Si esto ocurriese en Europa, diríamos que es un simple caso de segregación municipal, la historia de un vecindario que quiere separarse de la ciudad a la que pertenece. En Estados Unidos, la expresión segregar tiene connotaciones más siniestras, de ahí que la prensa no esté recurriendo a ella. Buckhead es un distrito residencial y financiero con un 80% de ciudadanos de piel blanca, mientras que Atlanta, capital del Estado de Georgia, tiene un 47,5% de residentes afroamericanos y un 10,2% de latinos y asiáticos. La renta media per capita de la ciudad es de 35.453 dólares anuales (unos 31.000 euros), con una tasa de exclusión del 22%. Buckhead alcanza los 81.000 dólares (unos 71.000 euros), lo que la sitúa entre las 50 comunidades más ricas de EE UU.
Para Mark E., diseñador gráfico de 53 años que lleva varias décadas residiendo en Atlanta: “Detrás del separatismo municipal tan de moda en los últimos meses en Buckhead está el egoísmo de un barrio rico que ya no quiere contribuir con sus impuestos al desarrollo de una ciudad pobre y con graves carencias estructurales”. Bill White, presidente y portavoz de la plataforma vecinal Buckhead City Committee, declaraba en enero a la CNN que lo que pretenden los vecinos de este opulento vecindario de 78.000 habitantes es recuperar la independencia que perdieron en 1952, fecha en que varios municipios limítrofes fueron absorbidos por la principal urbe del Estado: “Buckhead nunca ha formado parte de Atlanta”, explicaba White, “siempre ha tenido una identidad diferenciada, pero hemos intentado convivir en armonía con el resto de distritos de la ciudad hasta que el cinismo y la incompetencia del alcalde Andre Dickens lo han hecho imposible”.
A Dickens se le reprocha en especial el incremento de las tasas de delincuencia que ha experimentado la ciudad en los últimos dos años. Pero en opinión de Mark E., la insistencia en los problemas de seguridad ciudadana no sería más que “un pretexto un tanto burdo para generar adhesiones y no reconocer la triste realidad: que los vecinos de Buckhead quieren desconectar de Atlanta por razones económicas, raciales y de prestigio”.
Mark E., que ha pasado largas temporadas en España, traza un paralelismo: “Es como si los barrios del norte de la Castellana se separasen de Madrid o los de la parte alta de la Diagonal rompiesen con Barcelona, el impacto en los presupuestos municipales sería brutal”. En el caso de Buckhead, el divorcio supondría para Atlanta la pérdida del 20% de su población y el 55% de los recursos de su administración local. “Un desastre”, tal y como reconocía, en una entrevista con The Atlanta Journal, el profesor universitario Volkan Topalli, que reside en Buckhead, pero está en contra de la separación. Topalli se convirtió, a su pesar, en símbolo de los supuestos agravios que padece la minoría blanca de Atlanta.
En primavera de 2021, recibió un impacto de bala en el bíceps mientras paseaba por la universidad en que imparte clases, Georgia State. Representantes del Buckhead City Committee afirmaron que Topalli era una víctima más de la “espiral de barbarie”. El académico discrepa: “Problemas como el que me tocó sufrir a mí no se resuelven con un simple acto administrativo. Aunque Buckhead se separase de Atlanta, la ciudad, con sus problemas, seguiría estando allí, y dispondría de muchos menos recursos para resolverlos de manera satisfactoria. A menos que el siguiente paso sea construir un muro que separe los barrios pudientes de los que no lo son tanto. Pero si eso no funciona entre naciones, ¿cómo pretender que funcione entre municipios?”.
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