Donetsk y Lugansk pueden parecer lugares lejanos, pero lo cierto es que son regiones que están dentro de Europa y han participado en acontecimientos continentales que nada tienen que ver con una guerra. La selección española de futbol, por ejemplo, jugó la Eurocopa de 2012 en el estadio de Donbás. Para aquella competición, la región invirtió en infraestructuras, mejoró su aeropuerto y recibió a miles de visitantes. Todo cambia a partir de 2014. El estadio en ruinas por culpa de la guerra es una de las imágenes más simbólicas de lo que ha sucedido desde entonces. Donde hubo miles de aficionados al fútbol disfrutando de la Eurocopa, ahora solo quedan restos de hormigón y una zona completamente destrozada por las bombas.
Grupos separatistas apoyados por Rusia iniciaron en 2014 una revuelta que terminó con referendums de independencia de estas dos regiones. La votación, reconocida por Moscú, fue suficiente para que se autoproclamaran independientes del gobierno de Ucrania. En ese momento se inició una guerra que ha provocado, hasta ahora, unos 14.000 muertos. Hoy, el gobierno ucranio no controla parte de este territorio. Miles de habitantes de Donbás se sienten más cerca de Moscú que de Europa, tienen pasaporte ruso y no quieren oir hablar de entrar en la OTAN o en la Unión Europea.
Donesk y Lugansk forman parte de lo que se llama el “cinturón del óxido”, una zona rica en minerales, sobre todo, acero. Su posición geográfica es también estratégica. La región de Donbás es uno de los accesos de Ucrania al Mar Negro.
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