de ambas repúblicas, donde las empresas extranjeras no se atreven a entrar para no ser sometidas a sanciones y donde los empresarios locales han dependido durante la guerra de un enrevesado sistema de pagos a través de Osetia del Sur para hacer negocios con Rusia.

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