Transcurridas apenas 24 horas de la cumbre que la Unión Europea clausuró el pasado viernes en Versalles, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se esmera en explicar por qué, en su opinión, esta cita marcará un hito en la historia común. Este exprimer ministro belga, de 46 años, no escatimó tiempo a los periodistas de EL PAÍS, el diario italiano La Repubblica, el francés Le Figaro y el belga Le Soir (miembros de la alianza LENA) durante la entrevista concedida este sábado en un hotel de París. Michel defiende con vehemencia los grandes pasos que ha dado la UE en la crisis de la covid y en la crítica situación actual. No lo cita, pero su discurso entronca sin duda con esa tradición que Jean Monnet, uno de los padres fundadores de la Unión, resumió en una frase ya tópica y manida, incluso desgastada, pero desgraciadamente actual: “Europa se hará en las crisis y será la suma de las soluciones que a esas crisis se den”.
A ese discurso también han vuelto expresiones olvidadas hace décadas. Michel era un adolescente de 15 años cuando cayó el muro de Berlín. Aquel final de la Guerra Fría desterró una retórica —y unos miedos— que ahora estremecen de nuevo: “Mundo libre”, “amenaza nuclear”, “tercera guerra mundial”. Esos peligros y su lenguaje han regresado con la invasión de Ucrania por Rusia y el presidente del Consejo Europeo los conjuga.
Pregunta. ¿La UE ha estado a la altura de las circunstancias en Versalles?
Respuesta. Esta cumbre permanecerá en los anales de la UE. Puede que no lo veamos ya, pero estoy convencido de que es un impulso a una Europa más soberana e independiente. Hemos decidido abordar con espíritu de soberanía europea temas que son fundamentalmente nacionales [como la energía o la defensa]. Es una elección de los 27 jefes de Estado y de Gobierno que compromete a sus democracias.
P. ¿Ucrania tiene razones para creer que Europa responde de acuerdo a la gravedad del momento?
R. Estoy en contacto constante con [el presidente] Volodímir Zelenski: comprende el paso político dado en esta cumbre. Es cierto que deseaba más. Pero la ampliación es una cuestión delicada, sobre la que no todos los países europeos opinan igual. También debemos considerar a los países con los que se ha iniciado ya el proceso de adhesión [Serbia, Albania, Macedonia y Montenegro]. Debemos apoyar a nuestros socios que miran al mundo libre y no quieren caer en el mundo de los autócratas. Los acuerdos de asociación tienen un enorme potencial que está subestimado.
P. Por el momento, las sanciones no han tenido efecto en la guerra, ¿debe Europa dejar de comprar gas y petróleo rusos?
R. Sabíamos que no iban a detener la guerra en un chasquido de dedos. Hemos calibrado los primeros cuatro paquetes de sanciones para que sean dañinos para el régimen de [Vladímir] Putin y tengan el menor impacto posible sobre nosotros. Hay impacto: ahora hay negociación directa entre Ucrania y Rusia. No somos ingenuos, no es suficiente, y hay dudas sobre la sinceridad de las negociaciones. ¿Hay alguna opción adicional? Sí. Examinaremos cuándo activarla de manera concertada.
P. ¿Qué pasará con la cercanía de la UE a Ucrania, si esta es derrotada y Putin instala un Gobierno títere?
R. Tenemos condiciones para colaborar con gobiernos comprometidos con la democracia, las libertades, los derechos humanos… Hoy hay una Ucrania libre y democrática, el desafío es luchar con ella para que siempre sea así. Intentamos apoyarlos en lo posible, incluso rompiendo tabúes, como los 1.000 millones que destina el fondo europeo para armas, y con fuertes sanciones económicas. Estamos haciendo lo máximo posible sin agravar el conflicto. Rusia es una potencia nuclear y somos muy conscientes de que si este conflicto se convierte en el de la OTAN contra Rusia, caeremos en la tercera guerra mundial.
P. Y entregar armas, ¿no convierte a Europa en cobeligerante?
R. La Unión Europea no está en guerra con Rusia. Apoyamos a Ucrania con medios militares, humanitarios y financieros. Putin está perdiendo la batalla de la comunicación. Quería mostrar un conflicto latente entre Rusia y la Unión Europea y la OTAN. Pero el mundo es más amplio. Fue fundamental movilizarse, junto con Zelenski, para la resolución de las Naciones Unidas. Esto a corto plazo puede parecer que no cambia el juego, pero sí lo hace. En el área del Pacífico, en Latinoamérica, en África, se entiende cada vez más que es una guerra de Putin, no una guerra de Rusia contra Ucrania. Las mentiras, las fábulas para justificar la guerra no resistieron. A menudo se dice que las democracias son débiles frente a la propaganda, pero las democracias europeas y nuestros socios han abierto los ojos del mundo sobre los verdaderos motivos de esta guerra.
P. ¿Ha hecho China todo lo posible para detener la guerra?
R. No votó con Rusia en las Naciones Unidas. Puede que no sea suficiente, hubiera sido mejor si hubiera votado con los europeos, cierto. Pero que China no vote [con Moscú] es un punto interesante. China está en una posición intermedia: no es un apoyo incondicional a Rusia ni es un apoyo total para Ucrania. Aunque no nos equivoquemos: sería un error que los europeos se descartaran a sí mismos [como interlocutores]. Lo que está sucediendo es un problema mundial, pero es, ante todo, asunto de los europeos. Lo que está en juego es la situación de Europa. No podemos subcontratar este asunto, ayer a Estados Unidos, o mañana a otro.
P. La relación con Putin, ¿está en un punto de no retorno destinado a terminar ante la justicia internacional?
R. Abogo por el pragmatismo. Hoy está Vladímir Putin en el Kremlin. ¿Cuál será la situación mañana? Nadie lo sabe. Hay temas inmediatos a discutir: acceso humanitario, centrales nucleares y, por supuesto, una posible negociación de paz. Necesitamos hablar con quien está en el Kremlin hoy. Pero es la Unión Europea la que dice que si existe el derecho internacional y —existe—, entonces hay necesidad de justicia internacional. No hay ley sin justicia.
P. Para usted, ¿hay crímenes de guerra?
R. Corresponderá a los organismos internacionales decirlo. En cualquier caso, cuando hay disparos que parecen ser deliberados contra civiles, en un hospital de maternidad, creo que deben calificarse como crímenes de guerra, incluso si corresponde hacerlo al sistema de justicia internacional.
P. ¿Ha sido Europa ingenua con Putin?
R. No. Las democracias deben hablar con países que no son democráticos. ¿Ha sido esto desencadenado por el acuerdo de asociación [de la UE con Ucrania]? No lo creo. Es un cóctel de elementos. Está la plaza del Maidán. Es el pánico de un autócrata frente a la libertad y la democracia. Estos son países con poblaciones de habla rusa: si ven cuál es la realidad democrática, la realidad del mundo libre… Él ve la democracia como una pandemia. Teme el contagio.
P. Usted habló con él…
R. Frecuentemente.
P. ¿Se siente engañado?
R. Que yo sea uno de los que han hablado con él regularmente me da acceso y me permite, por ejemplo, abordar la cuestión humanitaria o nuclear. Hay una historia de nuestra relación que permite ahora que hablemos entre nosotros entendiendo los puntos de vista. No es que los compartamos, pero entendemos qué ángulo es el suyo y él debe entender el nuestro. Podemos repetir que queremos la paz, pero eso no va a traerla. La traerá el cambio en el equilibrio de poder y la negociación.
P. ¿Teme que Rusia use armas atómicas?
R. Si hablamos de la tercera guerra mundial, si hablamos de un conflicto entre la OTAN y Rusia, es porque es un país con armas nucleares. Todos los conflictos y guerras son dramáticos, extremos y a menudo difíciles. Pero cuando el agresor tiene el botón nuclear, hay una dimensión de una naturaleza diferente.
P. ¿Requerirán estos desafíos un nuevo fondo de deuda mancomunada en la UE?
R. Primero hay que identificar los objetivos comunes. Esto se estructura en tres partes. Primero, tenemos una debilidad energética. Segundo, en defensa, no es ningún secreto que hace apenas semanas hubo diferencias, pero Putin ha contribuido involuntariamente a concienciar sobre la necesidad de tomar en serio esto en un marco europeo. Ahora todos entendemos que reforzar la defensa europea significa reforzar la OTAN. El tercer punto es la economía, con sus debilidades: lo vimos cuando carecíamos de mascarillas, lo vemos hoy con microchips.
P. ¿Con qué instrumentos?
R. Estamos solo al comienzo del periodo presupuestario europeo, reforzado con el fondo de recuperación. Podemos examinar cómo ajustar la ejecución de este fondo para que coincida mejor con nuestros objetivos. Segundo, hay que estudiar cómo alinear mejor el capital privado con nuestros objetivos. Tercero, no revelo ningún secreto al decir que hay un debate sobre el Pacto de Estabilidad.
P. Europa tiene un problema de deuda abultada y envejecimiento. ¿Cómo conjugarlo todo?
R. Somos una potencia económica. Tenemos la capacidad financiera, como se demostró en la crisis de la covid. No todos los Estados miembros tienen el mismo nivel de deuda sobre PIB, pero la UE es un proyecto de convergencia.
P. ¿Será necesario otro préstamo conjunto?
R. Pensamos en un esquema de movilización de los medios ya disponibles. Sobre la hipótesis de desplegar recursos adicionales —públicos y privados— y de qué manera, se expresaron diferentes opiniones [en Versalles]. La Comisión también tendrá presentar opciones, y los Estados miembros decidirán.
P. ¿Son profundas las diferencias?
R. En absoluto. Tomamos una decisión inteligente: primero definir objetivos y luego ajustar instrumentos. Esto se debatirá en las próximas semanas.
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